LA ERA LIBERTARIA

Javier Milei y los puntos de inflexión

La oposición especuló con el quiebre del vínculo Presidente - opinión pública, pero la narrativa oficial resiste. ¿Por qué? ¿Hasta cuándo?

En cada elección, la comunicación política busca detectar las corrientes submarinas que impulsan a la opinión pública a pronunciarse en las urnas, como lo hizo el año pasado a favor de Javier Milei. Se trata de saber algo que los demás saben, aunque no sepan que lo saben, y ponerlo en la superficie. A partir de ahí, construir la historia.

Una historia, dice Alessandro Baricco en su exquisito libro sobre la Vía de la narración, “nunca es una línea, siempre es un espacio. Las historias son la composición de determinadas fuerzas, así como el entrelazamiento de corrientes marinas”.

Marchas y contramarchas

Sin duda, el Presidente no sólo acertó en la lectura de esa corriente sino que pudo, a diferencia de otros que seguramente también las advirtieron, encarnar el personaje que la representara. Fue el instrumento para canalizar esas motivaciones que se suelen resumir en sentimientos tales como hastío, bronca, frustración y escasa perspectiva de un futuro mejor.

Las corrientes que lo impulsan son agitadas con una narrativa en permanente desarrollo. En tanto, el resto de la dirigencia, los cisnes blancos, espera desde la orilla que los vientos la favorezcan, algo difícil para quien no visualiza el puerto hacia donde quisiera navegar. El último soplo con el que se esperanzaron fue la marcha en defensa de la educación. ¿Empezaron a fallar los instrumentos de demoscopía que utiliza el Gobierno? ¿Expectativa desmedida de la oposición? ¿Punto de quiebre o un tropiezo?

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Fernando Espinoza junto al gabinete bonaerense.

Fernando Espinoza junto al gabinete bonaerense.

Se vaticina que las consecuencias económicas se impondrán sobre la narrativa que sostiene al oficialismo. Así, la oposición parece sujetar su reinvención al quiebre del vínculo entre Milei y los argentinos, más que al resultado de un recorrido propio. La marcha, en ese sentido, lo afianza en la fantasía de reivindicación sin renovación, pasando por alto un pequeño detalle: el cambio de época.

La pregunta está siempre latente. ¿Hasta qué punto podrá Milei forzar y estirar su rol de intérprete de una historia que empieza a mostrar la verdadera complejidad de su trama? Debe saber: lo nuevo no lo es eternamente y el tiempo aleja al pasado. Dicen que, producto de esta lectura, hay evidencias de un mayor pragmatismo.

Contrapesos

Decía un taxista mucho antes de las elecciones: “Yo voy a votar a este loco porque hay que probar algo nuevo. Los demás ya estuvieron todos y así quedamos, cada vez peor. Milei está loco, pero sabe de economía y por ahí la pega. Total, con probar… si perdimos siempre, si estamos perdidos...”.

En otro diálogo, pero ahora de estos días, un comerciante y un proveedor se explayaban largamente sobre el descalabro de precios y la caída en las ventas, entre otros tantos lamentos. Sin embargo, antes de despedirse, el comerciante largó su vaticinio: “Hay que tener fe en que vamos a salir. Éste está loco, pero en una de esas la pega. Hay que aguantar, que vamos a salir”.

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Frente a la desesperanza, la bronca y la escasa perspectiva de mejora, Milei ofrece, de manera inédita, sufrir para tener futuro. Y en eso anda, con una parte importante de la opinión pública soportando y sufriendo, seguramente más que antes, pero esta vez con la esperanza de estar recorriendo el camino hacia un futuro mejor. ¿Cuánto está dispuesta a soportar y cuánta certeza hay de un futuro mejor? Ese es el punto de inflexión sobre el que se tejen mil especulaciones.

Claro que los diálogos anteriormente reflejados son parciales y de ninguna manera representan de manera científica el estado actual de la opinión pública, pero bien valen para intentar describir el peso de la narración, la potencia de la historia y su resistencia frente a una trama profundamente compleja. Gustavo Marangoni lo explica así: “Milei se apoya sobre precios y valores. Va con el pie del poder simbólico (valores) adelante que le permite, por ahora, soportar la acumulación de perjuicios económicos. La famosa batalla cultural hasta bajar la inflación a un dígito pareciera ser la gran apuesta, aunque tal vez los daños colaterales (por caso, el desempleo) puedan opacar ese cometido. Será otra historia".

Narrativa y tiros en los pies

Por eso, lo que de ninguna manera puede permitirse Milei es trastabillar con ese pie que representa, desde la campaña hasta ahora, su principal activo: la pelea contra la casta y todo lo que esa etiqueta encierra. Habrá que ver, en ese sentido, cuánto daño le pueden provocar hechos como el de haberse aumentado el sueldo (luego corregido), el nombramiento de Daniel Scioli, la postulación de Ariel Lijo, las internas en sus filas parlamentarias y del gabinete, las agresiones a la prensa, su estilo burlón, su modo troll y el misterio de los perros; episodios que, si bien algunos quedan encapsulados en los microclimas del poder, otros derraman en el océano del gran público. Aunque por ahora parezcan inocuos, hay que advertir que van conformando un sedimento que, frente a un inesperado disparador, pueden activarse y ser resignificados por la opinión pública. La potencia de la narrativa por ahora los disimula; el autoaumento de los senadores tapa el de su gabinete y alcanza para que su cruzada contra la casta no se vea afectada aunque, por ejemplo, no toque a la casta judicial. Se filtran “curros” para dar combustión a la motosierra y se difunden abusos del gasto público y bochornos del Estado para disimular los favores, por caso a las tecnológicas, que resultan cuantitativamente más decisivos.

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¿Está bien plantear si la narrativa se impone a la realidad o viceversa? No. Sería cometer el mismo error en el que se incurre cuando se intenta separar la política de la comunicación. La narrativa es exitosa porque abreva en la opinión pública. La prueba fue la marcha estudiantil. La potencia de la causa dejó estéril al relato oficial.

La bomba y la guerra fría

En Punto de inflexión, la exitosa docuserie de Netflix, se cuentan los efectos de la bomba atómica y de la guerra fría. Esos hechos que hacen que ya nada vuelva a ser igual.

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Por ahora, las ondas expansivas de los sentimientos que provocaron o desencadenaron el triunfo de Milei siguen aturdiendo a gran parde la dirigencia política. Sobre todo, a una oposición que prefiere especular con un episodio que actúe como punto de inflexión (por eso la ilusión con el reclamo universitario) en el vínculo entre el Gobierno y la opinión pública. Especula, tal vez, con la inminencia de algún disparador al estilo del movimiento estudiantil en Chile (producto del aumento del transporte), la primavera árabe o el movimiento de indignados en España, por citar algunos ejemplos que también podríamos buscar en nuestra propia historia.

El anunciado tarifazo que aún no alcanzo su verdadera dimensión -se advierte- puede ser el quiebre, el disparador que vuelva intolerables los padecimientos que hoy se aguantan por los tormentos del pasado, aunque, en verdad, ese quiebre en la esperanza de la opinión pública se auguraba también antes y se fue posponiendo. Seguramente, porque se subestimó el hastío con lo establecido. Muchos creen, por pericia del discípulo de Jaime Durán Barba, Santiago Caputo. Es decir, por subestimar el poder magnético de las historias. Historias, hay que insistir, que se nutren de la realidad.

Como dice el escritor Hernán Díaz al referirse a su libro Fortuna, de extraordinaria repercusión: “Lo que me propuse fue invertir esta relación tan asumida entre literatura y poder y mostrar –a través del uso de las distintas voces– que el poder necesita narrativas y cómo, a su vez, las narrativas construyen al poder. Los relatos no son cuentitos inocuos, tienen la habilidad de transformar al mundo”.

Los detonantes

A diferencia de lo que hizo Cambiemos durante la presidencia de Mauricio Macri, la polarización de Milei no tiene como contraparte exclusiva al universo K. Los políticos, economistas o periodistas que son blanco de los dardos cotidianos conforman un abanico multicolor. Tanto, que el Presidente suele ser más efusivo en sus críticas contra quienes muestran voluntad de apoyo a su gobierno. Eso hace que su comportamiento no sea percibido como el de la casta. En términos ideales, o lo que se propone sostener, es que la polarización sea entre la gente (de bien) y los de siempre (que nos llevaron a la ruina).

El enfrentamiento del Gobierno con el mundo universitario abre un primer gran interrogante. La marcha por la educación pública ratifica que gran parte de la bronca que canalizó Milei era por la falta de futuro, en tanto el aguante a los padecimientos se explica por la posibilidad de que una medicina nueva represente el camino hacia un futuro mejor. Sin embargo, justamente el ataque a la educación pública va contra esa posibilidad de un horizonte mejor para las actuales y próximas generaciones. Es decir, produce una eclosión sobre casi la única expectativa de una movilidad social ascendente: la educación pública, de calidad e inclusiva.

Cuando la causa de la protesta tiene semejante potencia, porque representa algo tan valorado, el mal uso de la narrativa resulta estéril. La angustia de perder lo poco que genera cierta esperanza de una mejora en la vida de las generaciones actuales y futuras silencia el intento por demonizar al otro. En este caso, el relato se despegó del sentimiento predominante. ¿Error? Todo indica que, en su mayoría, la opinión pública seguirá castigando a quienes se opongan a la esperanza de un futuro mejor.

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Marcha universitaria contra el ajuste de Javier Milei

Marcha universitaria contra el ajuste de Javier Milei

La marcha en defensa de la educación pública fue una muestra, también, de cómo se puede explicar el fracaso de la política tradicional, en gran medida, por haber dejado de representar causas para encapsularse en las disputas políticas sin propósitos. La política abandonó hace rato el para qué. La disputa por espacios de poder, el internismo sin causa. Eso fue, en definitiva, lo que se leyó como casta.

¿Habrá, entonces, un punto de inflexión también para la oposición que no vaya atado a la suerte de Milei? Todavía parece una posibilidad lejana. Las autocríticas son, cuanto menos, erráticas o parciales. La estela de indignación nubla los intentos y estar enfocados en el quiebre entre el oficialismo y la opinión pública retrasa el proceso.

Quizás volviendo a sintonizar con las causas que movilizan a la sociedad esté alguna de las claves para intentar un nuevo camino de representación genuina y reconciliación con la ciudadanía.

Quizás, también, para contar con la fuerza de esas historias se necesite agudizar el olfato y detectar los campos magnéticos tan poderosos.

Escuchar y entender de nuevo, antes que predecir el quiebre ajeno.

Sergio Massa en el último congreso del Frente Renovador. Silencio a un costado. 
Javier Milei, el outsider que sigue pateando el tablero.

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