Martín Llaryora regresó de sus vacaciones en Estados Unidos y no tardó en enviar una respuesta negativa a la propuesta de unidad que formuló el candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, en su última gira proselitista por Córdoba. El gobernador electo ratificó que no está dispuesto a salirse de la receta de la gestión y de los límites del peronismo provincial, al menos, hasta llegue su turno de dar la pelea por nuevos liderazgos en el entramado nacional que, por cierto, imagina sin el ministro que quiere ser presidente en el horizonte.
Lo demostró con hechos concretos: recorrió un nuevo hospital de pronta atención y protagonizó, junto a la senadora Alejandra Vigo, el acto de relanzamiento de la campaña presidencial de Juan Schiaretti -licenciado por Covid 19- en el salón de SMATA.
En la trastienda de la arenga militante para cuidar la cosecha del encuarentenado candidato de Hacemos por Nuestro País en su provincia, Llaryora se encargó de arrancar los brotes massistas entre la dirigencia que promete “ir hasta el final” con Schiaretti, pero que se plantea el dilema que sembró el ministro: “un diputado más o un proyecto nacional y peronista”.
Llaryora fue más allá. Si la carrera hacia el 22 de octubre lo encontrará poniendo dedos en el colador para mantener el caudal de votos de las PASO en la provincia, después de ese domingo y si es que hay ballotage, apelará a la neutralidad. La postura no cambiará según el nombre que le toque medir garras contra Javier Milei.
Llaryora se desmarca de esa dirigencia que transita la duda en la privacidad de su conciencia o de aquella que entre Milei y un peronista, siempre elegirá a un peronista. Natalia de la Sota, invitada especial en la gira de Massa por Brasil, podría encabezar ese pelotón por imperio de la coherencia con la tradición política de su padre que fijó el límite en Mauricio Macri y derivados.
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En el Palacio 6 de Julio afirman que la neutralidad es la posición más conveniente para los intereses de Córdoba. Evitan la referencia personalista a un dirigente que al grito de “pituquitos de Recoleta” blanqueó lo que sostiene desde la tierna militancia, su ambición presidencial.
“Llaryora ya es gobernador por cuatro años, vamos a fondo con Juan hasta el 22. Si hay ballotage, no vamos a definirnos por ninguno, porque cualquiera va a ser un presidente débil, que nos va a necesitar para garantizar la gobernabilidad y nosotros lo vamos a necesitar para que Córdoba recupere todo lo que está perdiendo en la distribución nacional”, es el razonamiento en el riñón de la mesa llaryorista.
En un contexto de incertidumbre, Llaryora apostará a la receta de los padres fundadores de Unión-Hacemos por Córdoba. Mientras la provincia no tenga anclaje nacional con su dirigencia sentada en el plató del poder, siempre estará el Congreso como arma.
Sin contacto con Milei
El olfato de sabueso político de Llaryora le dice que Milei será el próximo presidente. Sin embargo, su entorno responde con evasivas a la pregunta sobre la existencia de contactos exploratorios. En concreto, el periodista Carlos Pagni aseguró que el nexo con el libertario es por medio de Alejandro Fantino, un amigo en común.
“Llaryora habla con todos”, no lo niegan, pero tampoco confirman. “En esta etapa no lleva a nada concreto hablar con Massa, Milei o Bullrich”, dicen en otra muestra gratis de la receta cordobesista.