LA QUINTA PATA

Javier Milei y la era de la indiferencia

El Presidente corre de la rabia al desencanto. Democracia de baja intensidad y "mayorías" de 30%. El Gobierno y el peronismo mutilan su capacidad de respuesta.

Atención: no se trata solamente del anarcocapitalista, de su ideología y hasta de su carácter, sino del mencionado tsunami político. Debido a ese fenómeno, las oposiciones han sido absorbidas por la extrema derecha –buena parte de la UCR, el PRO, los provincialismos oportunistas– o, como el peronismo, severamente puestas en crisis. Esa es la otra mitad de la crisis democrática, de una era en la que las urnas se apilan como cajas vacías.

La batahola que se registró en la Cámara de Diputados esta semana expuso ese estado de cosas, en particular en una imagen extraordinaria que vale la pena reproducir a pesar de la baja calidad que impone su condición de captura de video. En ella se ve a las diputadas peronistas Florencia Carignano y Paula Penacca increpar, una con ira y otra con angustia, a José Luis Espert, quien las atiende con gesto de suficiencia. El resultado fue la caída del cuórum en una sesión que venía muy incómoda para La Libertad Avanza (LLA).

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Diputados José Luis Espert, Florencia Carignano y Paula Penacca.

Diputados José Luis Espert, Florencia Carignano y Paula Penacca.

Javier Milei, confín de la crisis de representación

La crisis de la democracia es, en el fondo, la crisis de la representación política. Esta última explicó el fenómeno Milei, tan fulgurante que puso en el gobierno a un hombre sin estructura ni cuadros suficientes para llenar el organigrama del Estado, un objetivo de mínima que le costó varios meses. Si su ascenso fue un triunfo de la rabia, su consolidación consagra una etapa superior: la indiferencia.

Las elecciones más recientes (Santa Fe y Formosa) "confirmaron que la baja participación de la ciudadanía es una tendencia. En las nueve citas a las urnas de este año, el presentismo promedió el 58%. Dicho de otro modo: dos de cada cinco personas no han votado en 2025", escribió.

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Las marcas de la indiferencia son elocuentes: Salta 59%, Chaco 52%, San Luis 65%, Jujuy 65%, Ciudad de Buenos Aires 53,3%, Misiones 55,3%, Formosa 65% y Santa Fe 54% para constituyentes y 52% en las más recientes legislativas locales.

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El insuficiente mandato de acabar con la inflación

Milei llegó como fruto de la rabia acumulada durante muchos años, síntesis de demandas insatisfechas aun más viejas que se potenciaron y se volvieron más agresivas durante el Gran Confinamiento. Entre ellas, sobresalía una: la inflación. Acabar con ella fue el primer mandato que recibió de las urnas.

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Javier Milei es un producto político de la rabia, pero sus respuestas a las demandas sociales parecen inadecuadas en el largo plazo.

Javier Milei es un producto político de la rabia, pero sus respuestas a las demandas sociales parecen inadecuadas en el largo plazo.

Sin embargo, a medida que ese fenómeno se supera como efecto –para bien y para mal– de su política de ajuste inequitativo y temerario, emergen de a poco otras aspiraciones. Sin el tapón de los precios que desquician, emerge la realidad de los salarios que no alcanzan, la informalidad del trabajo, las jubilaciones de hambre, la salud y la educación abandonadas por el Estado nacional e inabordables para los provinciales, y la infraestructura olvidada. Esta semana de frío polar y cortes masivos de gas en el país de Vaca Muerta supuso un recordatorio irritante de esta última carencia.

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Si a lo anterior se suman las violencias de la "batalla cultural, no sorprende que, por ahora, el oficialismo reine o al menos acumule recursos de poder en los sucesivos comicios locales con guarismos que no van mucho más allá del 30%. Hoy alcanza con muy poco para que los titulares digan que un candidato, un partido o una alianza "ganó".

Javier Milei, peronismo y democracia de baja intensidad

Visto desde el oficialismo, ¿eso no es acaso el núcleo duro mileísta, algo inferior a su registro de la primera vuelta de 2023 y el posible si se tiene en cuenta el modo en que el Gobierno le ha declarado la guerra a amplios sectores de la sociedad, desde las mujeres y las diversidades de género hasta peronistas y progresistas, pasando por el personal estatal, "el 90% de los periodistas" y muchas categorías más?

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Para el peronismo, números de ese porte –menores todavía en ciertos distritos– implican un descenso a niveles de indiferencia popular desconocidos.

Si la demanda social que se atiende pasa a ser una sola y encima se lo hace a un costo desmesurado para la calidad de vida, la política entra en modo LED. Varios colegas, como Juan Rezzano en Letra P y Diego Genoud en El Destape, vienen hablando de los inconvenientes que representa una democracia de baja intensidad.

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¿Habrá tiempo hasta 2027 para que el sistema político se repolarice, vuelva a matar los conatos de vías del medio y produzca dos propuestas capaces de aspirar a algo más parecido a una mayoría o la fragmentación, esa hija de la indiferencia, desquiciará y peruanizará la política, tal como desean los orfebres de una economía que también es LED?

La ultraderecha, hambre para mañana

La respuesta, desde ya, dependerá de que Gobierno y oposición atinen a dar respuestas que mínimamente conformen a quienes los escuchan y deberían votarlos. Por ahora, la política parece mutilar su capacidad de respuesta.

Una pregunta crucial es si la atención de demandas que excedan la de la estabilidad –una todavía incompleta y frágil, además– es algo que entra en el cuadrante de posibilidades de la extrema derecha.

Realmente no lo parece si Milei y los suyos no hablan de infraestructura; si Federico Sturzenegger desregula el mercado del gas justo cuando medio país tirita de frío; si se renuncia a toda idea de promoción de la actividad; si se pretende combatir la informalidad laboral declarando "formal" lo que no lo es; si se cercena un derecho cada día y si la desinflación es concebida básicamente en base al ajuste perpetuo y el atraso de los ingresos populares.

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Acaso el único rol histórico posible para el Presidente pase por cumplir con el mandato de abatir la inflación, aunque no quede claro que, como ocurre con las dietas demasiado violentas, el modo de conseguirla no tenga un efecto rebote del gasto público y un regreso nacional a las andadas cuando él ya haya pasado.

El peronismo deambula en un laberinto

Mientras, el peronismo atraviesa una pelea cruda de liderazgos que apenas quedó disimulada bajo la consigna "Cristina libre". Sin embargo, sus problemas son gigantescos.

Por un lado, Cristina Fernández de Kirchner sufre prisión domiciliaria y una privación de derechos políticos a perpetuidad. Máximo Kirchner eleva su exposición pública, pero por ahora descubre que la transmisión genética no necesariamente incluye el carisma.

Axel Kicillof es el primer mariscal que se anota para tomar el bastón, pero debe probar todavía que es capaz de prevalecer en esa interna, superar años de gestión en un país en modo motosierra y sobrevivir a las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre y nacionales del 26 de octubre.

A lo anterior se suma una dimensión doctrinaria, una renovación de ideas pendiente que sería, de existir, la verdadera autocrítica del peronismo, mucho más útil que el repudio personal a Alberto Fernández, la lavada de manos respecto de las responsabilidades compartidas en el desquicio del Frente de Todos y la admisión de "errores" con carita contrita. Curiosamente, la cancelada CFK le saca por ahora ventaja en ese ítem al gobernador de Buenos Aires.

El problema, finalmente, es que las demandas insatisfechas parecen por ahora lejos de volver a articularse desde la política y sólo se siguen acumulando.

Mientras, la rabia muta en indiferencia, una de las formas lentas en las que las democracias languidecen.

La democracia en su laberinto.
Javier Milei.

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