El candidato presidencial de Hacemos por Nuestro País, Juan Schiaretti, desplegó la templanza de un veterano de la política. Su comportamiento en el atril del debate y sus intervenciones fueron familiares para quienes siguen su gestión al frente de la provincia de Córdoba. Esa elección fue calculada al extremo.
Schiaretti se dirigió, casi con exclusividad, a sus comprovincianos. Confirmó que su campaña presidencial se desarrolla para quienes habitan el principal bastión electoral del interior del país, precisamente el que gobierna el cordobesismo desde hace 24 años y lo hará por cuatro más con Martín Llaryora. Confinar su campaña a la provincia fue una consecuencia directa de dos acontecimientos que las encuestas no anticiparon la noche de las PASO: la caída de un potencial aliado en la interna de Juntos por el Cambio (JxC), Horacio Rodríguez Larreta; y el triunfo transversal de Javier Milei en 16 provincias.
El objetivo
El gobernador-candidato apostó a movilizar la experiencia de lo conocido para batallar contra su peor enemigo: el voto útil. Lo hizo a caballo del “modelo Córdoba”, la marca que propone escalar a la conducción del país si tuviera chances reales de alzarse con la presidencia.
Brindó ejemplos concretos de una gestión con superávit fiscal como base de la producción y el desarrollo; citó su política educativa y, desde su condición de exiliado durante la dictadura militar, reivindicó el valor de la democracia. Otra vez, citó ejemplos de calidad institucional en su distrito.
El resultado de esa apuesta se verá el domingo electoral. Sin embargo, su participación en el debate dejó en claro que Córdoba es el objetivo de su campaña. Schiaretti asume que el triunfo de Milei en Córdoba, donde JxC cosechó sufragios en decenas de miles, es una expresión del hartazgo de las opciones dominantes de lo que él define como la grieta. Allí encuentra -todavía- oxígeno para el sprint final de su campaña.
La actitud
Schiaretti se mostró con la confianza del que llevó a la práctica lo que vino a contar: su gestión en Córdoba. La realidad local dominó su exposición nacional y así lo anticipaba la elección de la comitiva que lo acompañó: su ministro de Finanzas, Osvaldo Giordano; su par de Educación, Walter Grahovac, su asesor de comunicación política y responsable de la campaña en la provincia –es decir, de la campaña-, Ricardo Sposetti; y los “extranjeros” Florencio Randazzo y Diego Bossio.
Por eso se concentró en Milei al advertir que sus propuestas conllevan el riesgo de una hiperinflación para resaltar el equilibrio fiscal, baluarte de su administración en la provincia. Asimismo, fustigó a Sergio Massa y Patricia Bullrich al señalar que “los cordobeses nos bancamos siempre solos” y citar los incumplimientos de las gestiones de Cambiemos y del kirchnerismo.
Sin embargo, la incomodidad de Schiaretti fue evidente cuando la gobernabilidad, como eufemismo de funcionalidad del cordobesismo desde la Cámara de Diputados, se puso sobre la mesa. Bullrich intentó borrar esos límites difusos cuando le recordó el amotinamiento policial de 2013 y la negativa de la presidenta Cristina Fernández de enviar ayuda o el conflicto del campo de la 125. “Es juntos”, le sugirió en un cierre raro de pregunta. Schiaretti registró allí su primer momento reactivo: “No nos dejamos colonizar por el kirchnerismo y Macri cumplió con el 20% de lo que prometió para Córdoba”.
El gol a favor
Schiaretti aprovechó su formación en economía para marcar el superávit fiscal como el eje central para estabilizar al país. A lo largo de las interacciones, Milei, Massa y Bullrich fueron coincidiendo en sus exposiciones sobre esa necesidad, más allá de sus posturas sobre el tipo de cambio o futuro del Banco Central.
“Los últimos dos gobiernos destruyeron la economía argentina. El déficit fiscal es el hilo conductor de la alta inflación y lo digo yo que en Córdoba no tenemos déficit fiscal: para acabar con el déficit fiscal no es necesario hacer un ajuste salvaje, es necesario tomar las medidas adecuadas”. Con esa intervención, Schiaretti logró colocarse como ejemplo vivo de un pasado que mostró fracasos y el “salto al vacio” que supone Milei con recetas teóricas.
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El gol en contra
Si Bullrich logró incomodar a Schiaretti con esa invitación a confluir que quedó a medio camino, Milei asestó el golpe más profundo cuando le preguntó si acompañaría sus medidas económicas. El gobernador no tuvo más remedio que responder con la lógica de la coherencia.
El cordobés reconoció que acompañaron a Macri y al Frente de Todos y, en consecuencia, admitió su derrota al prometer la misma actitud hacia la fuerza ganadora. “Quien gana una elección tiene que tener la posibilidad de poner en marcha su gobierno, aunque no vamos a votar nada que perjudique a Córdoba ni al interior”, marcó como único límite innegociable. Así, desnudó que el cordobesismo tiene un candidato presidencial, pero que la apuesta seguirá siendo la misma de hace dos décadas, al menos hasta que Llaryora decida abrir las tranqueras de la isla sin puerto.
La frase para el archivo
El momento de debate sobre derechos humanos y convivencia democrática tuvo a Schiaretti en un rol de autoridad por su presente como gobernador democrático y también por su pasado: “Los derechos humanos son patrimonio de todos los argentinos y no pueden ser utilizados por un partido político, ni gobierno. Yo fui uno de los dirigentes estudiantiles del Cordobazo, recibí tiros y me tuve que ir del país porque me buscaba la dictadura. De esa tragedia aprendimos el valor de cuidar la convivencia democrática y el respeto a quienes piensan distinto”.