Cuando asumió su segundo mandato en la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta observó el nuevo mapa de poder argentino que dibujaron las elecciones de 2019 y reconfirmó lo obvio: comenzaba una era política de soledad. Semanas antes del 10 de diciembre, empezó el trabajo fino para conectar con el gobierno de Alberto Fernández y aceitar los vínculos en común. Con el tiempo y fiel a su estilo, buscó que esa decisión política se conviertiera en un método y, a casi a tres meses del comienzo de ambas gestiones, los dos gobernantes exhiben sintonía para encarar una etapa de buena vecindad, pese a la diferencia de color político.
La era postgrieta -“fractura”, según Fernández- combina llamados telefónicos, reuniones, fotos y proyectos en común, precisamente, entre funcionarios de primera y segunda línea de la Casa Rosada y la Jefatura de Gobierno de Parque Patricios. Esta serie de eventos planeados, diseminados en las redes sociales para mostrar buena voluntad desde ambos campamentos, son parte del menú que el Presidente y el alcalde comparten para desinflar la tensión de sus antecesores. El espejo en el que se miran es el de Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, que convivieron a fuego cruzado durante sus estadías en Balcarce 50 y Bolívar 1, respectivamente.
Horas después del triunfo electoral, Rodríguez Larreta reunió a su mesa política y dio su primera impresión sobre la relación con Fernández: "Peor relación que la de Mauricio y Cristina no existe". Luego, amplió la visión ante el resto de sus ministros y secretarios y aprovechó una reunión de gabinete para pedir "total colaboración" con el Gobierno. Así, los funcionarios porteños empezaron a confirmar reuniones y eventos de gestión con sus pares nacionales.
De todos modos, en los años de batalla entre el Frente para la Victoria y el PRO, Larreta esquivó cualquier confrontación abierta. No obstante, tuvo un desliz, del que luego se arrepintió en privado, cuando cargó contra Axel Kicillof por su campaña bonaerense. Pese a la insistencia que hace el gobernador en el reparto de la coparticipación y la porción de la torta que recibe la Ciudad, el porteño no quiere confrontar ni responder. Incluso, rechaza de plano cada vez que un funcionario de su gobierno le ofrece judicializar la disputa con la Nación por los recursos que recibe la Ciudad. “Último recurso”, se ataja.
El decálogo de la buena vecindad incluye un inciso clave: si bien Rodríguez Larreta cultivó una relación fluida con el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, también estableció un diálogo directo con Fernández. Los mensajes que intercambian nacieron tras la reunión que formalizaron por medio de Diego Santilli y Juan Manuel Olmos, arquitectos de la buena sintonía.
Larreta no quiere conflictos con el Presidente, que se presenta como el “más federal de los porteños", y le abrió las fronteras de la Ciudad: son numerosas las recorridas y fotos de ministros nacionales con sus pares porteños por distintos puntos de la geografía capitalina. La última fue el 28 de febrero, cuando el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, convocó a María Migliore, su par porteña. Acordaron parte de la logística para la entrega de más de 40 mil tarjetas Alimentar en la Ciudad y el funcionario nacional abrió la reunión con una frase en línea con la vecindad cordial: “La política social está por encima de la grieta”. Arroyo y Rodríguez Larreta firmarán el convenio la semana próxima y a fin de mes se hará la adjudicación a los beneficiarios que residen en la Ciudad.
Hacer borrón y cuenta nueva en torno a la relación entre el peronismo y el PRO cuando el primero gobernaba la Nación y el segundo la Ciudad implicó que el jefe de Gobierno pusiera las manos en el fuego por el nuevo gobierno y la cara ante sus pares de Juntos por el Cambio para defender el acompañamiento de las primeras leyes que propuso Fernández. Rodríguez Larreta, en línea con los gobernadores radicales, se comprometió a dar cuórum para el paquete de emergencia que el Gobierno le pidió al Congreso y, semanas después, pasó horas en la sede parlamentaria para destrabar la interna opositora y conseguir votos para que avanzara el Consenso Fiscal, que naturalmente le trajo un beneficio: a las arcas porteñas le costó 8.000 millones de pesos en 2019 esa rebaja impositiva y, para 2020, gracias a esa marcha atrás, recaudará 20.000 millones extra.
Fernández también devolvió los gestos y, en plena ebullición de la disputa por la poda de la coparticipación, dijo abiertamente que esa quita sería conversada con la Jefatura de Gobierno porteña. Además, el Presidente sentó el lunes en una misma mesa a Kicillof, Larreta y el jujeño Gerado Morales para firmar un convenio con el Banco de Desarrollo de América Latina (ex Corporación Andina de Fomento) por 2.400 millones de dólares, con la intención de llevar adelante un programa de obras de infraestructura para educación y desarrollo. De ese total, Rodríguez Larreta recibirá cerca de 100 millones de dólares para obras de infraestructura y urbanización en las villas 20 (Villa Lugano), Rodrigo Bueno (La Boca) y Fraga (Chacarita).