La crisis interna había llegado al límite de forzar el cierre de la sede del PRO de la calle Balcarce durante 24 horas. En la previa del 10D y el traspaso de mando, las tribus del partido que fundó Mauricio Macri entraron en una guerra sin cuartel por el edificio ubicado a metros de Plaza de Mayo. Sin embargo, en las vísperas de Navidad surgió el milagro y se aplacaron los ánimos entre los alfiles del ex presidente, el larretismo y el desembarco de Patricia Bullrich, futura presidenta del espacio amarillo.
Un tuit de Luciana Salazar sobre las internas en el PRO recorrió chats de WhatsApp de militantes, ex funcionarios y diputados nacionales durante este domingo. “¿Interna inmobiliaria?”, se preguntó la actriz y generó una cascada de mensajes en los celulares de los dirigentes implicados. El contenido que publicó Salazar expuso públicamente los cruces por la sede de Balcarce que, además de un componente simbólico, condensa un contenido político y es un capítulo más de la lucha ulterior: hacia dónde navega el barco amarillo con Macri ausente y el regreso del peronismo.
El edificio insignia del PRO, desde donde se craneó y ejecutó parte de la última campaña electoral, para algunos funcionará como un refugio, para otros, como para los fieles a Horacio Rodríguez Larreta, será la plataforma para desandar el camino presidencial de su jefe político. También, sostienen en la Jefatura de Gobierno y coinciden en las huestes de María Eugenia Vidal, el lugar propicio desde donde dar la disputa interna para lavarle la cara al partido y conectar con el 41% sin caer en la zona de comfort. Eufemismos afuera, acumular capital político sin que el PRO se convierta en una trinchera antiperonista.
La firma de la paz llegó tras un acuerdo para dividir roles y hasta mobiliario. La riña recién culminó cuando un histórico del PRO tomó el teléfono y llamó a los involucrados para apagar el incendio. Mientras tanto, Macri optó por correrse de la primera plana. El ex jefe de Gabinete Marcos Peña sigue los mismos pasos y se alejó de la cotidianidad del PRO, donde se hizo y deshizo con nula resistencia durante los cuatros años de Cambiemos en la Casa Rosada.
El reparto fue entre Larreta y los ex ministros Bullrich y Guillermo Dietrich. El primer piso de la sede quedó para la Fundación Pensar que, como contó Letra P, conducirá el larretista Franco Moccia. Dietrich, que absorbe el área de voluntariado y movilización del peñista Federico Morales, tomó el segundo piso.
El exministro viene de conducir el equipo de fiscales que cuidó la boleta de Juntos por el Cambio y ahora tendrá la misión de volcar todo ese esquema dentro de la red de voluntarios amarillos que serán el músculo en la calle del posmacrismo con Macri. Dietrich llega empoderado por el ex presidente y choca con el armado de Bullrich y con el de Larreta, que eligen olvidar viejas rencillas para cerrar filas e impedir su avance.
Bajo esa lógica, pese a las diferencias, Bullrich como futura presidenta y el larretista Eduardo Macchiavelli como secretario general, buscan marcar la cancha y plantarse como autoridades a la espera de la confirmación oficial. Todo indica que el PRO reafirmará sus cargos partidarios en la primera semana de febrero. Ambos compartirán el tercer piso del edificio de Balcarce y avenida Belgrano, donde también está la administración.
En tanto, el PRO bonaerense y la contaduría quedarán en el cuarto piso, mientras que el quinto queda para sala de reuniones y más oficinas.