Al presidente Mauricio Macri le gusta ver, en soledad y en silencio, los partidos que juega Boca, el club que condujo antes de desembarcar en la política partidaria. No le gusta que le hablen, ni que le pregunten nada durante los 90 minutos. “A lo sumo relaja un poco en el entretiempo, pero esta vez no pudo ni eso, porque al final no hubo partido y se la pasó hablando por teléfono con dos funcionarios, en algunos casos bastante fuerte”, contó a Letra P una fuente oficial que fue testigo de los tironeos del fin de semana por la fallida realización del partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores.
Las dos personas con quienes más intercambios telefónicos tuvo Macri en las últimas horas fueron la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Con ambos, dicen en Balcarce 50, “perdió la paciencia varias veces”, aunque los contrapuntos más amargos habrían sido con el jefe de Gobierno porteño, a quien le reclamó la cabeza de algunos de sus funcionarios subalternos.
El desenlace de ese malestar se cocinó entre las bravatas presidenciales prodigadas desde Chapadmalal (donde sólo estuvo con la primera dama, Juliana Awada y su hija Antonia) y la reunión de gabinete de este lunes por la mañana, en la Casa Rosada. “Después de quejarse delante de los ministros, tomó la decisión de hablar con la prensa, pero solamente para insistir que nadie de la oposición dijo una sola palabra sobre los incidentes”, contó una fuente de Balcarce 50.
En el Gobierno cuentan que fue tanta la bronca que destiló el jefe de Estado desde la residencia vacacional que algunos integrantes del PRO se animaron a deslizar el desplazamiento de funcionarios, especialmente porteños. “También porque Bullrich aprovechó para echarle toda la culpa que pudo a sus pares porteños”, contó otro miembro del partido amarillo que conoce las internas originarias que separan a Bullrich de su par capitalino, el ahora renunciado ministro de Justicia y Seguridad de la Ciudad, Martín Ocampo.
La balanza terminó de saldarse entre la reunión de gabinete y la oficialización que hizo el gobierno porteño sobre la dimisión de Ocampo. El giro confirmó la densidad del malestar en el Gobierno y “la necesidad de que hubiera un responsable por el papelón del superclásico antes de la cumbre”.
Sin embargo, el mensaje que más impactó en el gobierno porteño no fue el apelativo a la oposición que hizo Macri durante la conferencia de prensa, sino la decisión de responsabilizar por completo a la administración Larreta. “El destinatario de ese mensaje era Ocampo. El tiempo para que se fueran era este lunes o después del G20, y parece que Larreta comprendió el mensaje y le pidió la renuncia”, evaluó una fuente de Balcarce 50 para explicar por qué el Gobierno comenzó la jornada con un mensaje contra la oposición y lo terminó con la renuncia de un ministro porteño, vinculado amistosa y familiarmente con el presidente de Boca, Daniel Angelici.
CRUJIDOS PREVIOS. Pocas horas antes de la dimisión, una alta fuente de la Casa Rosada había buscado bajarle el tono a los recambios por la crisis fubolística. “No habrá ningún cambio hasta que termine el G20, estamos a un paso de poner en práctica todo lo que hemos planificado en mapas, planitos, esquemas y power points. Sería un papelón hacer algún cambio de las autoridades de la seguridad de la cumbre, pero también es cierto que un G20 sin quilombos le puede salvar la cabeza a varios funcionarios que en estos días están pisando en falso”, retrató una fuente vinculada a la organización de la cumbre mundial, que pasa sus días entre las reuniones cotidianas del comando unificado y este sábado aguardaba que concluyeran las tareas de custodia deportiva para concentrarse en el blindaje de los presidentes que comenzarán a llegar a Buenos Aires desde el miércoles por la noche.
Tal como anticipó Letra P, la aplicación de algunas zonas vedadas comenzará este martes en algunas zonas de la capital. Será el estreno del “minuto a minuto” del comando unificado creado para la custodia del G20, que conduce Bullrich, con representantes de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, además de interlocutores de las cuatro fuerzas de seguridad federales y del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. Esa mesa integrada por civiles, policías y militares funciona desde el año pasado, aunque desde hace una semana está en pleno ejercicio de sus mecanismos de control. Los problemas originados en la organización del Superclásico no fueron ajenos al comando.
“Hubo un balance técnico: la evaluación es que hubo una falla de comunicación entre la Ciudad y la Nación, porque una jurisdicción no le avisó a la otra sobre los riesgos en la esquina de los piedrazos”, confió una fuente vinculada a la organización de la cumbre, en referencia a las “desinteligencias” que habrían protagonizado los jefes del operativo de la Policía de la Ciudad, con sus pares de Prefectura afectados para el despliegue.
“Por fuera de ese problema, el balance es positivo, pero todavía no salimos del escritorio. Las definiciones empiezan este martes, cuando salgamos a la cancha y sabremos realmente si lo planificado se puede llevar a cabo. Si se cumple sin sobresaltos es posible que los problemas de la realización del partido sean superados. Pero si hay más complicaciones, es posible que haya más malestar”, confió la fuente. Pocas horas después, el gobierno porteño confirmó la dimisión de Ocampo, su reemplazo provisorio por el vicejefe de Gobierno Diego Santilli, y la permanencia del secretario de Seguridad de la Ciudad, Marcelo D’Alessandro.