La belleza parisina y los brillos del protocolo presidencial galo no lograron sacar al presidente Mauricio Macri de su preocupación por la situación local. Sin embargo, cuando volvió a Buenos Aires y buscó relanzar su agenda política con la veda de familiares dentro del Gobierno, el líder de Cambiemos volvió a tropezar con Francia, especialmente, cuando intentó hacer un balance sobre su primer viaje del año al exterior que comenzó en Moscú, con una visita oficial a su par Vladimir Putin, continuó en Davos (Suiza) y concluyó con el plato más fuerte del recorrido: una reunión privada con su anfitrión tricolor, Emmanuel Macron.
Una semana después del encuentro parisino, la intensidad francesa no se disipó dentro de la Casa Rosada, pero al calor del malestar que admiten distintos colaboradores del Presidente sobre el desempeño del canciller Jorge Faurie al frente del acercamiento con Macron y de las expectativas que alimentaron sus funcionarios sobre un posible acuerdo entre ambos mandatarios para destrabar la negociación, que continuó en Bruselas, pero sin “las grandes expectativas” que Macri le dedicó cuando salió del Palacio del Elíseo y ya se había encontrado con la dureza del mandatario galo.
“Apenas Mauricio asumió la Presidencia, lo designó como embajador en Francia; antes, había escuchado con detalle sus conocimientos de ceremonial para sortear el escándalo de la entrega de los atributos que CFK no quiso darle y en mayo lo ascendió a canciller, pero nada de eso le permitió a Jorge encontrarle la vuelta a la relación con Francia, que sigue tan complicada como siempre”, se lamentó un alto funcionario para justificar la desilusión presidencial por el desempeño de la Cancillería en la primera gira al exterior del año.
ORÍGENES DE UNA INTERNA SOLAPADA. Faurie llegó a la jefatura del Palacio San Martin para reemplazar a su antecesora, Susana Malcorra, que luego reconoció la existencia de profundas diferencias con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y con Macri. En rigor, la máxima tensión de la entonces Canciller era con el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, que depende orgánicamente de Peña, pero cumple funciones como “canciller en las sombras”. Tan determinante es el peso de Pompeo en el entorno presidencial, que logró promover a Faurie como sucesor de Malcorra. A siete meses de ese enroque, en la Rosada siguen resonando los ecos de una renovada interna palaciega, que ahora se ventila al calor del malestar oficial por los magros resultados de la gira en el exterior.
Además de la lista de frustraciones por la gira europea, en el Palacio San Martín admiten la existencia de otros malestares que reflejan las contradicciones de la conducción del aparato de relaciones exteriores. La llegada de Faurie fue leída como un espaldarazo presidencial a los diplomáticos profesionales, porque se trataba de un embajador de carrera, formado en las entrañas del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN). “Jorge fue relegado al ceremonial, al protocolo y a la hiperactividad de las relaciones consulares, pero lo político no pasa por Cancillería, sino por la Casa Rosada”, se quejó un funcionario diplomático consultado por Letra P, que en su momento había celebrado la designación de Faurie.
DESIGNACIONES Y CONTROL DEL G20. En las entrañas del aparato diplomático, la mayor atención del año está puesta en la realización de la cumbre del G-20 en la Ciudad de Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre. Tal como contó este medio, el sherpa al frente de la primera edición sudamericana es el vicanciller Pedro Villagra Delgado, pero el sherpa adjunto es el secretario Pompeo.
De hecho, la unidad que tiene en sus manos la organización del G-20 antes dependía de la secretaría general de la Presidencia, a cargo de Fernando De Andreis, y ahora pasó a la órbita de la Jefatura de Gabinete, donde también reporta Pompeo. “Ese organismo debería depender directamente de la Cancillería, pero, en su lugar, se quedaron con las designaciones de cargos muy importantes”, se quejó otro diplomático de carrera en referencia a la designación de Jessica Cox al frente del área de prensa internacional de la cumbre. Cox es ciudadana inglesa, y es la pareja del flamante subsecretario de Relaciones Institucionales y Diplomacia Pública del Ministerio de Relaciones Exteriores, Tomás Kroyer, que cultiva una estrecho vínculo con el ministro coordinador Peña.
LA RESPUESTA DE CANCILLERÍA. Ante las consultas de este medio, en la Cancillería corrigieron la información sobre las funciones de Cox. “Ella trabaja debajo de Pilar Conci, que es la coordinadora de comunicación”, explicó una fuente diplomática que no eludió las preguntas sobre los rumores respecto al resultado de la gira europea. “El error es de los que pensaban que Macri se iba de Francia con el acuerdo Mercosur – UE en la mano. Nunca iba a ocurrir eso. El acuerdo no es de Francia y Argentina. Es de dos bloques económicos. La reunión fue excelente. No hay crítica ni del Presidente ni de Peña ni de Mario”, dijo la fuente en referencia al vicejefe de Gabinete, Mario Quintana. “Hay más humo que realidad en esas 'críticas'. Nos tienen sin cuidado, porque son más temas prenseros que temas políticos”, completó la fuente consultada para relativizar la dimensión de las internas, pero sin negar su existencia.