MEMORIA & BALANCE

La tregua Felices Fiestas

Luego del bono sui generis y cerca de culminar el año, el Gobierno empezó a mover fichas con gremios y empresarios para relajar la crítica y evitar un diciembre caliente. La obsesión por el G-20.

“Y… estamos con la bronca contenida, un poquito de enojo hay, pero sabemos que la cosa está complicada. Y la CGT también lo sabe”, cuenta a Letra P un alto empresario mercantil que se va a apurado del Hotel Alvear, luego del evento de los 75 años del Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICYP). El CEO en cuestión fue uno de los pocos que se sentaron con el Gobierno a negociar el bono de $5.000, una herramienta del Ejecutivo para desactivar un paro nacional que, a ciencia cierta, el sindicalismo tenía más ganas de posponer que de realizar. Ese plus, una compensación sui generis que, gracias a trampas del decreto, la mayoría no sabe si pagará en tiempo y forma, es precisamente uno de los puntos de conflicto silencioso entre el establishment, los gremios y Cambiemos.

 

La cuestión puede parecer extraña, sobre todo en una recesión que no cede, pero a los empresarios no les dolió tanto el desembolso y sus condiciones sino, más bien, el gesto. “De este gobierno no lo hubiésemos pensado nunca”, confió un alto ejecutivo de la banca privada en el mismo evento del CICYP. Ni el propio Cristiano Rattazzi, titular de la FIAT y militante del oficialismo, comprendía el porqué del bono. Pero cerraron filas, tácitamente, detrás de un discurso conciliador y acrítico con los que tomaron las decisiones.

 

En el sector sindical ocurrió algo similar. Hubo silencio por lo que las bases consideraron una limosna. En medio de la ruptura interna del movimiento obrero, la CGT optó por la comprensión. Héctor Daer, del gremio de la Sanidad y parte de la ahora dupla de la central Azopardo, habló con varios empresarios sobre el plus para ver la manera de que “todos los trabajadores puedan cobrar al menos algo”.

 

 

Daer y Acuña, el dúo de la CGT, confundido con los alcances del bono.

 

 

¿Por qué pasa lo que pasa y no hay conflicto por la recesión ni por la política económica? El Gobierno puso a dos ministros a jugar en el articulado sectorial con privados y trabajadores. El primero, el nuevo superministro de la Producción y el Trabajo, Dante Sica. Es el más ocupado en mantener la calma, tema del que habló hace unas horas con dirigentes de Techint en un evento del holding que compartió con Martin Berardi, de Ternium. El otro es el jefe de Hacienda, Nicolás Dujovne, cada vez con mayor ascendencia en el despacho del presidente Mauricio Macri. Son las espadas del Gobierno, junto a la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, para contener la bronca del Círculo Rojo, los gremios y los movimientos sociales y de tierras.

 

Todos los empresarios y sindicatos con los que habló Letra P aseguraron que conversan “todo el tiempo con el gobierno de estos temas y está la idea de poner el hombro”. ¿El hombro a qué y por qué?

 

Macri y su mesa chica le temen al paquete previo a las Fiestas Felices. La reunión del G-20, el post River-Boca y la temperatura en la calle cuando el sol empiece a pegar por encima de los 30 grados. Allí el Gobierno tiene previsto sostener buena parte del esquema de seguridad del G-20 durante diciembre en el caso de que inicien los pedidos de alimentos y reclamos en las puertas de los supermercados. Este sector, el del retail, atraviesa una de las crisis más severas de los últimos quince años. Sin embargo, cuando los popes de la Asociación de Supermercados Argentinos (ASU) se sentaron juntos hace unos días en su evento anual en La Rural, la basura se escondió debajo de la alfombra y no hubo críticas, cuestionamientos ni exigencias. “El trabajo sucio lo hicieron nuestras consultoras”, dijo y rió un CEO que acompaño a Federico Braun, de La Anónima, y a Alfredo Coto. Es que, antes del panel de los supermercadistas cuidados, las firmas Kantar Worldpanel, Nielsen y W graficaron un panorama negro no solo para 2018 sino, también, para toda la primera mitad de 2019.

 

 

Los popes de los supermercados, sin críticas a pesar de la crisis que los dejó con balances en rojo.

 

 

“Nos comeremos el sapo y el año que viene veremos qué pasa, pero el caos, hoy, es peor para todos”, se sinceró un dirigente de la Unión Industrial Argentina (UIA). La casa fabril que comanda el aceitero Miguel Acevedo tiene una gestión de crítica incipiente pero moldeada para transitar sin conflicto lo que queda de gestión de Macri. Por eso, decidió, además, comer sapos en pos de la estabilidad.

 

En el evento del CICYP aparecieron, con gesto adusto, Isaías Drajer, del laboratorio Elea, y Alberto Álvarez Saavedra, el vice de UIA que comanda la firma Gador. Ambos fueron denunciados penalmente por Elisa Carrió por desestabilización con precios y dólar. “Hasta eso dejamos pasar, que es algo que nos dolió, pero bueno…”, se resignó uno de los afectados, dos cuadros que están al frente de la cámara de laboratorios nacionales CILFA.

 

 

 

El único lugar donde el Gobierno recibió un apoyo sincero y confianza directa fue la celebración que realizó la entidad Endeavor, que nuclea a emprendedores y unicornios, esos empresarios como Martín Migoya, de Globant; y Marcos Galperín, de Mercado Libre, dos niños mimados de Macri. Es un mundo ajeno, distante y poco habituado a tomarle el pulso a la realidad, pero uno de los que mejor están caminando.

 

En este escenario, el Círculo Rojo ni siquiera parece estar mirando la realidad en términos electorales. Subyace la confusión por el rumbo y la falta de un plan, más que el temor a un regreso del populismo, asociado en estos sectores con espacios del peronismo menos conservadores.

 

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