Finalmente, Juan Schiaretti lo consiguió. Si bien no pudo arrebatarle el primer lugar en Córdoba a Javier Milei, achicó la distancia respecto de lo cosechado en las PASO de agosto y logró tres bancas en la Cámara de Diputados. Ahora, el panorama nacional volverá a poner el ojo en Córdoba. Como lo anticipaban todos los sondeos previos, la provincia aparece como el territorio en el que queda la mayor cantidad de votos “sueltos” que las dos fuerzas que disputarán el ballotage presidencial irán a buscar desde este mismo lunes.
Las miradas respecto del éxito o el fracaso de esa búsqueda son disímiles incluso dentro de las diferentes ramas que conviven dentro del oficialismo cordobés. Aunque el gobernador saliente repite que “nadie es dueño de los votos de los cordobeses”, en su fuero más íntimo no deja de sostener que su figura puede influenciar en el destino de esas voluntades que lo acompañaron a lo largo de tres gestiones y que, incluso, eligieron este domingo su boleta en el tramo presidencial.
Fortalecido en su perfil antikrichnerista, Schiaretti entiende que una mayor parte de sus votos podrían ir para el candidato libertario, al que en muchas ocasiones reconoció como fruto del hartazgo de la ciudadanía con "la maldita grieta". “Mínimo un 60-40”, señalaban en la previa a la elección, en voz baja, mientras agitaban las remotas posibilidades de un batacazo cada vez que la luz roja del grabador se encendía. Mirando al libertario en lo más alto de las PASO, solían decir que Milei había logrado captar el voto de un electorado que, en el diagnóstico, se reconocía también en el discurso cordobesista.
Esa lectura previa encuentra su confirmación en el resultado de este domingo, donde Schiaretti se fortaleció ante una caída del resto de las figuras opositoras. El gobernador casi no influyó en la perfomance cordobesa de Sergio Massa, que fue el candidato que más creció en Córdoba. Sí lastimó los números de Milei y Patricia Bullrich, dándole a JxC el golpe definitivo que dejó atrás los años de poderío que el macrismo venía sosteniendo en la provincia.
Más allá de ese apego mayoritario a favor de las opciones nacionales opositoras, la lectura reconoce un componente peronista fuerte en el electorado oficialista cordobés. Allí apuntará Unión por la Patria, que esta vez espera contar con una mayor presencia de la dirigencia nacional, incluido el propio Massa, para apuntalar la campaña en tierras mediterráneas. En ese operativo de clamor justicialista, el que se prepara es el llaryorismo, blanco predilecto del juego de seducción que comenzará esta semana.
Como contó Letra P, fue una estrategia deliberada del massismo no apuntar a la provincia mientras Schiaretti se mantuviera en carrera. Massa sólo visitó Córdoba en la previa de las PASO y nunca quiso responder a los ataques que el gobernador que hasta este domingo también fue candidato presidencial repitió a lo largo de toda la campaña. Por el contrario, elogió el modelo cordobés cada vez que tuvo oportunidad y buscó tender lazos con figuras puntuales de la dirigencia que, salvo la excepción de Natalia de la Sota que lo acompañó a una gira “institucional” a Brasil, nunca le devolvieron una pared.
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En el entorno de Martín Llaryora ya anticiparon que no tienen pensado abandonar públicamente la postura de Schiaretti, aunque sus lecturas sobre el destino de los votos que acompañaron a Hacemos por Nuestro País es distinta. El matiz está en el reconocimiento de una identidad peronista mucho más fuerte en ese electorado, que imagina dividiéndose en partes iguales de cara al 19 de noviembre.
Con todo, en Unión por la Patria saben que tendrán una parada difícil de cara a un ballotage en el que, al menos, esperan que los números cordobeses no resulten tan escandalosamente adversos como los que en 2015 resultaron cruciales para la victoria de Mauricio Macri. En el horizonte se imaginan cosechando entre 30 y 35 puntos para que la provincia no se vuelva a convertir en la sepulturera de un peronismo que se prepara para la epopeya de dar vuelta, definitivamente, la elección.