Quienes defienden a Morales afirman que la división está entre los radicales que tienen responsabilidades de gobierno y los que, desde el Congreso, tiran de la cuerda más de lo aconsejable, con un gobierno que acaba de asumir. Puede ser. Sin embargo, el perfil dialoguista que acaba de estrenar el gobernador no quiere decir que su tropa legislativa vaya a votar las leyes del Ejecutivo. En la Cámara de Diputados, la radical jujeña Gabriela Burgos se expresó en contra del paquete de emergencia y su compañero de bancada Jorge Rizzotti decidió ausentarse a la hora de la votación. Durante la sesión en el Senado, la representante de Morales, Silvia Giacoppo, tampoco estuvo presente. Por eso, sus detractores en el peronismo, que hoy parecen ir en declive, le facturan al gobernador su doble discurso.
PANQUEQUISMO. Mas ansiosos que nostálgicos, Morales, Valdés y Suárez habían intentado reunirse con Fernández incluso antes de que asumiera el poder. Si no lo hicieron, dicen al lado del Presidente, es porque Macri le pidió a su sucesor que demorara ese gesto para no desautorizarlo antes de tiempo.
Plagado de denuncias en su contra, acusado de perseguir a todo el arco de sus opositores, capaz de definir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como “patética”, cuestionado por haber copado de entrada el Superior Tribunal de Justicia (STJ) con dos ex diputados oficialistas -que habían votado su ampliación-, Morales ahora busca edificar una buena relación con Fernández. El gobernador radical está asfixiado por los altos vencimientos de deuda en dólares que tendrá que afrontar en los próximos años. Según la diputada peronista Alejandra Cejas, Morales incrementó el endeudamiento y ahora la provincia debe alrededor de 2.000 millones de dólares. A días de la Navidad, los empleados estatales todavía no cobraron el aguinaldo. Según dijeron a Letra P fuentes provinciales, para hacer frente a esa obligación, el gobernador habría pedido un crédito al Banco Macro, la entidad que es propiedad de Jorge Brito y es el ente financiero del Estado jujeño. Morales tomó deuda para construir el Parque Solar Cauchari y ahora tiene dificultades para salir de una situación difícil, sin ayuda de la Casa Rosada. Eso explica ese ánimo de conciliación, tan novedoso como sorprendente.
El gobernador y el ahora Presidente tuvieron diferencias públicas por el caso de Sala, detenida desde enero de 2016. La excusa del acampe para detener a la dirigente kirchnerista fue admitida como un error incluso por Ernesto Sanz en los inicios de la era Cambiemos. “Esto es realpolitik. Vamos a hablar de una confesión. Es real política. Si Morales no hacía lo que hizo, el día once de diciembre, en menos de 24 horas, dejaba de ser gobernador de Jujuy porque en Jujuy el que gobernaba no era (Eduardo) Fellner y la institucionalidad, gobernaba Milagro Sala en un Estado paralelo”, dijo. Después, vino la avalancha de procesos por corrupción, extorsión y defraudación que impulsó el gobernador a través de sus aliados en la Justicia.
Ya a fines de ese año, Fernández fue a visitar a la jefa de la Tupac Amaru a la cárcel de Alto Comedero, cuestionó la arbitrariedad de su prisión y se alejó incluso del espacio al que pertenecía entonces, el Frente Renovador, por ese pronunciamiento público. La designación de la abogada de Sala, Elizabeth Gómez Alcorta, como ministra de Mujeres, Género y Diversidad confirma cuál es su postura y deja al radical en una posición de lo más incómoda.
En julio pasado, Morales aseguró que el ex jefe de Gabinete representaba “la vuelta al pasado” y que, de ganar las presidenciales, liberaría a Sala. “Se volvería al clima de caos y confrontación al que el pueblo jujeño ha dicho que no”, afirmó. De acuerdo a la información que circula en el peronismo, Fernández abordó el tema en la conversación del lunes en la Rosada y el gobernador buscó desligarse del caso con la afirmación de que el juez de la causa, Isidoro Cruz, no le responde a él sino a Fellner. Curioso, si se tiene en cuenta que es el magistrado que detuvo al ex gobernador peronista en 2016. Morales dice recelar del juez Cruz -que la oposición considera un empleado suyo- porque interviene en el expediente en el que su pareja, Tulia Snopek, litiga contra su ex esposo. Consultados para esta nota, los colaboradores del neodialoguista Morales decidieron ignorar las preguntas y refugiarse en el silencio.
Sin embargo, la provincia que gobierna con mano de hierro el ahora también secretario general de la UCR nacional dio esta semana un giro imprevisto: desplazó de la presidencia del Tribunal de Justicia -después de cuatro años- a Clara Langhe de Falcone, una de las juezas que expresaba la línea de Morales y se había cansado de defender la cárcel para Sala, ahora con arresto domiciliario, pero sin condena firme. El motivo es de lo más curioso en tierra del radical jujeño: una declaración en la que Langhe de Falcone afirmaba que la dirigente kirchnerista no iba a ser liberada: “No vamos a permitir que quede libre la persona esperando que quede firme su sentencia. La sociedad no va a permitir, porque no quiere volver a lo que se ha vivido... Hago referencia a la dirigente social Milagro Sala”, dijo. Un día después, fue removida y reemplazada por Pablo Baca, uno de los diputados de Morales que en 2016 dio una voltereta fabulosa y se convirtió en juez después de haber votado para ampliar la Corte provincial.
El movimiento fue interpretado en la provincia como un guiño del gobernador para abrir de negociación con el Ejecutivo nacional. Sin embargo, el radical reiteró el jueves último en una entrevista con Luis Novaresio que, a su criterio, la jefa de la Tupac “no es una presa política” -como consideran organismos de derechos humanos dentro y entidades como la ONU y la CIDH- sino una “delincuente”. Habrá que ver si es una postura que piensa defender de manera intransigente o si, el flamante detractor de la grieta, está dispuesto a dejarla a un lado a cambio de fondos para su provincia.
EL MÁS MACRISTA. A diferencia de Alfredo Cornejo, que se enfrentó con Macri en más de una oportunidad, Morales fue por lejos el más macrista de los gobernadores radicales. En la propia dirigencia radical indignaba su mimetización con el ex presidente y su falta de independencia dentro de la alianza Cambiemos. Se alineó con la línea dura amarilla, fue enemigo declarado del kirchnerismo y se cansó de invitar a Macri a su provincia. Tanto lo quería al ingeniero que hasta llegó a definir al reconocido vecino de Barrio Parque como “un jujeño más” por su acompañamiento en el impulso a la producción de litio y en la construcción del nuevo aeropuerto.
Hace casi un año, en enero de 2019, Morales viajó al country Cumelén junto a Cornejo, Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli para reunirse con el entonces presidente. Allí, en una reunión a puertas cerradas, fue el primero en expresarse de acuerdo a los deseos del egresado del Cardenal Newman de cara al año electoral. “Mauricio, acá la prioridad sos vos. Tenemos que ver cómo hacemos para ayudar. Yo no puedo ser gobernador con Cristina (Fernández de Kirchner) presidenta. Con Milagro Sala en la provincia, termino preso yo”, dijo, en un mensaje que sorprendió a casi todos los comensales. Dos de los presentes se lo confirmaron poco después a Letra P. Se refería a la necesidad de subordinar las elecciones en los distritos gobernados por Cambiemos a la estrategia nacional fijada por Macri, Marcos Peña y Jaime Durán Barba. Después, él mismo decidió a contramano de su prédica: adelantando las elecciones, algo que no pudo hacer la sacrificada María Eugenia Vidal. En noviembre pasado, Morales admitió en una entrevista con Jorge Fontevecchia en Perfil que había desdoblado para no quedar pegado a Macri y “no quedar entrampado en la ola albertista”. Esa plasticidad, que sus detractores llaman oportunismo, es una de sus características más notorias.
A Macri, Morales le prometió apoyo incondicional para su reelección. Luego desdobló las elecciones.
Ahora, en un giro de 180 grados, el gobernador de Jujuy se muestra muy lejos de los temores que expresó hace un año en Cumelen. Es otra vez el primero, pero en sintonizar con los planteos del nuevo presidente. Morales no sólo habla con Fernández por su rol institucional. Además, tiene una relación estrecha con Sergio Massa, aquel socio al que pretendió incorporar a la alianza Cambiemos en 2015. En la Convención Radical de Gualeguaychú, defendió esa postura pero quedó en minoría con el ala amarilla más pura de la UCR, a la que después se integraría sin dudar. La familiaridad entre el ahora presidente de la Cámara de Diputados y el gobernador es mucha. Hablan en forma permanente y Massa lo llama por el apodo de “Yuto”, el mismo que utilizan sus correligionarios y que remite a una localidad de Jujuy. El fundador del Frente Renovador asegura que Morales es “el más peronista de los gobernadores radicales”.
Según pudo saber Letra P, esta semana, los dos se cruzaron -no casualmente- en la Casa Rosada. El periodista Gabriel Sued contó en La Nación que Massa agasajó al jujeño hace diez días con un asado en Tigre del que participó también Máximo Kirchner. Es un giro más que profundo. En 2016, Morales apuntó sus cañones contra el hijo de la ex presidenta en el arranque de la ofensiva contra Sala. Fue cuando la legisladora Mabel Balconte denunció ante el juez Gastón Mercau una supuesta “ruta del dinero” que incluía encuentros mensuales de Sala con Máximo en la quinta de Olivos para entregarle bolsos con coimas, entre 2014 y 2015. La acusación fue desmentida enseguida por el jefe de La Cámpora.
Balconte había militado siete años en la Tupac y había sido electa diputada provincial por un frente aliado a esa organización, pero una vez que asumió armó un bloque unipersonal y se alineó con Morales. El coordinador nacional de la Tupac, Alejandro Garfagnini, respondió ante la Justicia con otra denuncia en la que aseguró que la arrepentida Balconte había sido presionada por el gobernador y por el fiscal de Estado Mariano Miranda, otro radical que era apoderado del partido y Morales implantó en el Poder Judicial. La causa está en manos de María Alejandra Provitola, ex secretaria letrada del fiscal Carlos Stornelli.
Diez días le alcanzaron a Fernández para tomar las riendas del poder. El mismo plazo le sobró al gobernador de Jujuy para prenderse al viento de cola.