La semana pasada, la secretaria de Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra, tuiteó: “Ninguna reunión de personas empresarias y sindicalistas con el gobierno está completa sin mujeres. Somos parte central del mundo empresarial, del trabajo, de la creatividad y de la búsqueda de soluciones. Somos imprescindibles para poner a la Argentina de pie #EsConTodas”.
La foto representaba el poder. Y “un mundo distópico sin mujeres”, como suele decir en Twitter la politóloga Eugenia Mitchelstein. El escenario se repite en todos y cada uno de los espacios de decisión. Aun cuando hay mujeres en ellos, nunca son mayoría, ni siquiera alcanzan el 50 por ciento, pero están, aportan y, además, son quienes reciben la demanda: que por qué el presidente Alberto Fernández no las menciona en sus conferencias, que si hay errores en la instrumentación de tal o cual política económica que beneficia a los varones en lugar de beneficiar a las mujeres, que por qué no están en la foto.
La secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, participó una vez en una de las conferencias de prensa que dio el Presidente, cuando anunció una de las prórrogas de la cuarentena. Quizá no se saca fotos porque está todas las mañanas en la Casa Rosada explicando a la población cuál es la situación en la emergencia sanitaria. O porque también está en las cárceles implementando protocolos y en las villas haciendo testeos.
A Ibarra le gusta el bajo perfil, pero su límite fue el triángulo de poder negociando el acuerdo social sin mujeres. A la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, se la ve solo en algunas de las fotos de las reuniones de la mesa chica. Ella no tiene redes, pero trabaja codo a codo con el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y carga sobre sus hombros la implementación de muchas de las medidas del Gobierno frente a la emergencia sanitaria.
La recién llegada al gabinete nacional Fernanda Raverta maneja la ANSES, que hoy controla el nuevo Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y tiene como una de sus misiones centrales pagar jubilaciones y planes sociales como la Asignación Universal por Hijo y la asignación por Embarazo. Además, controla el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, por el que el Estado participa como accionista en más de 30 empresas privadas de las más importantes de la Argentina.
La directora de Género del Ministerio de Economía, Mercedes D’Alessandro; la secretaria de Innovación Pública, Micaela Sánchez Malcolm; la secretaria de Gestión y Empleo Público, Ana Castellani; la titular de AYSA, Malena Galmarini, o Luana Volnovich, directora ejecutiva del PAMI, sólo por nombrar a algunas de las referentes que hoy conducen sectores fundamentales del Estado, ocupan lugares centrales.
El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, a cargo de Elizabeth Gómez Alcorta, no participa de la mesa chica que toma las decisiones urgentes. Desde esta cartera recién creada y con una estructura en formación debe empujar para que las demandas de los sectores más golpeados por la emergencia sanitaria y económica (mujeres, lesbianas, población travesti y trans, niñas, niños y adolescentes) entren en la agenda de lo perentorio. Sus canales de comunicación son, otra vez, las mujeres que sí están en ese espacio exclusivo y mayoritariamente masculino.
La existencia de este ministerio es celebrada por los feminismos, pero también mirada con lupa, porque los espacios destinados al género siempre corren el riesgo de terminar convertidos en gueto, sin alcanzar la deseada y anunciada transversalidad. Y esa conquista no depende sólo de la fuerza de la sociedad civil, de las integrantes de esa cartera o de las funcionarias del Círculo Rojo: son una combinación de todas esas variables y de la voluntad política del Presidente.
Cada vez que una mujer aparece, aunque sea en segundo plano durante algún anuncio importante, el grupo de Mujeres Gobernando celebra. Ahí se tejen amistades, colaboraciones, sororidad. Todas saben lo que significa pelear por un lugar en un mundo dominado por varones. Y esto no es exclusivo de la política. Quienes hayan compartido con varones un espacio público o privado tuvieron que enfrentar obstáculos para ser escuchadas, reconocidas, tenidas en cuenta. En cualquier reunión de trabajo, las mujeres atraviesan situaciones que incluyen ser interrumpidas, ninguneadas o, inclusive, que sus ideas sean rechazadas y luego retomadas con éxito por algún compañero o jefe. En los espacios de decisión gubernamentales pasa, generalmente, lo mismo.
Lo que no se nombra no existe y de esto tomó nota el Presidente. De hecho, se nota su esfuerzo, cada vez más visible, por nombrar a todos y a todas. Y, aunque la presencia en imágenes puede parecer, quizá para algunos, un asunto de menor jerarquía frente a las distintas emergencias que viven la Argentina y el mundo, hay algo más: en esta época, lo que no se ve tampoco existe.
Una de las recomendaciones de Naciones Unidas para combatir las consecuencias del COVID 19 dice, textualmente: “Los líderes deben encontrar la forma de incluir a mujeres en la toma de decisiones de respuesta y recuperación. Incluir voces de mujeres en la toma de decisiones, tanto a nivel local como municipal o nacional, dará mejores resultados”.
Por estos días circuló otra foto, distinta de la del “acuerdo social”. Allí está el Presidente rodeado de mujeres: Ibarra, Vizzoti y las integrantes del comité de especialistas que lo asesora sobre la pandemia, Florencia Cahn, Ángela Gentile, María Marta Contrini. Para que fuera completa faltaban Mirta Roses y Todesca. Esa foto no salió publicada en las redes de la Casa Rosada.
Que sea con todas es una decisión política.