La disputa va tan a fondo que ni siquiera pesó demasiado el hecho de que la suspensión de las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) locales privara al peronismo provincial de una instancia para dirimir sus diferencias y llegar a los comicios con una lista de unidad. Nadie las quería y ningún sector las valoraba, lo que bastó para borrarlas de un plumazo.
Más que la conformación de una lista, argumento con el que el camporismo fingía hasta hace poco no entender de qué se trataba el desafío, lo que se dirime es más profundo: el liderazgo.
En el kicillofismo también se busca diluir el carácter atómico de una deflagración que muchos consideran inevitable. "No estamos discutiendo a Cristina, estamos discutiendo a la bandita de Máximo" Kirchner, dijo hace poco Andrés Larroque. Tampoco eso parece toda la verdad.
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Estela de Carlotto juntó a Cristina Fernández de Kirchner y a Axel Kicillof en octubre del año pasado con la excusa del 47º aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo. Sin embargo, la tensión entre ambos persistió.
Unidad o ruptura, la cuestión del peronismo
Nada está seguro en términos electorales, empezando por la eventual candidatura de CFK en la Tercera sección electoral bonaerense, que el kicillofismo entiende como un desafío carente de sentido al poder de Fernando Espinoza. Eso, claro, más allá de que la postulación está a tiro de un rechazo in limine de la Corte Suprema al recurso presentado por la expresidenta contra su condena en la causa "Vialidad".
Sobre todo no está claro si habrá unidad en septiembre y el 26 de octubre, cuando el electorado bonaerense volverá a las urnas para elegir a sus representantes en el Congreso. Los sectores en pugna no cierran esa puerta, pero los caminos para un diálogo real parecen, por ahora, bloqueados.
Si no la hubiera, Kicillof podría replantearse los propios conceptos de victoria y derrota. ¿Importa tanto una cosa u otra en comicios de mitad de mandato, cuando lo que verdaderamente se juega es la construcción de 2027?
Tal vez la unidad sea un fetiche engañoso. El peronismo la recuperó en 2019, pero no supo qué hacer con ella y terminó por engendrar un mal gobierno, un traspié histórico en 2023, un achicamiento sin precedentes en demasiadas provincias y el nacimiento del oneroso fenómeno Milei.
Una digresión: algo de eso entiende La Libertad Avanza (LLA), cuya estrategia electoral prescinde de alianzas que podrían darle triunfos de escrutinio y privilegia una construcción en la que cualquier envión sería ganancia. ¿Correría lo mismo para Kicillof si no hubiera unidad e, incluso, si perdiera la "interna abierta" con el cristinismo, pero demostrara ser capaz de llevarse un trozo significativo, insoslayable dentro de dos años, de lo que alguna vez se entendió como kirchnerismo?
Axel Kicillof y una economía de época
No cabe esperar, entonces, propuestas económicas demasiado precisas del Kicillof que busca construirse como un presidenciable. Sólo habrá nueva canción política y su métier de origen arrojará apenas propósitos y banderas.
Si se presta atención, sin embargo, surgen algunas claves.
En el contexto de las presentaciones de la reedición de su libro y tesis doctoral Volver a Keynes, el gobernador se ha mostrado, ante todo, como un pragmático.
En la entrevista que brindó esta semana en Radio Con Vos –una novedosa muestra de apertura y de disposición a hablar fuera del núcleo duro de medios afines–, señaló como uno de los principales valores de ese economista británico la idea de que "la teoría económica refleja una época y una situación (…). Se trata de la historicidad de la teoría económica".
Embed - Axel Kicillof criticó duramente al sistema económico de Milei en Pase Lo Que Pase
"Las ideas de Keynes no son directamente aplicables a la economía argentina ni a la actualidad por eso que él mismo dice (…). Escribió en 1936 y desde entonces el capitalismo se transformó, cambió el papel de los Estados nacionales, hay una nueva estructura financiera internacional, paraísos fiscales, criptomonedas, monedas privadas que empiezan a competir… Son cambios muy fuertes", añadió.
Su propio pasado como ministro de Economía demuestra que evita convertir instrumentos de gestión –el saldo presupuestario, los subsidios, el tipo de cambio y hasta el endeudamiento– en fetiches.
Los acordes de un kirchnerismo fiscalista no sonarán, aunque, en rigor, hayan sido la base del gobierno de Néstor Kirchner, de un período económicamente virtuoso y de la construcción de una vigencia de 20 años que ahora parece en retirada. ¿Será así sólo por el paso del tiempo o, en parte, también por el abandono paulatino de una política económica sana?
El Axel Kicillof realmente existente
Otra manera de aproximarse a Kicillof es observar algunos hitos de su gestión como ministro entre noviembre de 2013 y diciembre de 2015.
Ante el problema del INDEC trampeado desde mucho antes de su nombramiento, mantuvo una disputa no tan sorda con Guillermo Moreno, quien terminó eyectado de la Secretaría de Comercio Interior y enviado como agregado económico a la embajada en Italia. Ese fue, para el hasta entonces "supersecretario", el motor de un resentimiento duradero.
Rechazó un acuerdo con los fondos buitres que litigaban contra el Estado, pero renegoció la deuda con el Club de París para facilitar una normalización financiera.
Gobernó con cepo, pero convalidó una devaluación ya inevitable a comienzos de 2014.
Peleó en el gabinete para actualizar el promedio de las tarifas de servicios públicos en función de la inflación, lo que habría permitido licuar los subsidios en el tiempo. En esa disputa no pudo con otros entornos.
Todo lo anterior lo encontró en una administración ya lanzada a una dinámica irreversible, lo que lo mantiene aún identificado, ante un sector amplio del electorado, como parte de las piedras en las que encalló el cristinismo: la inflación y el serrucho de la actividad económica. Lo quiera o no, tarde o temprano debería cantar una nueva canción económica, que explicara, aunque fuera en general, qué haría de diferente para darle al país un rumbo más esperanzador que el de la economía de Milei y que, como decía Keynes, está inmerso en un mundo desconocido.
Por otro lado, como gobernador, gestionó cuatro años con recursos –al menos los que corresponden a una provincia crónicamente discriminada en términos de coparticipación– durante el gobierno de Alberto Fernández y lo hace ahora sin ellos, lidiando con la motosierra y los castigos del Presidente.
Esa gestión compleja será evaluada ahora en las urnas, trance que el gobernador confía en superar, pero que llena de temor a CFK.
¿Una segunda transversalidad?
Rogelio Frigerio tomando mate con Axel Kicillof
Axel Kicillof y Rogelio Frigerio, en un encuentro de gobernadores que organizó el mandatario de Entre Ríos junto al CFI.
Más allá de los indicios económicos que entrega y que retacea, lo que verdaderamente se observa es la lenta construcción de un liderazgo político nacional, toda una rareza en el peronismo para un dirigente que, de origen, es un economista.
Eso es el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), el apoyo a esa marca de medio centenar de intendentes bonaerenses y la disputa con Cristina y La Cámpora. Lo ayuda, en ese proceso de diferenciación, el hecho de ser visto por la sociedad como un dirigente no contaminado por la corrupción, lo que le permite circular por La Plata y hasta acudir a espectáculos teatrales cosechando aplausos y ciertas indiferencias, pero no acosos.
La elección presidencial de 2027 es solamente un horizonte para Kicillof, por lo que sus gestos políticos deben ser entendidos como preparativos para una segunda transversalidad, plan para el que la diferenciación respecto del cristinismo resulta esencial.
La buena relación con gobernadores como los de Santa Fe y Córdoba, Maximiliano Pullaro y Martín Llaryora, señala un posible acercamiento al ala progresista de la Unión Cívica Radical (UCR) y al peronismo no K. Eso, por ahora, es sólo hipótesis y futuro.
Asimismo, según ya se ve, es capaz de reunir a sindicatos y movimientos sociales.
Para Kicillof, una segunda transversalidad es una búsqueda. Para el camporismo, en tanto, será una utopía mientras el sistema político juegue con él a la mancha venenosa.