Los más picantes del establishment sintetizan la viabilidad de una tercera opción electoral con una frase: “Tan mal está la cosa que hasta el Tano votaría hoy por (Roberto) Lavagna”. El Tano es Cristiano Rattazi, el titular de la FIAT que militó Cambiemos y hasta fiscalizó elecciones para su amigo Mauricio Macri.
En su cocoliche habitual, el empresario se queja en privado por haber sido uno de los pocos que invirtió en este gobierno algo más que confianza. Además de eso, puso muchos dólares para producir en el país el Cronos, un auto en el que se esforzó para tener un nivel de integración nacional cercano al 70% y poder vender en grande a Brasil. Como aquel “Justicialista” de Perón, el Cronos debía ser el auto del macrismo. Pero el vehículo terminó, en realidad, impulsando la crisis de FIAT en un contexto general de la industria muy negativo. Se verá esto en los balances de la firma italiana en 2020.
La tercera vía, una opción peronista alternativa, la ancha avenida del medio, se reproduce como conejos en una idea fuerza dentro del Círculo Rojo: que la crisis se va a extender al menos dos años más en terreno del futuro gobierno y que el problema de la grieta no es el resultado de las elecciones de octubre, sino que el clima general, social y de negocios sería complejo si triunfaran Macri o Cristina Fernández, más en la faz personal que en lo que significan políticamente esos espacios.
El problema para los CEOs es más Macri que Cambiemos. Eso hace imposible, además, jugarle un pleno a Vidal, lo que termina redundando en un fortalecimiento de la tercera opción que salte la grieta.
Algo por el estilo blanqueó el economista Miguel Ángel Broda, cuando confesó que sus clientes preferirían hoy a Lavagna antes que a Macri, algo impensado en 2018. Pero en los últimos días, la teoría del lavagnismo creciente empezó a mutar en el pensamiento de una tercera opción más consolidada, una que nuclee a toda la opción PJ no K. Cayó bien un gesto del tigrense Sergio Massa, para el que el empresariado no es un lecho de rosas: en una entrevista con Luis Novaresio admitió que si le ganara a Lavagna en una interna lo tendría en su equipo y que, si ocurriera lo inverso, sería el primero en darle el apoyo. “Si eso pasa, hay altas chances de que el Gobierno pierda un ballotage”, se entusiasmó ante Letra P un industrial de la UIA, de los más enojados con el Gobierno. En esta misma línea, tal como publicó la semana anterior este medio, la experimentación es además interna en el propio Cambiemos, donde aparece fuerte la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal.
No es complejo leer, hoy, la cabeza del establishment: el problema para los CEOs es más Macri que Cambiemos. Eso hace imposible, además, jugarle un pleno a Vidal, lo que termina redundando en un fortalecimiento de la tercera opción que salte la grieta.
Lo que es más difícil de diagnosticar es dónde, cómo y por qué empezó un quiebre tan radical entre el Círculo Rojo y el Presidente. Empecemos por el final: el debilitamiento político de Cambiemos y de la figura de Macri, expuso crudamente -aunque aún muchos son prudentes con las palabras- las penurias del poder económico. Este período coincide con la peor crisis económica y política del macrismo, pero tiene dos raíces. Una es la pérdida de la ilusión sobre cambios de fondo y políticas afines a los CEOs (reducción de impuestos, exportaciones libres, etcétera), que derivó en una recesión furibunda con un mercado interno depredado y el externo poco accesible. La otra es la más delicada: los empresarios no le perdonan a Macri la embestida de la investigación de los cuadernos de la corrupción K. Ocurre, es cierto, en altísimas esferas, y recae hacia segundas líneas con recomendaciones de una comunicación amable e hipócrita: “Que se investigue lo que se tenga que investigar”.
¿Plan V? Vidal, creen los CEOs, oxigenaría a Cambiemos.
A decir verdad, los CEOs entienden que esas causas y la sobreactuación oficial con el asunto enrarecieron el vínculo y perjudicaron los negocios de una burguesía históricamente acostumbrada a los negocios espurios con el Estado. El caso emblemático, el quiebre, fue el de Paolo Rocca, el jefe de Techint.
En su entorno cuentan que siempre se pensó intocable, como uno de los hombres más fuertes del Círculo Rojo. Pero en el Gobierno aseguran que Macri lo tiene en la mira y “no piensa perdonarle ni una más”. Es que Paolo decidió darle la pelea a Macri en la pública, amenazando con abandonar la operación y las inversiones en Vaca Muerta, unas horas después de que Gustavo Lopetegui, el secretario de Energía, le comunicara el fin de los subsidios en el área. En esta disputa, el Gobierno pareció tener razón, más allá de que los CEOs lo entiendan como un corte en la seguridad jurídica.
El vínculo entre el empresariado más encumbrado y Macri parece no tener retorno. “Eso se va a ver cuando pongan plata en la campaña”, se adelantó un banquero, uno de los pocos núcleos que bancan el Modelo M. Mientras juntan dinero y esperan la ley de financiamiento, definen muchos qué hacer, con una idea única: es una fija que Macri será el candidato, pero esta vez la competencia será otra.