LA QUINTA PATA

Por qué con Javier Milei no vuelve Carlos Menem

Sin dólar no hay bonanza ni hegemonía. De las privatizaciones de los 90 a las inversiones de mañana. ¿El RIGI es una buena ley? Petronas, caso testigo.

Carlos Menemes el espejo en el que desea encontrarse Javier Milei. En lo político, porque, si bien el riojano era un peronista, debió construir su poder desde el llano, desafiando estructuras. En lo económico, por su impronta liberalizadora, proinversión y privatizadora y por su triunfo, con el peso atado al dólar, sobre la inflación.

Sin embargo, por ahora no lo logra y eso tiene causas. ¿Podrá modificarlas?

Más allá de las similitudes que pueda haber entre ambas visiones, Milei necesitaría, para reeditar la historia de éxito de los años 1990 –medido en los términos de sus objetivos, claro–, un insumo que aún no ha conseguido: dólares.

Dólar, divino y escaso tesoro

El régimen monetario del "uno a uno" requirió divisas como respaldo de la base monetaria, algo que hoy no se da y constituye el principal obstáculo para el deseo dolarizador del anarcocapitalista. Cuando Menem llegó al poder, la deuda también drenaba recursos y el Banco Central estaba tan vacío como ahora, cosa que le costó un rebrote hiperinflacionario en el inicio de su gestión.

El modelo menemista tuvo como base el ingreso de dólares derivado del amplio proceso de privatización de comienzos de aquella década.

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Roberto Dromi y Carlos Menem, responsables jurídico y político del vasto proceso de privatización de los años 90.

Roberto Dromi y Carlos Menem, responsables jurídico y político del vasto proceso de privatización de los años 90.

Mucho se discutió entonces sobre las ventajas –en buena medida, abusivas– otorgadas a los capitales extranjeros, sobre todo europeos, para quedarse con activos del Estado: la entrega de mercados cautivos a verdaderos monopolios, la falta de regulaciones que protegieran al público usuario en ese escenario y el regalo que supuso la posibilidad de que pagaran parte de las empresas adquiridas con bonos de deuda que cotizaban a valor de default, pero que el Gobierno tomó al nominal.

Carlos Menem y el influjo del dólar

Sin embargo, efectivamente entraron dólares –alrededor de 40.000 millones, un tercio en cash, cifras mucho más importantes hace 30 años– y ese proceso, con las inversiones que generó, supuso la condición de posibilidad de una etapa de crecimiento, desigual, pero crecimiento al fin. El ciclo se mancó por la vulnerabilidad de una economía semidolarizada ante una serie de shocks externos, por la creciente apreciación cambiaria y por la imposibilidad de las provincias de replicar el ajuste que les demandaba la Nación mientras les tiraba por la cabeza funciones –educación, salud– sin las correspondientes contrapartidas presupuestarias.

Hoy, la dolarización es un camino en construcción muy lenta y hasta contradictoria justamente por la falta de billetes verdes. La apreciación del peso se ha dado de modo acelerado y el Estado sigue barriendo déficit debajo de la alfombra de los estados subnacionales, por caso, cesando casi totalmente obra pública imprescindible y transfiriendo, sin fondos, su concreción a gobernadores que ya avisaron que no tienen cómo ajustar los 60.000 millones de dólares que se les reclaman. Es un enigma pensar para qué habrán firmado el objetivo de reducir el gasto púbico total al 25% del PBI.

Ahora bien, ¿existe algún camino por el cual Milei podría convertirse en Menem, esto es, en el hombre que vuelva a doblegar la hidra de Lerna de la inflación y, gracias a eso, inaugure una etapa larga de hegemonía política?

El programa de privatizaciones contenido en la ley Bases no tiene comparación posible con el noventista en términos de alcance. Los escarceos actuales en torno a Aerolíneas Argentinas y una serie de compañías de menor porte no encuentran paralelo con una época en la que casi todo era estatal.

Javier Milei busca su puente de dólares

Ante eso, el Gobierno busca su puente de divisas. Lo hace a través de canales financieros –el FMI y préstamos de Estados o privados, nada de lo cual halla pero que no deja de procurar–, del blanqueo impositivo en curso y, sobre todo, de la promesa del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI).

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Los yacimientos de gas y petróleo no convencionales de Vaca muerta concentran la principal esperanza de Javier Milei para captar dólares.

Los yacimientos de gas y petróleo no convencionales de Vaca muerta concentran la principal esperanza de Javier Milei para captar dólares.

Se sabe que ese mecanismo exige poco y nada a las compañías que inviertan más de 200 millones de dólares en términos de liquidación local de exportaciones y de desarrollo de cadenas de proveedores locales. Sin embargo, las etapas iniciales de esos proyectos –cuando se hace necesario construir infraestructura, contratar mano de obra para eso, adquirir insumos y demás– sí implicarán el ingreso de billetes verdes contantes y sonantes. La tendencia puede ser de corto o mediano plazo y una hipoteca en el largo, pero tiene, a priori, el potencial de financiar por algunos años un proceso de crecimiento. Como las privatizaciones de Menem.

Dando por supuestas dos diferencias políticas relevantes –la condición de Menem de peronista, lo que le permitió capturar un aparato existente de poder, y sus habilidades políticas, muy superiores a las de Milei–, cabe interrogarse sobre las limitaciones del RIGI como principal herramienta de captación de divisas.

Los ruegos de Toto Caputo

Si la clave es, como lo fue en los 90, la inversión, conviene reparar en lo que dijo Toto Caputoel viernes ante empresarios en la Bolsa de Comercio de Rosario. "Ustedes son los que más pueden influir en que esta recuperación sea lo más rápida y lo más fuerte posible (…). Si todos ustedes sacan sus dólares del colchón, le pierden el miedo al cuco del kirchnerismo y se animan a invertir, vamos a salir mucho más rápido", arengó.

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La referencia, que apunta al blanqueo pero excede ese tema, es interesante: el ministro de Economía no se congratuló por algo que ya está pasando, sino que casi rogó que ocurra. No es la primera vez que lo hace, lo mismo que el Presidente y otros funcionarios.

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En el mismo discurso, Caputo reiteró que hay en carpeta planes de inversión por 50.000 millones de dólares en el marco del RIGI, pero la cifra se hizo fantasiosa ni bien el periodista Marcelo Bonelli reveló en Clarín que la empresa malasia Petronas está virtualmente fuera del proyecto para la construcción de un puerto y una planta de licuefacción de gas en Río Negro. Ese negocio da cuenta por sí solo del 60% de la cifra mencionada por Caputo, y su crisis es ilustrativa de las estrecheces políticas que le dificultan al presidente de ultraderecha convertirse en un nuevo Menem.

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Obviamente que el RIGI y sus efectos benéficos –limitados– en materia de ingreso de divisas no se agotan en ese plan que YPF ahora intenta reflotar con otros socios. El problema radica en lo que subyace a la defección de Petronas.

YPF, sola en su gran apuesta

El emprendimiento, destinado a la industrialización del gas y su exportación en forma de GNL, requería de varios pasos, tiempo y tranquilidad. Valuado en unos 30.000 millones de dólares en varios años, suponía en 2024 una inversión inicial de 60 millones de dólares para la elaboración de informes técnicos. En esta instancia se bajó la firma de Malasia.

Si ese paso se hubiese dado, el año que viene había que cerrar contratos futuros de exportación y una compleja ingeniería de financiamiento, en tanto en 2026 tenía que comenzar la construcción, más onerosa por haberse optado por un paraje desolado en Río Negro en lugar de usar y expandir infraestructura ya existente en Bahía Blanca.

¿Esa vendetta política contra Axel Kicillof fue un ruido que sumó al desencanto de Petronas? Es probable porque se superpone a la polémica que rodeó la aprobación del RIGI y a su falta de consenso político y social.

Se alegará, en parte con razón, que, dados los diez años que transcurrieron desde la firma de la alianza estratégica entre Petronas e YPF, la compañía malasia puede haber encontrado algún proyecto más prometedor, pero esto es parte del problema.

¿Javier Mileientiende al Círculo Rojo?

En su último discurso ante el Congreso, en ocasión de la presentación del Presupuesto 2025, Milei dijo que, "cuanto más votos tiene un proyecto en el Congreso, peor es para la sociedad". El contexto se entiende: quiso afirmar que hay grandes mayorías legislativas para aprobar incrementos de gastos que ponen en riesgo el equilibrio fiscal. Sin embargo, al convertir la idea en ley universal, reveló –vaya paradoja– una concepción que atenta contra lo que pide el Círculo Rojo.

Para el anarcocapitalista, cuanto más se negocia una ley, peor se hace porque, en la transa, se aleja de sus objetivos iniciales. Tal vez la realidad sea la opuesta y la mejor ley no sea la más ambiciosa en su alcance, sino la que más consenso obtiene y, con eso, mayores garantías de cumplimiento y permanencia.

Como contó Letra P, un argumento común entre grandes empresas europeas que miran con recelo el RIGI es que la controversia que rodeó su aprobación y el modo en que el Poder Ejecutivo diluyó en la reglamentación las enmiendas –tímidas en favor del interés nacional– introducidas en el Senado, hacen de ese instrumento carne de reforma bajo un futuro gobierno. Menudo problema para un régimen pensado para tres décadas.

De ese modo, si en el futuro Argentina rompiera por enésima vez un contrato –en este caso, con una reforma al RIGI o con una "invitación" a las empresas a renegociar condiciones–, el recurso previsto por la ley Bases de litigio en el CIADI es insatisfactorio.

Cualquier empresa ganaría un juicio por incumplimiento de contrato, pero la mayor parte de las compañías que pueden traer al país planes de inversión depositan sus negocios en un lugar diferente del de los litigios internacionales.

Carlos Menemy Javier Milei: el juego de las diferencias

¿Esto invalida el RIGI o, incuso, indica que no generará inversiones? No, pero expone las limitaciones de un modelo de construcción política que avanza de prepo, que dialoga poco y mal y que, de ese modo, genera dudas sobre la sustentabilidad de sus reformas.

En medio de los parecidos que puedan establecerse entre Menem y Milei, hay que destacar una diferencia: el riojano no humillaba todos los días a sus detractores, tenía el cuero duro para dejar pasar lo mucho que se decía sobre él y jamás renunció a la herramienta del diálogo.

Para él, la mejor ley era la que lograba climas políticos y sociales suficientes. Así, incluso pese a las denuncias de corrupción que rodearon el proceso, encontró el consenso suficiente para las privatizaciones y logró extender su hegemonía por una década negociando con Raúl Alfonsín nada menos que la reforma constitucional de 1994.

Muchas veces se habla de parecidos, pero ciertas distancias son abismos.

Javier Milei.
los proceres, segun javier milei: carlos menem es el unico peronista digno del bronce

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