Tal vez ni siquiera Máximo Kirchner sepa cuál será la reacción de la vicepresidenta en la noche del domingo. Sea cual fuere el resultado, aun si hubiera una inesperada remontada épica en la provincia de Buenos Aires, algo va a suceder esa noche o los días subsiguientes. Están quienes proponen despegar del kirchnerismo y quienes, por el contrario, creen que el Gobierno debe profundizar las políticas económicas y sociales K; quienes quieren diálogo con la oposición y quienes no; quienes bancarán los trapos y quienes intentarán salvar sus ropas cuidando el territorio propio. Es inevitable el "candombe", pronostican dirigentes que perciben clima de tensión y pronostican que aún más difícil será a partir del 10 de diciembre, con las cámaras legislativas en minoría, sobre todo en la Nación y Buenos Aires, y una oposición decidida a ir por todo.
Entre errores y esfuerzos por mostrarse cerca de la gente, con timbreos y masitas en casas de vecinos, el presidente Alberto Fernández intenta hasta último momento mostrar su personalidad de hombre común. Esa impronta ya no alcanza. Aun así, este martes volvió a apelar a la foto segura y juntó a varios pesos pesados, sindicalistas y referentes de movimientos sociales, lo más potente del albertismo casi puro. En la Casa Rosada estuvieron los secretarios generales de UPCN, Andrés Rodríguez, y de la UOCRA, Gerardo Martínez; los cotitulares de la CGT, Héctor Daer y Carlos Acuña; Gildo Onorato (secretario gremial de la UTEP), Daniel Menéndez (coordinador nacional de Barrios de Pie), Juan Carlos Alderete (líder de la CCC), el secretario de Economía Social, Emilio Pérsico, y el secretario de Relaciones Parlamentarias, Fernando Navarro. Son los no K del Frente de Todos que picaron en punta y anunciaron un acto para copar Plaza de Mayo el miércoles 17. Con la excusa del Día de la Militancia, huele a intento de escudo protector (¿o independencia?) de la CGT reunificada en alianza con la UTEP y el Movimiento Evita.
Como después de las PASO, Fernández tiene dos destinos: asumir la conducción de Cristina Fernández y apechugar o ampararse en el sindicalismo, el Movimiento Evita y los gobernadores que se animen a dar el salto. En septiembre, contó soldados y no le alcanzó. Tanto los gobernadores como los "mini" del conurbano estarían priorizando sus distritos sin planes ni perspectiva de proyección nacional. Incluso ya se habla de que los intendentes con cargo en el gabinete no renovarían licencias para no perder sus municipios en 2023 y liberarían sus lugares en el Gobierno.
Para mantener la gobernabilidad y resistir la arremetida de Juntos por el Cambio que sobrevendrá, Fernández tendrá que reaccionar con política y gestión. Tras la carta de CFK por la derrota en las primarias, hubo cambio de gabinete y control de precios. A la dupla que conforman Martín Guzmán (encargado de renegociar la deuda) y Martín Kulfas (encargado del ala empresaria), le sumó la figura de Roberto Feletti para contener la inflación y garantizar el acceso a los alimentos en una Argentina bajo la línea de pobreza.
Para el kirchnerismo, nada de lo hecho es suficiente y reclaman políticas económicas y de inclusión. Coincide con la oposición, que también demanda conocer el plan del Gobierno antes de votar el Presupuesto 2022. En ese contexto, chocan La Cámpora con el Evita, que se miden desconfianzas en el territorio y en los pocos actos proselitistas. Cuando en 2009 Néstor Kirchner cayó derrotado, superó el mal momento con el anuncio de la Asignación Universal por Hijo, entre otras decisiones que tomó. Hoy, plantean en el ala más dura del oficialismo, las políticas económicas y sociales no logran romper el "cerco mediático" por falta de contundencia. La teoría del derrame no aplica con solo dos años de gestión por delante. El ajuste ahogó a los sectores más necesitados y benefició a un grupo político, recriminan en el kirchnerismo, donde señalan que se pasó de nueve millones de partidas del IFE a 500 mil planes sociales distribuidos por Navarro y Pérsico, más el millón de Tarjetas Alimentar.
En esa foto, Máximo Kirchner se desdibuja, aunque, junto a Sergio Massa y Eduardo de Pedro, sigue juntándose a hablar con el empresariado. Algo parecido le sucede a Axel Kicillof, que ya claudicó y se rodeó de intendentes. De Pedro aparece como el más visible con un perfil cada vez más alto. Este lunes voló a Chubut donde compartió mesa con el sector empresario y Guzmán en busca de apoyo y votos para no perder bancas en el Senado.
"No hay conducción. Cristina se esconde para no hacerse cargo de la derrota, el gabinete es flojo y la candidata en la provincia (Victoria Tolosa Paz) no existe. Es difícil defender la boleta", reflexiona un dirigente oficialista a quien no le llegan encuestas porque le han dicho que, a pocos días del domingo 14, el margen de error es muy amplio y el final, incierto. Anticipa, de todos modos, una "catástrofe" y pases de factura entre los socios de Todos. La inseguridad profundizó el malestar social y la queja contra Sergio Berni se extiende a su jefa política. "Ni La Matanza es un bastión: pasó de 60% de los votos a 46 aún con Fernando Espinoza en la boleta", describe un conocedor del territorio que asume que nadie llama para monitorear ni organizar el día después.
A la gestión se le agrega la discusión política, sostienen quienes aceptan hablar sin tapujos. El resto prefiere sostener el espíritu combativo y no bajar los brazos antes del domingo. Gran parte de las fuentes consultadas coincide en que el Frente de Todos no funciona; que el Presidente no escucha a una vice convencida con su entorno de ser el poder real en la fórmula. Massa es aplicado, pero habla o calla según lo que cree conveniente. En estos últimos días, el tigrense hizo campaña con Tolosa Paz, concentró su discurso en las políticas orientadas a la clase media y se mostró con los aspirantes de su espacio, el Frente Renovador. Kicillof y Máximo Kirchner analizan su destino. Hasta acá, quedó probada la falta de un dispositivo o "acuerdo prenunpcial" que establezca el funcionamiento de la coalición gobernante.
El massismo sin embargo se niega a ser "funcional" a los discursos de derrota, incluso off the record. Como gran parte del oficialismo en el Congreso, hay quienes quieren anotar los datos positivos que deje la jornada electoral: si sube la participación, si hay distritos donde suman votos y la actitud de escucha mostrada por el Gobierno tras las PASO. Aunque no lo diga, Massa habla con algunos amigos del bando contrario y repite su speach a favor del diálogo político: “El 15 de noviembre, vamos a convocar a un acuerdo por la Argentina para 2022, obviamente al Estado, a empresarios y trabajadores. La oposición tiene que estar sentada en esa mesa, no puede seguir esquivando la responsabilidad de asumir sus obligaciones, sobre todo en temas como la deuda”. Diputados y el Consejo Económico y Social que dirige Gustavo Beliz serían los espacios para encauzar esas conversaciones, imprescindibles para avanzar con leyes como el Presupuesto, los beneficios para el sector automotriz, construcción e hidrocarburos, entre otras iniciativas pendientes.
"Hay que proponer acuerdos cumplibles", insisten en el primer piso de la Cámara baja. "¿El cristinismo y La Cámpora van a forzar a la Casa Rosada a ir para otro lado?", se pregunta un intendente distante en el conurbano. "Con estos números, está perdido el 23", se lamenta un jefe comunal ya resignado, que no ve ni en las múltiples reuniones lideradas por Juan Manzur un emprolijamiento de la gestión.