La decisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de cerrar el ingreso de acero y aluminio argentino al mercado norteamericano no tomó por sorpresa a la Casa Rosada, pero prendió nuevas luces de emergencia en la relación bilateral. La medida pone en riesgo una facturación anual de 650 millones de dólares anuales, pero ante las consultas de Letra P, fuentes de la Casa Rosada buscaron desdramatizar la medida, que había sido oficializada por la Casa Blanca de antemano. "Sólo será por un tiempo", aseguró una fuente del Palacio de Hacienda, respecto a la decisión ejecutiva que regirá dentro de 15 días.
Durante la noche de este jueves, la Cancillería informó que aprovechará esa cuenta regresiva y "dialogará con las autoridades correspondientes de los Estados Unidos con miras a lograr la excepción de esos aranceles para las exportaciones argentinas de ambos productos", en referencia al arancel del 10% para el aluminio y del 25% para el acero. En un comunicado oficial, el Palacio San Martín recordó que junto al Ministerio de Producción, "enviaron el viernes pasado –ante la inminencia del anuncio concretado este jueves– sendas notas al titular del Departamento de Comercio (Wilbur Ross), así como al Representante de Comercio norteamericano precisando los motivos por los cuales nuestro país entiende debería quedar exento de esta aplicación arancelaria. Entre estos argumentos, se destaca la baja participación que tienen las ventas nacionales en el mercado norteamericano. En efecto, las exportaciones argentinas representan sólo 0,6% del acero y 2,3% del aluminio de todas las importaciones que hace EE.UU. en ambos rubros y, por lo tanto, Argentina no es causante ni contribuye a las distorsiones que afectan a los mercados mundiales y a los EE.UU.", remató la comunicación oficial para inaugurar una nueva etapa de negociaciones entre ambos países.
El revés para los industriales argentinos del acero y el aluminio -especialmente Techint y Aluar- sucede dos semanas después del freno al ingreso de biodiesel local, en medio de contenidas amenazas nacionales de denunciar a Estados Unidos ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). La razón oficial para contener el malestar de los empresarios nacionales tiene que ver con un compás de espera clave. “No moveremos nada hasta que el Congreso norteamericano apruebe la renovación del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) que presentó Trump en diciembre”, confirmaron fuentes del gabinete económico.
El SGP rigió hasta 2011 y su reanudación implicaría arancel cero para 30 productos locales que ya se exportan a Estados Unidos por 380 millones de dólares, con beneficios fiscales hasta 2020 para el ingreso de frutillas y manzanas secas, además de vinos, aceite de olivas, cueros y maníes. Sin embargo, el compás de espera para no perjudicar a un puñado de exportadores frutihortícolas cosecha incertidumbre en las demás actividades que pujan por el mercado norteamericano en la era “América Primero” de Trump.
¿MALOS NEGOCIADORES? Desde Washington, un empresario argentino que sigue las charlas bilaterales no se mostró confiado en un desenlace positivo en la negociación que anunció el Gobierno y lamentó la “notable ausencia de lobby para encontrar una salida a esta situación".
"Acá sabemos que la respuesta oficial argentina es que el problema con el acero será por un tiempo, pero también tenemos presente que no será poco tiempo, porque si Trump revierte su decisión y le dan luz verde a la Argentina, subirían las tarifas para otros países. Trump quiere equilibrar a su manera, como si fuera un almacenero. Hoy van a pagar todos un impuesto más alto, salvo México y Canadá. Si mañana la Casa Blanca exime a la Argentina, otros pagarían la diferencia. Pero no le encuentran la vuelta porque no aprovechan el SGP para negociar, hasta ahora no lo han sabido usar”, lamentó la fuente.
El golpe para el acero y el aluminio impactan directamente en dos gigantes argentinos: Aluar y Techint, aunque la empresa que pertenece a Paolo Rocca hizo un movimiento clave para reducir daños: el 26 de abril de 2017 llevó al presidente Mauricio Macri a la ciudad texana de Houston para que participara de la inauguración de su planta, erigida en suelo estadounidense, para fabricar tubos de acero sin costura para la industria petrolífera y gasífera por 2.000 millones de dólares.
El gesto de Macri fue dentro de la misma visita que concluyó con un almuerzo en la Casa Blanca para retomar la relación bilateral tras la llegada de Trump. La planta de Techint, que generó 1500 puestos para trabajadores estadounidenses, ya tiene un año y medio de funcionamiento y fue construida en medio de una activa campaña internacional para evitar que Argentina reconociera a China como economía de mercado y luego para denunciar un punto coincidente con la administración Trump: que los precios internacionales del acero estaban alimentados por la presencia de la siderurgia oriental.