Una entrevista radial y breves intervenciones en ruedas de prensa a la salida de un evento. Nada de televisión ni gráfica. El segundo mandato de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires comenzó con una decisión notoria de disminuir su presencia en los medios de comunicación y, como contrapartida, dedicarse a la negociación política hacia dentro de Juntos por el Cambio para sostener la unidad ante el triunfo del Frente de Todos y multiplicar la territorialidad. Los albores del período 2019-2023 del único sobreviviente del PRO a la ola peronista quedarán en la historia como un segmento de su trayectoria en el que, públicamente, buscó remarcar su rol de intendente.
Consciente del golpe simbólico que trajo a Mauricio Macri y María Eugenia Vidal sus respectivas derrotas, el alcalde sabe que emerge como líder por sobre las distintas huestes del PRO. Sin embargo, desde el minuto uno del despoder de ambos, eligió no confrontar y, en el caso del expresidente, le toleró la imposición de Patricia Bullrich al frente del partido amarillo. Rodríguez Larreta tiene una aspiración presidencial clara para la que trabaja, pero cumplirá esa tarea con la meta de “esconder” su campaña.
Es una lógica que implica bajar el perfil en la arena pública y explotarlo en el territorio, con multiplicidad de reuniones de vecinos y actos de gestión, incluso con varios eventos junto a ministros nacionales. La misma estrategia se encaró en repetidas oportunidades -especialmente en crisis de gobierno- durante la estadía de Macri en la Casa Rosada y, con mucho énfasis, en la campaña para las elecciones de octubre de 2019, luego de la derrota de Juntos por el Cambio en las PASO.
En paralelo, en el seno del larretismo se optó por dejar evidencias de la decisión de bajarle el tono a la campaña. En ese sentido, el Larreta a mostrar es el intendente, dedicado a la Ciudad y lejos de cualquier punto de conflicto político ni ambición electoral. Ese mensaje tiene destinatario claro y unívoco: por fuera de la riña interna en Juntos por el Cambio que podría generar su desembarco en las provincias, Rodríguez Larreta está más preocupado por evadir choques con la Casa Rosada. Su negociación por el recorte de la coparticipación está en stand by, pero en el oficialismo porteño también apuestan a replegar -al menos públicamente- el proselitismo como prueba de buena fe para el recorte consensuado con Alberto Fernández.
El jefe de Gobierno seguirá, bajo el paraguas de la gestión, con su rutina de recorrer distintos distritos de la Argentina. En esos viajes mezcla reuniones políticas con actos puros de la administración capitalina, como la propuesta para abrir sedes del Instituto del Arte del Teatro Colón en las provincias que prometió ante el gobernador de Mendoza, el radical Rodolfo Suárez, y el intendente de la ciudad capital, Ulpiano Suárez.
También, en esas “escapadas” -generalmente las hace los viernes- Larreta aprovecha para ocupar las horas fuera de agenda con minutos de ocio. Durante su estadía en Mar del Plata, en la que visitó al intendente Guillermo Montenegro, aprovechó para comer en Viento en Popa, su restaurante favorito que lo traslada a los años de vacaciones familiares y su juventud.
En todas sus últimas intervenciones, Rodríguez Larreta esquiva cualquier definición e, indirectamente, le baja el tono a su plan para federalizar su figura, que, como contó Letra P, ya está en marcha y tiene equipo definido. El equilibrio es complejo, por eso el lema sobre la campaña es "que se note, pero no tanto".