Javier Mileiresponde con provocaciones a los traspiés de gestión, explicables por el rigor de la coyuntura y sus propias decisiones. Del veto contra los jubilados al asado con los "héroes" que lo blindaron. Del anuncio de la pobreza escandalosa a la foto, simultánea y banal, con Susana Giménez.
¿Encontró el secreto mejor guardado de la manipulación de masas o juega con fuego de cara a las próximas elecciones?
La metáfora del fuego es especialmente oportuna si se tiene en cuenta lo ocurrido esta semana en Córdoba. Mientras el desastre de los incendios arrasaba con propiedades y sueños, el Presidente decidió poner fin a una desaprensión demasiado larga y acudió a la provincia, otra vez con la casaca camuflada que usa cada vez que cruza la General Paz.
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El gobernador cordobés, Martín Llaryora, recibió con calidez a Javier Milei, pero la actitud del Presidente respecto de los incendios en la provincia genera fuertes críticas.
Sin embargo, vio el drama sólo desde el aire, dejó plantados a los bomberos que lo esperaban en formación para recibir su aliento y completó la faena con la difusión reiterada del virus de la mentira que atribuía a los incendios a militantes de La Cámpora.
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Puede decirse que lo que le falta en honestidad intelectual le sobra en atrevimiento para ir en contra de los cánones. Los argentinos que se informan por lo que ven en las redes sociales son legión y, como todas las personas que pasan demasiadas horas en esos entornos, están atados a lo que rebota en sus propias cámaras de eco. Las esforzadas desmentidas del gobierno cordobés y el video aclaratorio de Máximo Kirchner nunca van a compensar el dato ya consumado contra la verdad de los hechos.
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El país atraviesa una etapa totalmente nueva en lo que respecta a la relación entre los gobernantes y la sociedad: lo que en gobiernos anteriores era error en Milei es estrategia.
Por ejemplo, la fiesta de Alberto Fernández y Fabiola Yáñez–y su conocimiento por parte de la opinión pública– fue una gaffe torpe, pero involuntaria, a la que ahora se suman hechos entonces no divulgados que espesan ese caldo. Al revés, el asado a los "héroes" del veto, las risas con la diva de TV que factura en Argentina y paga impuestos en Uruguay y las fake news cordobesas son estrategia.
Claro que hay públicos y públicos. Llama la atención que canales de televisión de esa provincia y dirigentes ultraoficialistas como Luis Juez hayan tomado clara distancia del proceder del Presidente que es lo que es, en buena medida, gracias al 75% de los votos que obtuvo en ese territorio. Con todo, es posible que lo que esos actores hagan y digan responda a las expectativas de públicos diferentes al núcleo duro del ultraderechista.
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Ante la consulta de Letra P, Gustavo Córdoba, director de la consultora Zuban, Córdoba y Asociados, señaló que "el Presidente parece decidido a gobernar única y exclusivamente para su base", una masa de votantes "sensible a la polarización extrema que proponen las nuevas derechas en todo el mundo, incluso por encima de su propia situación económica".
Javier Milei, en la senda de Donald Trump y Jair Bolsonaro
La provocativa apuesta a una nueva grieta –ratificada, a toda casta y con lenguaje llamativamente agresivo el sábado en Parque Lezama–, recuerda el analista, es el corazón de una estrategia que no debe minimizarse en su potencialidad. "Donald Trump se fue del gobierno con una aprobación del 30 al 35% y ahora vuelve a ser altamente competitivo. Y Jair Bolsonaro, pese a todo, sacó el 49% de los votos contra (Luiz Inácio) Lula da Silva en 2022. La polarización extrema rinde", explica.
Sin embargo, el recurso permanente de Milei a la provocación parece destinarse a un núcleo duro que no es el 56% de la segunda vuelta, sino el 30% de la primera. ¿Le alcanza con eso?
Para Córdoba, la estrategia comunicacional de este momento difícil para la ultraderecha –hecho de recesión, crecimiento de la pobreza y encuestas en baja– "no parece tener mucho sentido y está dictada por la inercia de lo hecho en la campaña electoral pasada".
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Hay, para el analista, un antes y un después de la cadena nacional en la que anunció el ajuste perpetuo, expresado en un "apagón televisivo". "Eso no es menor porque el Presidente no llegó al Gobierno desde una unidad básica, sino, justamente, desde los paneles de TV". De esa manera, su suerte en los comicios de medio término dependerá –pondera– del estado de la economía, tal como le ocurrió –para bien– a Mauricio Macri en 2017 y –para mal– a Fernández en 2021.
El fuego y las elecciones que vienen
La ultraderecha gobernante juega con fuego y ata su suerte a su capacidad de seguir vendiendo futuro de boquilla. Sin embargo, el problema que se le presenta es doble.
Por un lado, su propia narrativa hace agua cuando el ajuste se convierte en burla, cuando se desnuda como casta al comprar votos contra los jubilados y cuando desmiente su prédica de rigor fiscal con la creación de estructuras de comunicación elefantiásicas, nutridas de amigos, familiares, influencers, machos de red y simplemente atrevidos.
Por el otro, porque tarde o temprano la realidad material debería cobrar protagonismo, más allá del empeño de la casta en instalar agendas distractivas.
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La pobreza, especialmente la infantil, es un flagelo en crecimiento en la era de Javier Milei.
Y la realidad está hecha de pobres que son más y también más pobres; de una actividad económica que cuesta horrores remontar; de un futuro hipotecado con dos tercios de nuestros chicos sumergidos; de una clase media que ya no es y que se encogió, según Agustín Salvia, en un cuarto de la población desde 2015, y de un sistema universitario desquiciado por un recorte salarial del 60% y proyectos de reforma absurdos, conflicto que saldrá a la calle este miércoles como válvula de escape a una furia creciente de los sectores medios.
"La única verdad es la realidad", dijo Aristóteles antes que Juan Perón.