“Diferencias hubo siempre, pero con el súper clásico las cosas llegaron a un punto de no retorno que empeoró con el correr de los días. La línea quedó marcada durante el fin de semana”, contó a Letra P un habitante de Balcarce 50 para hacer un balance provisorio respecto a la serie de internas que protagoniza Patricia Bullrich desde que conduce el Ministerio de Seguridad de la Nación. “Cuenta con el respaldo de (el presidente Mauricio) Macri, pero también ha estado a punto de perderlo en distintas oportunidades. Ahora ya no tiene a quién echarle la culpa para la mayor asignatura que le confió Mauricio: garantizar la seguridad del G20”, advierte otro de los funcionarios afectados al dispositivo que "Pato" conduce, casi en soledad desde esta semana, con los jefes de las fuerzas de seguridad y con la inesperada compañía del vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli, junto al virtual titular de la policía de la Ciudad, Marcelo D'Alessandro, que se mantiene en el mismo puesto a pesar de la renuncia que presentó su superior inmediato, el ministro porteño Martín Ocampo, la única cabeza que rodó en medio del escándalo desatado por los incidentes de la fallida realización del partido final de la Copa Libertadores entre River y Boca.
El nuevo elenco afrontará el desarrollo de la cumbre y también las consecuencias del éxito o el fracaso del operativo. Con la instalación de las primeras zonas vedadas, ya comenzó el virtual sitio de una parte de la Capital a cargo de 22.000 efectivos, con un perímetro custodiado por francotiradores, grupos de élite y zonas específicas de evacuación en caso de emergencia. El escándalo del súper clásico fue el preludio de "un examen operativo" para Bullrich, una de las pocas integrantes del Ejecutivo que no perdió poder durante la reducción del gabinete a la mitad, hace casi tres meses.
LA DESPEDIDA DE MARTÍN. La partida forzada de Ocampo por la crisis del superclásico todavía resuena en algunos escritorios de la Casa Rosada, especialmente por el reportaje de despedida que le concedió a Radio Con Vos para coronar su salida. "Hubo falencias en la organización de la estrategia. Se tomaron medidas de previsión pero no fueron exitosas. Había una estrategia con respecto al ingreso del micro que, claramente, no funcionó", pero “el responsable político soy yo”, dijo este martes por la noche Ocampo para ponerle su registro personal a la dimisión que reclamó Macri durante todo el fin de semana.
El reportaje no sólo tuvo una autocrítica. También un dardo para su par nacional, Patricia Bullrich, a quien le adjudican una persistente insistencia por demolerlo, en un clima de sospechas mutuas sobre las "desinteligencias" entre ambas jurisdicciones. El mensaje del renunciante habló de los errores compartidos en la seguridad sobre el ingreso del ómnibus donde viajaban los jugadores de Boca, pero, sin decirlo, también apuntó a los prefectos responsables del cordón de seguridad en la curva donde el micro fue apedreado, un pelotón de uniformados que dependen de una fuerza que controla Bullrich. Según contó Letra P, hasta el comando unificado que funciona para la seguridad del G20 concluyó en que hubo "problemas de comunicación y coordinación" entre la Nación y la Ciudad para custodiar al equipo. El dispositivo integrado por civiles, militares, prefectos, gendarmes y policías es conducido por Bullrich y esa evaluación fue la base material de la "autocrítica con acusaciones" que lanzó Ocampo.
El dato pasó inadvertido para los oyentes desprevenidos, pero dentro de la Casa Rosada fue interpretado como parte de las disputas que mantuvieron ambos funcionarios desde que ocupan dos de las carteras más calientes de la gestión PRO. "El problema de los piquetes es un problema de la política, no de la Seguridad y de la policía", redondeó el entrevistado para reflejar una de las disputas más álgidas entre ambas administraciones por los costos políticos de la represión contra cortes de calles y movilizaciones, que fueron forjando el desgaste político del gobierno de Cambiemos. Para Ocampo, autor de ese mensaje oral, casi cifrado, la política represiva de Cambiemos depende de Macri y el presunto dilema que existió sobre su dureza habría sido saldado a favor de Bullrich y en contra del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Entre la ex diputada y el alcalde habrían posiciones divergentes sobre la intervención represiva ante piquetes y movilizaciones, que en territorio porteño fueron fielmente aplicadas por Ocampo.
Quizás por esa razón, en el Parque de los Patricios, entorno de la sede comunal, sostienen con elegancia que "Pato se cargó a un viejo enemigo, pero se ganó a uno nuevo", en referencia a la crisis que tuvo que afrontar Larreta por el súper clásico a costa de resignar a su ministro de Seguridad y reemplazarlo por su vicejefe, que acude "en comisión" para emprolijar el vínculo con Bullrich. Santilli deberá lidiar con una funcionaria que fue investida por Macri como su mejor intérprete en términos de seguridad: una de las principales preocupaciones que aparecen en las encuestas y que les permite a los exégetas de la ministra arriesgar una posible candidatura en 2019, con la previsible consigna de representar aquella demanda del electorado alimentada por el miedo.
En el prisma de los analistas que leen el escenario político para Macri, la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil es un laboratorio vivo sobre los alcances políticos de esa variable. Bullrich no es ajena a ese sondeo, aunque por estos días adoptó un bajo perfil, más acorde a sus funciones casi diplomáticas del G20 que a la faena discursiva diaria que suele protagonizar para construir su "perfil polarizador".
Tal aspereza en la gestión y en el discurso público le sumó oponentes dentro y fuera del Gobierno. Pero la cantidad que detenta es directamente proporcional al poder que sumó luego de dos crisis determinantes: la desaparición y muerte de Santiago Maldonado en cercanías de Esquel, provincia de Chubut (luego de un operativo de desalojo ordenado por la Justicia y ejecutado por Gendarmería), y el asesinato del joven Rafael Nahuel el 25 de noviembre del mismo año, en las inmediaciones del Lago Mascardi, cerca de Bariloche. El área lacustre estuvo custodiada en esas jornadas por efectivos de Prefectura, bajo órdenes del mismo comando unificado del G20, que hace un año estaba a cargo de la custodia del Hotel Llao Llao para la reunión de ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales, prevista en la agenda de la cumbre.
El asesinato de Nahuel y la desaparición seguida de muerte de Maldonado marcaron a Bullrich. No sólo por su defensa cerrada de los efectivos involucrados, sino por el vidrioso rol de dos colaboradores que ahora pasaron a un segundo plano: el ex secretario de Cooperación con los Poderes Judiciales, Ministerios Públicos y Legislaturas del Ministerio de Seguridad, Gonzalo Cané, que luego de las denuncias en su contra por dirigir los testimonios de uniformados involucrados en los dos casos renunió "por motivos personales". Fue reemplazado por la segunda pieza clave para Bullrich: su ex jefe de Gabinete ministerial, Pablo Nocetti, que sigue siempre al lado de Bullrich.
La mujer salvó a los dos funcionarios, pero su vehemencia para defenderlos y cargar contra las víctimas la dejaron con menos aliados en el gabinete y con más críticos dentro de Cambiemos. Su único sostén ha sido el Presidente y, desde hace un año, la realización del G20, que le permitió estrechar mucho más los vínculos que históricamente mantiene con los Estados Unidos y con Israel, no sólo para la compra de armamento, sino también para el desarrollo de cybernegocios de seguridad cultivados por su esposo, Guillermo Yanco, y el empresario y titular de la Cámara de Comercio Argentino-Israelí, Mario Montoto.
Parte de esa ferretería y de los conocimientos importados forman parte del cable de acero que sostiene a Bullrich al frente de la cartera de Seguridad, mientras transita los días más esperados por el Presidente desde que le propuso que se encargara de la coordinación de la cumbre y la llevó a Hamburgo para tomar contacto con los funcionarios extranjeros que intervenían en la cumbre anterior y la acompañan desde entonces, como "consultores externos".
En la Casa Rosada admiten que sobre esa coordinación en las sombras radica la firmeza de Bullrich para diseñar un ambicioso dispositivo, para el que nunca fue formada, Lo administra junto a un elenco de uniformados que no la cuestionan y que "prometieron cohesión y compromiso para que la seguridad de la cumbre sea exitosa". Para cerrar filas "hubo gente que quedó afuera de ese armado". El último en salir de ese entorno fue Ocampo, con quien mantiene una tensa y esquiva relación desde que lo denunció por presuntas coimas en 2004. Una herida que jamás cerró.
"Ella tiene un equipo, pero no son sus secretarios, sino su entorno más inmediato. Con los otros mantiene una relación complicada desde hace años, como con (Eugenio) Burzaco, que no se lo banca", dice un ex compañero de bancada de Bullrich en Diputados que todavía tiene contactos con la ministra. La relación con el secretario de Seguridad siempre fue tensa, al punto de que ella buscó sacarlo del cargo. Cuando no pudo duplicó parte de la estructura ministerial y ascendió al actual jefe de Gabinete del ministerio, Gerardo Millman, en el cargo que tuvo Nocetti y que ahora funciona como un virtual espejo operativo de Burzaco en la relación con los jefes uniformados de las fuerzas federales.
Por la cumbre, esas cuitas han quedado en las bambalinas del operativo, donde todos danzan de acuerdo a las instrucciones de Bullrich, por ahora empoderada tras la dimisión de su viejo enemigo íntimo. Dicen que está confiada sobre su continuidad en el cargo. Aunque su suerte, como bien sabe, está atada a que la puesta en escena internacional de la cumbre no sufra ningún sobresalto. Cuando concluya, Pato será nuevamente evaluada por el Presidente. También, por los consultores y partners extranjeros. Cuando termine el examen y sepa el resultado, posiblemente deba definirse entre el regreso a las campañas permanentes para capitalizar la mano dura que aplica en su gestión o a un retiro que en su entorno por ahora consideran improbable.