COMUNICACIÓN Y POLÍTICA

Javier Milei, la narrativa y la complejidad política

Lo nuevo que desconcierta y la estrategia del choque contra la casta. ¿Hasta cuándo? Los resultados y los límites que impone la realidad.

“En tiempos de cambio, los aprendices van a heredar el mundo, mientras que los sabelotodo estarán perfectamente preparados para un mundo que ya no existe”. Eric Hoffer.

Si bien el desconcierto de la dirigencia política tradicional no representa novedad alguna, el escenario actual lo hace aun más evidente. Nos referimos a esa dirigencia a la que Javier Milei engloba y encierra con una etiqueta hasta ahora más que efectiva: la casta. Así, logra que los dispositivos político-comunicacionales que utiliza "la casta" no solo muestren su agotamiento de cara a la opinión pública sino que resulten ineficaces y estériles para escapar de la encerrona a la que la somete el Presidente.

Se sabe que la brutal transformación social experimentada en muy pocos años, mucho a causa de la revolución de internet, el ecosistema digital, las redes sociales, el capitalismo y la vida en plataformas, impactó con fuerza en la forma de relacionamos, en el trabajo, en la circulación e impacto de la información, en lo cotidiano y, por supuesto, en la política. Ahora lo hace tan rápido que desconcierta a generaciones de dirigentes que navegan con dispositivos obsoletos, aferrados a lo aprendido, a lo artificialmente producido, a lo experimentado, a lo establecido y a lo guionado. Todo siempre muy previsible frente a una audiencia que ve los hilos y que, en cambio, se ve sorprendida por el outsider Milei.

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¿Consecuencia de lo anterior o resultado de repetidas políticas malogradas para solucionar los problemas de siempre? Estudios como el de Latinobarómetro muestran que a más de la mitad de la población latina no le importa si el gobierno llega al poder sin democracia, siempre y cuando le resuelva sus problemas. Y hay que decirlo: cada vez más llegan al poder quienes se manejan en los bordes o grises del sistema al que, por otro lado, ponen en tensión y hasta parecen desafiar desde el ejercicio del gobierno. Por caso, lo de Nayib Bukele en El Salvador es solo un ejemplo.

A un clic

¿Es la falta de paciencia o la ausencia de respuestas lo que inclina las preferencias electorales por aquellos outsiders que prometen patear el tablero y barrer con lo establecido? Las instituciones políticas no pueden ofrecer respuestas a golpe de clic como se demanda y exige. Ese descalce con las expectativas exaspera y, si bien se podrá decir que Milei tampoco está resolviendo los problemas a la velocidad que se reclama (hasta se podría decir que, al menos en esta primera etapa, los está agravando), opera en tiempo real sobre la sed de cambio. Lidera la marcha de la bronca contra todo lo probado.

Justamente esa hasta ahora eficaz narrativa parece otorgarle el tiempo que necesita. Por eso acelera y profundiza. Rápido y furioso, también a golpe de clic. Lo hace con récords diarios de likes, reposteos y menes. Todo en modo influencer o, como bien lo describió Silvio Waisbord, como un presidente troll. Porque, lejos de ser accesorio, ese comportamiento resulta un componente esencial para su estrategia. “El troll exitoso agita emociones. Logra grandes audiencias a fuerza de provocación, gritos, toques de humor, sátira y hasta insultos”, señala Waisbord. Frente a esto, el desconcierto.

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Javier Milei y su comitiva en Expoagro, a pura selfie.

Javier Milei y su comitiva en Expoagro, a pura selfie.

Lo también sorprendente es que se mueve con destreza anfibia, híbrida, entre la novedad digital y lo tradicional analógico. Así, puede ser tan disruptivo como clásico. Por caso, pasa de navegar las redes a los textos de Alberdi o a la pelea contra el comunismo, el progresismo, el socialismo. Así frente a una audiencia internacional de negocios como en Davos, como en el país para explicar el enquistamiento y crecimiento del narcotráfico en Rosario.

En un elocuente artículo sobre comunicación y política publicado antes de que el megaproyecto de ley ómnibus volviera a fojas cero, Gonzalo Sarasqueta revelaba premonitoriamente la pretensión del actual gobierno: “Si no avanza la gestión, que avance o sobreviva la narrativa”. Como se sabe, el megaproyecto terminó arrumbado en un cajón, pero le permitió al gobierno redoblar la apuesta con su narrativa: la casta versus el pueblo. Es un contraste que, si bien se inició en campaña, se extiende como sostén de gobierno. ¿Puede perdurar una comunicación de campaña ya en la gestión de lo público?

Javier Milei, las debilidades y las fortalezas

No es la primera vez que, de manera casual o estratégica, Milei hace de una debilidad una fortaleza. Así como con el mega proyecto, había pasado también con el debate presidencial. Al día siguiente de la aparente derrota frente a Sergio Massa, su rival en el ballotage, explicó por qué, para él, había resultado un éxito. En aquel entonces, el hombre común frente al profesional. Ahora, el convencido que choca con la burocracia política y la lentitud de las instituciones. En ambos casos, la empatía con el ciudadano harto e impaciente. Hacerlo todo ahora tiene la ventaja del recuerdo todavía presente del gobierno anterior; recuerdo que el Gobierno trabaja para mantenerlo vivo con permanentes revelaciones.

Campaña y gobierno, comunicación y política

El propio presidente se ufana de desafiar el teorema de Baglini. “Yo sigo igual”, afirma y repite: “Del mismo modo en campaña que ahora como presidente”. Es tan cierto que las reglas de la comunicación de campaña no son las de gobierno, como que es un error disociar comunicación y política (otro yerro recurrente de los tradicionales).

En este punto, también Milei parece desafiar lo recomendable. Con su comportamiento casi electoral intenta demostrar que no cambia y que cumple con lo que dijo, pero, además, evidencia que el único vínculo que pretende sostener es el que tiene con la gente. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que aparezcan los resultados? El punto de intersección será decisivo.

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Javier Milei en su recorrida en Expoagro. Campaña permanente.

Javier Milei en su recorrida en Expoagro. Campaña permanente.

Por ahora da sostén a su narrativa y viceversa. Le permite seguir siendo creíble frente a sus votantes y quienes tienen expectativas en su gobierno. Se apalanca en ese vínculo para dar peleas tanto con los gobernadores variopintos como con aquellos “oficialistas no correspondidos”; esos que corren presurosos a la fila en la que se alinean los dadores de gobernabilidad. No es casual: es un comportamiento que lo muestra tan intransigente como lo quiere su audiencia. A la vez, tiene una finalidad política: dinamita los espacios tradicionales. Estás de un lado o estás del otro. El PRO y Mauricio Macri toman nota.

El riesgo de acordar

Paradójicamente, si la comunicación gubernamental se trata de crear los consensos necesarios para desarrollar la gestión, para Milei, en cambio, esos consensos o acuerdos son, justamente, los que podrían erosionar su principal sostén: el crédito.

En el repertorio del Presidente, consenso es una mala palabra. Se encargo, incluso, se forzar una diferenciación con la idea de pacto que propone para el 25 de mayo. Por algo tampoco apareció por la Rosada cuando se dieron cita los gobernadores. La difícil ecualización entre el reclamo externo de mayor sustentabilidad a las medidas de gobierno, y la distancia con la casta. El debate sobre los aumentos de los salarios de los funcionarios fueron, por caso, uno de los cruces que más alteró al presidente. Esos disparos van derecho a la línea de flotación.

Embed - Discurso completo de Javier Milei en la Asamblea Legislativa

Hay quienes señalan que el Presidente no recorre provincias, ciudades ni fábricas; que no repara en lo territorial. Vale recordar que, también a contrapelo de lo recomendado en la comunicación política, su campaña tuvo muy poco de analógico. Lejos del barrio por barrio y del casa por casa. Nada de carteles y poco de panfletos. ¿Alcanzará ahora? Mejor dicho y aventurando el futuro: ¿seguirá prescindiendo de los consensos y acuerdos políticos si los resultados no llegan en tiempo y forma y la opinión pública comienza a ser refractaria? La casta espera esa respuesta. Sobre todo, Macri y el PRO.

Por ahora solo ofrece sufrimiento escudado en el contraste con la herencia que alimenta y agita casi en tiempo real con su comportamiento online y discursos en prime time. Polarización al palo. Los paros, la carta de CFK, el protagonismo sindical y tantas otras reacciones le ofrecen, por ahora, combustión para el agite, pero sobre todo el coro opositor que se repite con críticas inocuas, sin creatividad ni invención alguna.

De panelista a presidente troll

Milei canalizó la bronca acumulada contra una larga lista de “pesares”. Estado ineficiente, corrupción, privilegios, derechos intangibles y economía doméstica en jaque. La lista de significantes gastados podría ser aun más extensa. Pero, ¿qué hay de nuevo? Que no hay tolerancia, no hay espera. La inmediatez como atajo frente a la incertidumbre y la insatisfacción. Lo pausado aterra. Por eso, el Presidente no da respiro y rompe a mazazos todo lo establecido o previsible y genera más agenda de la que se puede consumir.

Potencia emociones y canaliza broncas. Se desliza por los pianitos y a veces por la banquina. Abusa del tiro al fleje. ¿Hasta cuándo? Hay distintas formas de medir la duración de la famosa luna de miel. Una, por caso, podría ser hasta que se dirima la tensión entre adjudicar los pesares a la herencia (acumulada por varias capas geológicas) y el momento en que aparezcan los primeros alivios que justifiquen el cimbronazo.

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Javier Milei vs. los gobernadores: al choque, cueste lo que cueste. ¿Hasta cuándo?

Javier Milei vs. los gobernadores: al choque, cueste lo que cueste. ¿Hasta cuándo?

¿Se puede ser disruptivo en la comunicación y no en la política? No. Son dos dimensiones indisolubles. El punto es que, como decía Andrés Malamud antes de las elecciones, “Milei no tiene condiciones de gobernabilidad democrática” por su escasa representatividad en el Congreso y en las provincias. “No las tiene porque las instituciones son restrictivas. Argentina no se gobierna en hiperminoría”.

Sin embargo, Milei, al menos hasta ahora, dinamita los puentes e intenta seguir apalancándose en quienes lo votaron y siguen apoyando y con todos aquellos que detestan a "la casta" que él señala y demoniza. La comunicación al servicio del consenso social por sobre el político. Como ya dijimos, los considera contradictorios.

Fantasía y realidad

Milei se siente cómodo con la presumida horizontalidad de las redes sociales. La gente ya no está dispuesta a obedecer, sino que fantasea con esa horizontalidad de los nuevos dispositivos que se ofrecen como igualadores. Pero, debajo de la aparente simplicidad de la conversación en plataformas, emerge una política cada vez más compleja. Hay gobernadores, legisladores, intendentes. Hay, además, una sociedad densa y un país federal. Están el FMI, Brasil y Estados Unidos. Y Milei, que se autodefine “bilardista”, sabe que deberá empezar a mostrar resultados. Los necesita. Fue él, por caso, quien dijo que la diferencia entre un loco y un genio es el éxito. ¿Será la inflación de un dígito? Se verá el costo de ese objetivo. Nadie da la vida por el déficit cero, al menos que sus beneficios sean palpables.

Bajo esa lógica, debería lograr que las líneas que traza con su narrativa y sus decisiones se crucen con los resultados justo antes del paso a nivel. De lo contrario, tal vez ya sea demasiado tarde para intentar los consensos y acuerdos políticos necesarios que fue descartando en favor del respaldo popular.

Se verá entonces si es esa propia complejidad política, ahora marcada por el tablero federal y parlamentario, es la que imponga los límites; un freno que no parece encontrar una oposición a la que le fallan los instrumentos con los que está acostumbrada a navegar, como la resistencia con aguante y muy poco más. Harán falta ideas y creatividad. Hará falta entender de nuevo.

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