Javier Milei festejó eufórico en la noche de este domingo el resultado de su lista capitalina, La Libertad Avanza, en el escenario del Luna Park. No era para menos: su propuesta de ultraderecha capitalizó la furia de mucha gente que probablemente nunca oyó hablar de la Escuela Austríaca, esquivó el peligro de diluirse en la grieta después de las PASO, mejoró en más de tres puntos porcentuales el resultado del 12-S, se hizo con más del 17% de los votos del distrito, metió dos diputados y ya se prepara para involucrarse –de algún modo– en la pelea grande de 2023, condicionando el proyecto de poder de quien, acaso, fue el gran vencedor de los comicios de este domingo: Horacio Rodríguez Larreta.
Según les dijo a los "leones" que rugían con él debajo del palco, desde ahora mismo va a ponerse a trabajar "para que en 2023 haya una boleta liberal en cada rincón del país".
Sin embargo, habrá que ver cómo decanta ese propósito ya que él mismo se ha encargado de devolver los mimos que le han dedicado los halcones del PRO, desde Patricia Bullrich hasta el propio Mauricio Macri, con quienes teje una posible alianza pensando en las presidenciales.
Puede alegarse que el fenómeno de la ultraderecha minarquista y paleolibertaria está encapsulado en la Ciudad de Buenos Aires y en sectores acomodados del conurbano bonaerense, donde anidó la lista melliza de la de Milei, la de José Luis Espert. Esta, en efecto, se quedó –también como tercera fuerza– con el 7,5% de los votos y sumó tres diputados más a la futura bancada. Sin embargo, erran los análisis que minimizan la importancia de ese resultado por lo improbable que resulta que los actores mencionados den, por sí mismo, el gran golpe dentro de dos años.
La potencia del yihadismo económico liberal crece, asimismo, por la presencia de una pata afín dentro de Juntos por el Cambio, tal la que expresó el sector de Ricardo López Murphy. Pero, más allá de los votos y cantidad de legisladores de visión similar, su importancia emana del modo en que su irrupción influirá en el armado opositor para la próxima parada electoral, ya sea en forma de alianzas formales o, simplemente, en la infusión de parte de sus ideas en la oferta que aquel hará a los argentinos y argentinas.
Según Milei, su lista "ha logrado cambiar el eje del debate en la Argentina". La pretensión tal vez sea demasiado grande, pero es cierto que ya comenzó a impactar en el discurso de Juntos por el Cambio, no ya entre los halcones de Bullrich –que no tienen que hacer demasiado esfuerzo para confluir en una suerte de bolsonarismo criollo–, sino entre palomas como Larreta y María Eugenia Vidal, a quienes no deja de insultar.
De hecho, ya antes de las PASO, el jefe de Gobierno debió asumir uno de los roles que menos le gustan al salirse de su libreto con la propuesta de modificar el régimen de indemnizaciones por despido, una idea extemporánea que puede obligarlo a dar explicaciones incómodas cuando salga personalmente a la cancha para animar su proyecto presidencial.
Larreta repitió el esquema justo antes del 14N, cuando planteó la necesidad de reducir la edad de imputabilidad ante una sociedad otra vez conmocionada por el problema de la inseguridad. Si no fuera porque casi nadie le cuenta por ahora las costillas, habría registrado cuán complejo le resulta improvisar: en su afán manodurista, no reparó en que el límite de 16 años al que aludió ya rige en el país.
El gobernante porteño comienza a sufrir los efectos del síndrome de la manta corta con el que deberá lidiar en su camino a 2023. Este tiene tres dimensiones: una social, una política y otra discursiva.
En primer lugar, deberá esforzarse mucho para producir una base social mayoritaria si es que debe incluir en su propuesta nociones que, entre otras delicadezas, limitan la libertad al derecho de propiedad, rechazan agresivamente las identidades de género y proponen una reducción de los derechos laborales, a la vez que apenas balbucean, como hace Milei, cuando se pregunta por el valor de la democracia.
"¡Con Milei no se habla!", corearon los jóvenes radicales mientras Bullrich hablaba el último jueves en el acto de cierre de Juntos por el Cambio en la Ciudad. Ya a nivel de armado político, esa advertencia podría marcar un problema considerable para Rodríguez Larreta, sobre todo, si los halcones van por la suya a una primaria con apoyo libertario y la UCR avanza en su idea de pelear con su propia marca en las PASO de 2023.
A nivel discursivo, por último, Rodríguez Larreta encontrará problemas en su avance para mirar a la vez por los dos espejos retrovisores y conciliar su discurso moderado y antigrieta –donde se afinca buena parte del voto oscilante que define las elecciones– con la rabia de quienes se sienten seducidos por la narrativa de la furia y sus contornos de populismo de derecha.