Este lunes, a las 18, en el centro cultural de la avenida Corrientes que el Frente de Todos usó de búnker en las elecciones del año pasado, “referentes del Frente de Todos se unen para lanzar el espacio ‘En Común’” con el objetivo de “consolidar la unidad y ampliar la coalición gobernante”. La gacetilla exuda una épica de la unidad y omite detalles innecesarios (la lista de esos referentes es libre de kirchnerismo y de massismo) y conclusiones apresuradas: después de un año de negaciones, al menos un foco de albertismo podría asomar la cabecita en ese acto de alumbramiento.
En una nota del 30 de mayo pasado, el periodista Diego Genoud desarrollaba “La doctrina del albertismo nonato” y hablaba de la “resignación” de “randazzistas fugaces, prehistóricos porteños, huérfanos de Kicillof y anticamporistas varios” que debían guardar las armas para mejor ocasión: Alberto Fernández les anestesiaba el nervio político y les mataba el sueño del ismo propio. El Presidente menos pensado no quería arrancar peleando para adentro.
Octubre trajo un veranito exprés: el clamor para convertir al Presidente en jefe del PJ duró lo que una tormenta de aquella estación. Enseguida empezaron a pasar cosas y las acciones presidenciales bajaron en las mediciones internas de liderazgo y en los sondeos de opinión.
Gestores de este combo niegan ánimos pendencieros, izan la bandera de la unidad y se apuran a reivindicar la figura de Cristina Fernández de Kirchner. El nombre de la agrupación es un esfuerzo loable de creatividad al servicio de esa fachada de paz y el neologismo que ofrecen en el off the récord tributa a ese lema mayor del peronismo que dice que triunfaremos todos unidos: “Queremos hacer frentetodismo”.
Sin embargo, es lícito sospechar que el contexto haya cambiado ciertos pareceres y que el sueño del ismo propio tenga ahora alguna chance de buscar el paso a la realidad: en el concierto de las naciones internas de la coalición gobernante, La Cámpora avanza fuerte en espacios de poder que le dan territorio, tropa y recursos -ahora, además, va por sellos institucionales partidarios, como el exmítico PJ bonaerense, donde quiere mandar el subcomandante Máximo-, la vicepresidenta castiga al funcionariado designado por el Presidente desde epístolas y atriles y las paritarias para la confección de las listas legislativas de 2021 asoman en el horizonte como una cancha embarrada.
Adelante, albertistas
Al tope de la lista de comuneros aparecen el ministro de Educación repitente, Nicolás Trotta; la titular del INADI, Victoria Donda; el presidente del peronismo porteño y mentor del ministro reprobado y flamante empresario televisivo Víctor Santa María y el jefe de Gabinete de la Cancillería, Guillermo Justo Chaves.
Siguen las firmas: la diputada nacional exradical autopercibida peronista Gisela Marziotta (CABA), la exgobernadora que debe su condición de ex a una interna con La Cámpora en Tierra del Fuego, Rosana Bertone; Mayda Cresto (Entre Ríos), Carolina Gailliard (Entre Ríos), los diputados nacionales Facundo Moyano (provincia de Buenos Aires) y Martín Soria (Río Negro); la secretaria de Turismo, Yanina Martínez; la titular del Instituto Contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo porteña, María Rachid, y unos cuantos etcéteras.
Ismo prudente o corto
Hay dos terminales claramente albertistas en la génesis de la agrupación comunera: el santamarismo y el Grupo Callao, el tanque de pensamiento que armó el ahora presidente en el amanecer de 2018 con jóvenes promesas del peronismo no muy kirchnerista. Sin embargo, no hay ilustres con despacho en la Casa Rosada. Al menos, no están en la lista de buena fe: falta la dupla Cafiero-Todesca, por ejemplo.
De la barra de amigotes del PJ porteño está solamente Santa María. Faltan todos los demás albertistas en las buenas y en las malas: el diputado Eduardo Valdés, el secretario general de la presidencia, Julio Vitobello; el embajador en Washington, Jorge Argüello, y toda esa barra.
Opciones: exceso de prudencia o albertismo docemesino y recortado. Foquista, en todo caso.