En la Argentina de tiempos pandémicos, la ciudadanía celebra a los dirigentes que priorizan el consenso entre distintos colores partidarios por sobre la confrontación política. La grieta descendió varios niveles con el acercamiento entre el presidente Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta y sentó precedente. En Santa Fe tiene una réplica con el trabajo estrecho entre el intendente de Rosario, Pablo Javkin, del Frente Progresista, y el gobernador peronista Omar Perotti.
De la mano de resultados sanitarios sin mayores problemas, el gobernador obtuvo una aceptación social con la que antes no contaba. Le suma el empujón de ser oficialismo que, como indica la teoría política, otorga una centralidad particular en tiempos de crisis. Javkin también disfruta de estos beneficios en la ciudad, pero no se quedó solo en eso.
Expeditivo, abrió el espectro de colaboración hacia el gobierno provincial, sin reparar en el signo político. Y encontró eco. Consultas permanentes y trabajo de ambos equipos en lo sanitario y la flexibilización. Hasta se vieron recorridas a la par, como en el Centro de Aislamiento COVID- 19 de Rosario, un emprendimiento conjunto entre los gobiernos.
Perotti delante de la recorrida. Detrás, Javkin.
Pero no es nuevo este acercamiento. Arrancó ni bien fueron elegidos en las urnas, y luego con un romance durante el debate de la ley de emergencia del oficialismo que Javkin militó para obtener recursos, factor movilizante también en esta oportunidad. La pandemia viene consolidar el vínculo.
Un escenario de confrontación entre el intendente de la ciudad más importante de la provincia y el gobernador significaría un disparate solo visto en Brasil entre Jair Bolsonaro y alcaldes. Sin embargo, el tono estrecho que le dieron los santafesinos fue una decisión. Quizás este vínculo sea una contingencia dentro de otra contingencia política más grande. Se verá con el correr de los meses.
El ida y vuelta se aceleró aquel fin de semana de confusión por las salidas recreativas sugeridas por el presidente que rechazaron las provincias del centro con un acuerdo de por medio. Javkin y Perotti se pusieron de acuerdo rápido, y también el rosarino habló con el jefe de Gobierno porteño. A todos les parecía una locura abrir la calle al ocio por más mínimo que sea.
La buena percepción que logran tanto Fernández como Perotti irradia en Javin y Rodríguez Larreta, más allá de que por méritos propios tengan imagen alta. Las encuestas encargadas por Larreta indican que le restaría confrontar con Fernández, pero demasiada cercanía, como con el apoyo con el anuncio de la propuesta de deuda, le fogonean la interna.
Y en ese equilibrio están. Adentro de sus espacios tienen una autonomía acechada. En el PRO, Larreta infla el colchón del proyecto propio y esquiva el filo de los escuderos de Macri, llámese Patricia Bullrich o Marcos Peña. Mientras Javkin intenta su liderazgo, dentro del Frente Progresista choca con algunas internas, sobre todo de los socialistas que detentaron el poder durante 12 años en la provincia y 30 en Rosario. De esta revuelta saca el principal jugo Perotti con el tándem.
Hay una diferencia en este sentido. A Larreta, el ultra macrismo lo raspa seguido en redes sociales por ser amistoso con Alberto, pero Javkin no sufre este problema por hacer lo propio con el gobernador. De hecho, no sucedió cuando la sintonía comenzó allá por diciembre.
Más allá del acercamiento señalado, las gestiones de Javkin y Rodríguez Larreta se asimilan en esencia. El porteño tiene un estilo ya aceitado que el intendente tiene en cuenta. Políticas de cercanía, orden y control urbano, modelos de tránsito y otros puntos buscan reflejarse.
En rigor, los movimientos de ambos jefes de ciudades hacia el cantero peronista son posibles por el contexto crítico e incierto de la pandemia. El todos unidos triunfaremos no se reduce al bombo justicialista, sino que se repite de forma coral, al margen de que la trama de poder siempre está vigente.