La política estadounidense cuenta con un término útil para zanjar la distancia que media entre los actos privados de las personas que ofician como presidentes y su condición de tales: character. En él caben posibles metidas de pata, extravagancias, rasgos singulares, eventuales enfermedades e incluso acciones que pueden resultar cuestionables desde la moralidad promedio. Mientras nada de eso ponga en riesgo el buen juicio necesario para gobernar, adelante; sólo se dirimirán gustos y posicionamientos. Sin embargo, cuando eso no queda claro, el asunto emerge y es tratado como un problema político o de Estado, tal como ocurre en la actual campaña electoral con Donald Trump y también con el presidente Joe Biden, cuestionado abiertamente en la prensa mainstream sobre la lucidez de sus 81 años. En este punto se encuentra, ya sin posibilidad de disimulo, Javier Milei.
Un ajuste violento e inequitativo. Una recesión que cerraría el año en nada menos que 4% del PBI –casi media pandemia–. Una inflación que, incluso en baja, es todavía muy alta, podría encontrar pronto un piso difícil de perforar y sigue erosionando ingresos populares pisados ex profeso. Jubilaciones, salarios en el Estado, ahorros y presupuesto universitario en la licuadora. Motosierra por doquier –encima "eterna"–, incluso para comedores populares y tratamientos oncológicos o de enfermedades complejas. Certeza de que el desempleo se empinará y dudas severas sobre cómo será la salida de la recesión y hasta el futuro del tipo de cambio. Una pobreza que ofende la memoria histórica de la Argentina y que no para de crecer. Por todo eso y más, la coyuntura nacional es grave y no todas las culpas recaen sobre el actual presidente.
Puede alegarse que esos temas son los verdaderamente importantes y no, por ejemplo, si en Olivos viven cuatro o cinco perros, pero ese es un autoengaño. Ocurre que justamente por la gravedad de los dramas reseñados, la cuestión del carácter de Milei adquiere relevancia. ¿Cuál será su temple para afrontar momentos más críticos, que siempre llegan, o cuando la calle insista en desafiar sus decisiones?
Dichos y hechos recientes del protagonista permiten dudar de que esté a la altura de sus responsabilidades, cosa de la que ya toman nota el Círculo Rojo, la opinión pública y los medios de comunicación, incluso los adictos a la ultraderecha gobernante.
Una noche de furia
El stand up que Milei montó el miércoles a la noche en la cena de la Fundación Libertad resultó impactante. Volvió a ordenar la media luz para su aparición, mostró una euforia llamativa, atropelló argumentos e insultos, hizo voces raras y hasta se mofó con gestos de colegas economistas, encima sin tener razón.
Según quedó plasmado en el video completo de su participación, en resúmenes perturbadores y hasta en la transcripción oficial de su discurso, llamó "títere" a Alberto Fernández y "chico soviético" a Axel Kicillof, a la vez que abundó en insultos y burlas a sus críticos, de modo especialmente ofensivo contra Carlos Melconian, quien estaba presente escuchándolo.
El oficialismo debería preocuparse: la cuestión rebotó fuerte, y no precisamente de modo positivo, en las redes sociales a las que apuesta para seguir difundiendo una narrativa cada vez más descalzada de la realidad.
Un tema instalado
Más allá de valoraciones políticas, Fernández es un expresidente de la Nación y su respuesta en un largo posteo en Twitter habilitó la cuestión del carácter de Milei como un tema de debate. Sobre todo cuando, entre otros conceptos filosos, le reclamó "saber que mi perro no me aconseja (y está vivo), que las 'fuerzas del cielo' no me mandan señales y que mis acciones y reacciones son el resultado de la reflexión y no de alteraciones psicológicas".
Más cauto, Melconian afirmó preferir a otros imitadores y resaltó que, más allá de la mofa, el mandatario se refirió a sus críticas al pospuesto plan de dolarización de un modo contrario a la lógica.
¡Viva la censura, carajo!
Milei debería reparar el modo en que su conducta lo aleja de ciertos factores de poder, más allá de los aplausos adulones que ayer no estaban, hoy aparecen y mañana se dedicarán a otros expositores.
El uruguayo Luis Lacalle Pou dio en el mismo foro una mejor clase de liberalismo, mientras que Mauricio Macri –quien por algo no termina de sellar la alianza entre el PRO y La Libertad Avanza, LLA– advirtió que"libertad también es cuidar la libertad de expresión y la independencia de la Justicia".
Todo tiene un contexto.
Si la mención a la independencia de la Justicia pudo ser un dardo de Macri contra la postulación del polémico Ariel Lijo a la Corte Suprema, la alusión a la libertad de expresión no puede escindirse objetivamente de lo que ocurrió, en términos de censuras y listas negras impuestas por el Gobierno, en esa gala de la más emblemática de las fundaciones liberales de la Argentina.
Roberto Cachanosky y Ricardo López Murphy, dos liberales que, cargos aparte, contaban con mayores credenciales que Milei para contarse entre los 1.200 invitados, estuvieron ausentes y no precisamente por haber estado ocupados. Un caso similar fue el de Jorge Macri –mejor para él: le dejaron tiempo para pensar y explicar, incluso en la interna, que fue "poco feliz" haber mostrado a personas en situación de calle si fueran basura–, mientras que Mirtha Legrand pagó con un desdén sus críticas recientes.
La cuestión de la censura, a su vez, no puede descolgarse de la reciente mención gozosa de Milei a la supuesta quiebra de Editorial Perfilni de la orden que dio este jueves en su conferencia de prensa el abrumado portavoz Manuel Adorni para que no se le diera el micrófono a un periodista"porque me tiene harto".
Salario extra por trabajo insalubre
Adorni ya había trastabillado el lunes cuando el periodista Fabián Waldman, de FM La Patriada, no se allanó a una prohibición dada por supuesta y le preguntó, sencillamente, cuántos perros viven en Olivos. ¿Son cuatro, como indican diversos informes periodísticos, o cinco, como afirmó el Presidente, quien en una entrevista con CNN había contado a Conan y hasta asegurado que juega con él cada mañana? El detalle es que ese animal murió en 2017 y, por lo que se sabe, sus clones sobrevivientes son sólo cuatro.
Otro colega, Jon Heguier, de El Destape, volvió este jueves sobre lo que Adorni había despachado en esa ocasión con un poco convincente "si el Presidente dice que hay cinco perros, hay cinco perros y se terminó". Esta vez, el vocero habló de "falta de respeto" para zafar y no cumplir con el deber de informar cuántos animales son mantenidos con dinero de los contribuyentes en un predio que también es costeado por estos.
Discutir eso "es meterse con su familia", manejó como una idishe mame. Estos son los valores de la nueva derecha: tradición, jauría y propiedad.
Ante la imposibilidad de informar sobre lo que sería un escándalo, puede que a alguien se le ocurra conseguir un quinto mastín inglés que pueda ser exhibido para cortar el chorro de ácido que le corre al Gobierno por la piel.
¿Efecto Sandro Guzmán?
El mandatario viene de mal en peor. Al paso en falso de la Fundación Libertad hay que sumar, por no ir más atrás, una cadena nacional abstrusa y la reciente mención, en el Llao Llao, de los fugadores de divisas y evasores impositivos como "héroes", lo que le valió una denuncia judicial por apología del delito y un pedido de juicio político que no prosperará porque no hay por el momento una mayoría social cansada de sus demasías.
Eso, claro, venía de la mano del festejo por el flujo de dólares negros para monetizar una economía que él vacía de pesos y de un plan de blanqueo impositivo desmesurado que especialistas consideran violatorio de las normas del GAFI y una puerta abierta al narcotráfico, cosa que, dijo el propio mandatario, le importa "un rábano".
El 1 de junio de 1997, cuando Boca jugaba en la Bombonera con Deportivo Español, el DT Héctor Veira reemplazó en el entretiempo al arquero Sandro Guzmán, quien, entre otros errores, salió a cortar un centro que pasó a dos metros de sus guantes. "Lo saqué para cuidarlo", explicó luego.
Acaso no haya que sorprenderse si Milei saliera del ojo público por unos días.