Envalentonado por la remontada histórica de octubre, Mauricio Macri se lo había dicho a Miguel Ángel Pichetto: lo quería al frente de la Auditoría General de la Nación. Después de llevarlo como candidato a vicepresidente de una aventura frustrada, el ingeniero quería compensar al todavía senador del PJ con un cargo importante. Había sólo un escollo: la Constitución Nacional, que en su artículo 85 dice que “el presidente del organismo será designado a propuesta del partido político de oposición con mayor número de legisladores en el Congreso”. Desde noviembre del año pasado y durante gran parte del verano, los intentos del PRO para correr a Jesús Rodríguez del sillón principal del organismo de control se repitieron sin éxito. Pero el exministro de Economía de Raúl Alfonsín, que ya ocupaba un lugar como auditor en la AGN, tenía el respaldo de la mayor parte de su partido y la voluntad clara de ser, algo que Pichetto no manifestaba abiertamente. La resolución conjunta que Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa firmaron el martes último para confirmar su designación terminó con la interna dentro de Juntos por el Cambio, provocó la primera derrota de Macri fuera del poder y le dio argumentos a los que suponen que la oposición va hacia un equilibrio distinto entre sus socios.
La semana próxima, en la reunión del Colegio de Auditores Generales, se labrará un acta para nombrar formalmente al radical y poner fin al interinato de Javier Fernández en la AGN, el multioperador del PJ que atravesó más o menos indemne las últimas dos décadas como nexo entre Comodoro Py y los servicios de Inteligencia.
COCODRILO QUE SE DUERME. Para la designación de Jesús Rodríguez, el radicalismo se adjudicó el lugar de partido opositor con mayor número de legisladores, una cuenta que el macrismo todavía impugna por lo bajo.
A los dos lados de la coalición, la historia se cuenta distinto, pero en algo hay coincidencia: con la nota firmada por Alfredo Cornejo el 28 de febrero -justo sobre el filo de un cambio en la composición de los legisladores- la UCR madrugó al macrismo y el partido de Macri, liderado por Patricia Bullrich, se quedó entre la espada y la pared. Puede tomarse como una módica revancha de los radicales que fueron marginados de las decisiones importantes durante los cuatro años del expresidente en la Casa Rosada. Pero, también, como un indicador del difícil liderazgo que Macri pretende ejercer a la distancia, con declaraciones sobre la epidemia del populismo, fiestas en Punta del Este y un conchabo en la FIFA.
La discusión era política y de poder, pero se daba también en el terreno de los números. Tanto el radicalismo como el macrismo aseguraban tener la mayoría de legisladores de su lado, pero hacían cuentas distintas. Mientras la UCR decía que valen los afiliados del partido y contaba 62 sobre 59, el macrismo mira la representación en el Congreso y anotaba 65 representantes sobre 62 de los radicales.
SE BUSCA JEFE. Amante del combate, en los últimos días Bullrich decidió no ir a una confrontación interna en la alianza y evitó presentar una nota similar a la de Cornejo con la propuesta de Pichetto como presidente de la Auditoría. Después de consultarlo con Macri, la exministra de Seguridad prefirió hablar con Massa y con Cornejo para comunicarles que el PRO había aceptado a Jesús Rodríguez. “Presentar otro candidato era decirle a Cristina elegí vos y a Pichetto no lo iba a elegir”, le explicó a Letra P un dirigente que responde al expresidente. El enojo en el macrismo lo expresó el titular del bloque, Cristian Ritondo, que llegó a reunir las firmas de los legisladores para presentar él mismo la candidatura de Pichetto, pero finalmente no lo hizo porque le tocaba a la presidenta del partido hacerlo.
Ritondo llegó a reunir las firmas de los legisladores para presentar él mismo la candidatura de Pichetto.
Mientras para la diplomacia radical todo fue producto de un “malentendido” con una parte de la alianza que no atiende a la Constitución, para el PRO hubo una avivada de la UCR, que no quiso hacer un gesto de apertura hacia un generoso extrapartidario como el excompañero de fórmula de Macri. Al lado de Bullrich afirman que el debate que intentaba dar el PRO iba más allá de los números y pasaba por la política. Pero justamente eso es lo que parece haber cambiado: el macrismo duro, que hacía y deshacía sin oír a los radicales, ya no dispone del tablero de control.
En el radicalismo, dicen que la diferencia entre unos y otros pasa por la disciplina partidaria y el funcionamiento del partido, más aceitado en la vieja UCR que en el PRO, menos acostumbrado a ser oposición y con su liderazgo en un proceso de discusión más o menos solapada. A Ritondo, que sintoniza con las posiciones de María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, se contrapone Bullrich, ungida por el dedo de Macri. Los macristas que gobiernan tienen una lógica dialoguista y los que no tienen funciones ejecutivas prefieren seguir explotando la vía de la confrontación con el kirchnerismo, esa misma que los hizo grandes (antes de probarse en el Gobierno).
Lo sugirió el propio Rodríguez en diálogo con Letra P. “Avalaron mi nominación el jefe de Diputados Mario Negri, el jefe de senadores Luis Naidenoff, el presidente del partido Alfredo Cornejo y los tres gobernadores radicales”, dijo. Sin embargo, a los dos lados de la alianza admiten que, alineado con los deseos de Macri, el oficialista sempiterno Gerardo Morales apoyó de entrada el nombre de Pichetto. Después, cambió y se sumó a la mayoría.
El otro sector del radicalismo que no lo apoyó fue el de Enrique Nosiglia y Emiliano Yacobitti, parte de la corriente minoritaria de la UCR. Distanciados desde el tiempo en que Alfonsín vivía, la cúpula radical desliza con malicia que “El Coti” prefería “a cualquiera menos a Jesús”. Secreto conspirador en contra de un expresidente al que conoce desde hace cuatro décadas, Nosiglia coincidía en este punto con los intereses de Macri.
ENTRE PICHETTO Y EL OTRO FERNÁNDEZ. La elección del exdiputado radical como titular de la AGN deja un sillón libre en el directorio, pero en el PRO afirman que a Pichetto no le interesa un cargo menor. Aunque el senador nunca hizo campaña públicamente por sí mismo, comenzó a difundir en noviembre que tenía el respaldo de Macri. Habrá que ver ahora si se postula para quedarse con el cargo de auditor que deja Rodriguez o no.
El exjefe del bloque del PJ en el Senado y el exministro de Alfonsín se conocen desde el tiempo en que Macri militaba en el rubro empresario. Fueron diputados juntos en la década del noventa, dicen tenerse respeto mutuo y hasta tienen amigos íntimos en común, como el exsenador Ernesto Sanz.
Rodríguez reemplaza a Javier Fernández, que es el más antiguo de los auditores del PJ: inició sus funciones en 2001, fue reelecto en dos oportunidades y tiene cinco años todavía de su tercer período en el principal organismo público de control. Según publicó Candela Ini en La Nación, Fernández acaba de dejar su cargo con una llamativa reestructuración general que incluyó desplazamientos y designaciones de técnicos amigos. De histórica relación con Jaime Stiuso y los senadores del PJ, sólo un golpe de mando por parte de CFK y Massa podría barrerlo de su sillón.
Los mandatos en la AGN duran ocho años desde el tiempo en que el Presidente gobernaba seis años y los senadores duraban nueve en sus bancas. En algún momento, alrededor de 2007, el kirchnerismo intentó acortar los mandatos, pero su intento naufragó. Hoy por el PJ coincide con el camporista santacruceño Juan Ignacio Forlón, la ex senadora formoseña Graciela de la Rosa y el apoderado del Frente Renovador, Gabriel Mihura Estrada, el excolaborador de Rodolfo Barra que trabajó con Amado Boudou.