La Argentina de los tercios –imperfectos– se sostuvo entre las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) y la elección general de este domingo, pero con algunos retoques decisivos que volvieron a provocar asombro en la sociedad. Contra todos los pronósticos, salvo el del resiliente Sergio Massa, el tercio panperonista creció por encima del 36%, mientras que al otro clasificado al ballotage del 19 de noviembre, Javier Milei, le costó incluso superar el número de votos del 13 de agosto. El "tercio" de Juntos por el Cambio, en tanto, se achicó a menos de un cuarto del total; esa debacle tendrá consecuencias sonoras en los próximos días.
¿Qué cambió para que, en medio de una crisis económica que mete miedo, Unión por la Patria (UP) lograra no solo llegar a un segundo turno, sino incluso encararlo con expectativas que hasta hace horas nomás costaba imaginar? En unos comicios cruzados por la fragmentación y por las grandes diferencias políticas generadas por sectores pequeños del electorado, un sector se aterró frente al abismo de la ingobernabilidad y la disolución nacional y atendió el que acaso haya sido el mayor acuerdo del presidenciable: el llamado a un gobierno de unidad nacional.
EN VIVO | Sergio Massa desde el búnker de Unión por la Patria
Ese mantra fue excesivamente interpretado en clave electoral: Massa, se suponía, pedía unidad para sumar votos de opciones minoritarias y zafar del compromiso del 22-O. Poco se pensó sobre lo que ofrecía, por esa vía, como garantía de gobernabilidad frente a una crisis que se intuye demasiado profunda.
Como contracara, Milei fue motosierra, bronca, gritos contra la casta, más insultos, clips de edificios colapsando en su acto de cierre y, sobre todo, un final de campaña que desnudó de modo dramático la fragilidad política y hasta psicológica de varias de sus espadas más visibles.
En una línea equivalente, Patricia Bullrich decidió morir con las botas puestas y apostarlo todo a la loca propuesta de "liquidar" o "erradicar" a un sector político aún relevante como el kirchnerismo. Ofreció más y no menos zozobras.
Así, no pudo ni siquiera fidelizar el voto obtenido por Horacio Rodríguez Larreta en las PASO. Mientras Massa se nutrió para su resurrección de las voluntades que, esta vez sí, el aparato peronista de la provincia de Buenos Aires y de muchas otras salió a buscar, Bullrich no pudo ni juntar lo que a priori tenía. Una parte acaso mayoritaria del larretismo migró de modo visible a Juan Schiaretti, quien en las PASO había obtenido 907.437 votos –3,83%– y este domingo duplicó su caudal. A tono con lo que el jefe de Gobierno saliente labró –con intermitencias, pero por años–, el electorado larretista no buscó guerra, erradicaciones ni grietas. Se refugió en un hombre que se reveló sensato en los debates presidenciales, un antikirchnerista, sí, pero un moderado.
La larga pavimentación de la avenida del medio
Acaso Massa esté a las puertas de concretar lo que buscó sin suerte durante diez años: el nacimiento del centro político en la Argentina. Lo hace con el kirchnerismo adentro, claro, uno muy presente en las listas legislativas, en el gobierno bonaerense y en no pocas intendencias, pero invisible en la campaña.
Massa, el larretismo schiarettista y partes de una UCR que ya está en estado deliberativo podrían alumbrar al fin ese viejo proyecto, que se erige por encima de las cenizas de la grieta por fin ignorada por una mayoría del electorado. UP y el schiarettismo no son la grieta y hasta Milei ha encarnado algo distinto, una grieta, sí, pero diferente de la conocida y basada en un clivaje –ficcional, claro– nuevo: ser casta o no serlo.
¿Juego terminado? Para nada. Massa y UP seguramente habrían firmado el 13 de agosto a la noche un resultado incluso peor que el de este domingo, uno que los dejara segundos, pero están lejos de tener nada asegurado.
Comienza para el minisgtro, este mismo lunes, una carrera frenética para evitar que el dólar –con él, la inflación– no se le vayan de las manos. Para Milei, en tanto, empieza otra carrera igual de peligrosa: debe mostrarse y hacerse conocer en lo que realmente es durante un largo mes más.
El pronóstico es reservado y el desenlace de esta elección crucial para el futuro nacional, un albur.
https://publish.twitter.com/oembed?url=https%3A%2F%2Ftwitter.com%2FLetra_P%2Fstatus%2F1716264455691006447&partner=&hide_thread=false
Al cierre de esta nota, una Bullrich aturdida quedó a un solo paso de anunciar el apoyo a La Libertad Avanza (LLA) en el ballotage. Si no lo dio, fue por la convicción de que tal cosa podría haber sellado la muerte formal de Juntos por el Cambio.
La sumatoria de lo que obtuvieron ella y el ultraderechista –apenas un ejercicio matemático, pero un absurdo político– arroja un número que tampoco le da garantías a la oposición.
Si el PRO, al que solo le queda el liderazgo residual y por descarte de Mauricio Macri, corriera, como siempre deseó el ingeniero, a los brazos de Milei, ¿qué haría la UCR?
El dilema para el radicalismo es mayúsculo. Massa ganó en provincias gobernadas por la UCR, como Corrientes, así como en la recién conquistada Chaco. Milei, en tanto, se impuso en Santa Fe, Mendoza y Jujuy. Más allá de los cálculos que involucran el acompañamiento del humor de los electorados locales, ¿es fácil confluir con quien se solazaba golpeando un muñeco de Raúl Alfonsín, un insultador serial del legado de Hipólito Yrigoyen, un refutador de la política de memoria, verdad y justicia y un hombre que promete hacer economía serruchando la coparticipación federal?
El sistema político conocido está en coma y el futuro, inesperadamente abierto.