ELECCIONES 2023

Juan Schiaretti ganó su partido, pero la sorpresa de Sergio Massa abrió un interrogante

Ganó cuatro bancas, duplicó los votos de las PASO y marcó la agenda del interior. Llaryora, entre continuar el cordobesismo anti-K o aceptar la unidad de UP.

El candidato presidencial de Hacemos por Nuestro País, Juan Schiaretti, y su más entusiasta militante, el gobernador electo de Córdoba, Martín Llaryora, lograron los objetivos que se propusieron: ganaron tres bancas cordobesas y una santafesina en Diputados, se mantuvieron detrás de Javier Milei en la provincia donde se agitó con fuerza el pedido de “voto útil” por parte de las fuerzas adversarias y crecieron del 3,7% de las PASO al 7,5% este domingo. Cumplieron con cada meta autoimpuesta, pero no pudieron con una: observar la derrota de Sergio Massa.

Schiaretti y Llaryora reforzaron los muros del antikirchnerismo, parados desde 2008, turno electoral tras turno electoral. Por lo bajo, admitían sin disimulos que esperaban el triunfo del libertario en primera vuelta porque no se verían obligados a desafiar el apotegma de Juan Domingo Perón que dice que "para un peronista, no hay nada mejor que otro peronista".

La supuesta caída del candidato oficialista (y si la suerte era grande, la de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires) era necesaria para pensar un nuevo justicialismo, forjado desde el interior productivo, con una agenda federal y con Llaryora como líder. El cordobesismo tendrá que recalcular su estrategia en ese frente porque -gane o pierda el 19 de noviembre- el tigrense logró la chapa de rival de respeto.

Massa quedó primero en la tabla general y fue el candidato que más creció en la siempre refractaria provincia mediterránea. Pasó de 8,5% al 13,42% en el distrito. “Estamos muy contentos con lo que pasó en Córdoba, creemos que en el ballotage podemos pasar los 30 puntos”, contaron a Letra P en la mesa chica de Massa.

Sin embargo, dejó algunos guiños. Schiaretti prometió la defensa de las demandas del interior y criticó las políticas “ambacéntricas” del gobierno nacional con subsidios desproporcionados al transporte o por el sostenimiento de AySA, a cargo de Malena Galmarini, titular de la empresa estatal y esposa de Massa. La precisión no pasó desapercibida en la diatriba ya habitual.

Schiaretti ratificó la postura histórica que, se descuenta, no cambiará. “A partir de nuestra irrupción, tendrán que tomar la agenda federal sea quien sea quien gobierne”, afirmó con el impulso de los votos de la provincia que comanda pero, sobre todo, del crecimiento que provino de otras provincias que conocieron la propuesta a través del debate y los memes.

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Hizo un llamado a unir fuerzas con otros espacios en el marco de un Congreso en el que nadie tendrá mayorías. Dio por finalizado el discurso con un anticipo. “Mañana seguiré gobernando la provincia de Córdoba. Vamos a inaugurar la planta de tratamientos de líquidos cloacales de la cuesta este del lago San Roque”, informó su agenda y la obviedad política de que hasta el 10 de diciembre continúa al mando.

No hay dudas: Schiaretti selló con este "triunfo" su tercer tiempo político en el concierto nacional y su salida del poder provincial sin sufrir el síndrome del pato rengo.

La rosca que sigue

Schiaretti salió airoso de una incursión que la rodeaba de los peores pronósticos. La política no termina. Todo parece indicar que no cambiará en el último mes y medio de gestión su estirpe de antikirchnerista. ¿Qué invitaría a pensar que el cofundador del cordobesismo facilitaría que Massa se moviera libremente por su terruño? Cierto es que no hará nada por impedirlo porque, como se dijo, sus votos no le pertenecen, según considera.

¿Qué hará Llaryora? El crecimiento de Massa en el bastión expresó, en parte, esas tensiones que marcaron la campaña y que encontraron en pie de guerra interna a algunas expresiones del delasotismo.

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¿Podrá Llaryora sostener la neutralidad que prometió hace algunas semanas? ¿Habilitará el juego a la dirigencia con medio guiño? ¿Apostará todo o nada al triunfo de Milei? En el entorno del gobernador electo evitaron responder los interrogantes que dominarán las especulaciones inmediatas, pero en el de Schiaretti anticipan que tiene plena conciencia de que el peso de la decisión es del delfín.

Un viaje y otra decisión en tándem

Los pasos serán meditados. En el cordobesismo saben que lograron imponer una agenda fuerte en el plató nacional y que este lunes comienza otra elección. Explican "la sorpresa de Massa" por una sola razón: la oposición descuidó el conurbano y Massa logró reverdecer los viejos laureles del PJ bonaerense. Con el argumento separan a Córdoba, "su provincia" de lecturas incómodas. "Córdoba tiene su propia lógica, votó a un gobernador que promete y despiden a otro que sabía que no iba a ganar la elección presidencial, pero que logró poner de relieve los temas que importan", insisten en resaltar los beneficios de la jugada, sin detenerse en la escala inevitable.

Las decisiones sobre la transición en la provincia y la capital no se tomarán en el Panal o en el Palacio 6 de Julio. En esos edificios tampoco ajustarán la estrategia a este sorpresivo escenario nacional. Schiaretti y Llaryora lo harán en pleno vuelo, en los tiempos intermedios de la gira por Medio Oriente que compartirán con sus pares santafesinos, Omar Perotti y Maximiliano Pullaro, desde el próximo jueves.

Esta noche, encumbrados armadores del massismo sacaron vuelos para reactivar la campaña suspendida para evitar alimentar cruces con Schiaretti en su rol de candidato y no incomodar a Llaryora en su vestido de militante devoto.

Milei convocó a terminar con el kirchnerismo para interpelar al electorado huérfano de Juntos, pero también al del cordobesismo. No serán días fáciles para sus líderes, que se debatirán entre mantener la coherencia histórica, apostar por ese “salto al vacío” con el que tendieron puentes exploratorios durante la campaña o poner fin a casi dos décadas de enfrentamiento de la "isla" con el peronismo que muta con Massa.

Sergio Massa, en campaña
Horacio Rodríguez Larreta

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