Lo bueno: parece haber llegado a su fin la fase más aguda de la megarrecesión generada por la necesidad de Javier Milei y Toto Caputo de estabilizar la economía, pero agravada por la desmesurada devaluación de diciembre y la dureza de sus hachazos al gasto público. Lo malo: la recuperación no toma un rumbo claro y, siempre que no se manque por las fragilidades financieras del programa, no parece por ahora destinada a ser potente. El Presidente, predicador de un fiscalismo radical que considera la solución de todos los males, se sienta, espera y reza para que su obra tenga final feliz.
No es casual que el propio Milei ya no hable de recuperaciones en ve ni diserte sobre el meteorismo de los buzos de profundidad, voluntarismo que este medio ya descartaba en marzo.
El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) es el anticipo de los datos del producto bruto interno (PBI) que elabora el INDEC. Según anunció ayer el instituto oficial, la economía registró en julio una caída interanual de 1,3%, pero una recuperación del 1,7% en relación con el mes precedente.
Caputo, festejó la novedad en X, pero esta vez cauto, evitó la hipérbole.
Bien por él, sobre todo cuando faltan apenas horas para que el propio INDEC dé a conocer hoy lo que podría constituir el mayor golpe político que haya recibido hasta el momento el gobierno de ultraderecha: el índice de pobreza del final del primer semestre.
¿Dónde está parado el país y hacia dónde va en materia de actividad?
El subibaja de Javier Milei
La recesión persiste y, aunque es bueno que no se profundice, no sobran los motivos para cantar victoria.
Por un lado, hay que tener en cuenta que en julio hubo más días hábiles que en junio, lo que mejora el nivel de producción de los diferentes sectores de la economía. Más relevante es que de los propios datos del EMAE surge que los sectores que explican el rebote son básicamente los vinculados a las actividades primarias: agricultura y ganadería –con un 23,6% contra el mismo mes de 2023, cuando una sequía histórica establecía una base bajísima de comparación– y minería –con un más "normal" 5,7%–. Otros tres registraron expansión.
Mientras, diez sectores siguieron cayendo, sobre todo, dada su importancia, la construcción –14,8% interanual–, la industria –5,6%– y el comercio –5,3%–.
Si se habla de un crecimiento mes contra mes, conviene observar lo que muestra el tramo más reciente de la curva de actividad: caída en enero y en febrero; recuperación hasta mayo; caída en junio y nuevo rebote en julio. Bienvenido a la era del serrucho; mirá el detalle:
De julio a agosto
Resumiendo, hasta julio la economía se desplomó un acumulado de 3,1%. Sin el efecto estadístico de comparar una temporada agrícola normal con la peor en un siglo, el derrumbe sería ciertamente mayor. Es esa sensación de quienes no viven del sector agropecuario, sino de la industria y los servicios, lo que explica el malestar social y –gaffes aparte– el deterioro reciente de la imagen presidencial.
Debido a la falta de reservas y a su decisión de dilapidar las existentes para forzar una baja artificial de los dólares paralelos, el ministro de Economía no puede arrojar claridad sobre el levantamiento del cepo –un fetiche, pero que ayudaría a una reactivación–; ante eso, se aferra a la oscuridad.
Según La Nación, el economista Alberto Ades dijo que el discurso de Caputo en un almuerzo organizado en Nueva York por el banco de inversión J.P. Morgan generó "un poco de confusión" cuando se le preguntó por el futuro del mercado cambiario. "Dio dos condiciones para eliminar el cepo, una sobre la inflación, otra sobre el balance del Banco Central. El requisito de la inflación no quedó del todo claro, el wording no fue muy claro, y mucha gente quedó confundida", añadió.
A esa incertidumbre se agregan datos que desalientan.
El índice de producción industrial de Orlando Ferreres y Asociados volvió a caer en agosto –1,3% contra junio y 3,7% interanual–.
Además, las ventas de los supermercados –termómetro clave del consumo popular– no repuntaron ni siquiera en el julio positivo y, al revés, siguieron 12,3% por debajo de las de hace un año.
Las de los supermercados mayoristas, a los que acuden cada vez más familias, dieron todavía peor: -17% y peor mes desde 2019. Y agosto, todo lo indica, siguió mal.
En este contexto, la OCDE –el club de los países ricos– empeoró hasta el 4% su proyección del desplome de la economía nacional.
La recuperación del 5% en 2025, establecida en un proyecto de Presupuesto en buena medida dibujado, parece muy optimista. El peligro es que su política de atrasar el tipo de cambio termine en una devaluación que devolvería a la economía, como en el Juego de la Oca, a la casilla de salida, con un rebrote de la inflación y un recrudecimiento de la caída del consumo y de la recesión.
Más allá de eso, es todavía incierto que cualquier rebote que se produzca dé inicio, en las condiciones actuales, al ciclo de crecimiento sostenido que la Argentina necesita desesperadamente para salir de su loop empobrecedor.