Javier Milei, El Guasón: el caos consume a un gobierno sin plan y sin cabeza
Las renuncias anticipadas son detonaciones de la interna sin control. El Presidente no conduce. Nadie conduce. La anarquía, de novedad virtuosa a virus letal.
El Guasón, un "agente del caos", como Javier Milei.
Javier Milei se desliza hacia las elecciones de medio término, una bisagra capaz de impulsar a un presidente hacia la reelección o condenarlo a renguear durante dos años en el despoder, patinando en una anarquía que lo consume y lo consagra como el rostro desencajado de un gobierno sin plan y sin cabeza.
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¿Los portazos de Gerardo Werthein y Mariano Cúneo Libarona son parte de un plan para soltar lastre antes de las urnas y provocar el hecho político refrescante que suele suponer la renovación de un gabinete, en un intento desesperado -se especulaba con que eso ocurriría después de la votación- de tomar aire ante encuestas que auguran un domingo trágico para el oficialismo?
Hice esa pregunta en la mesa virtual de edición de Letra P y enseguida me la respondí yo mismo. No, este gobierno nunca tiene un plan, más allá, ahora, de encomenadarse a las fuerzas del cielo estadounidenses para asegurar el salvataje financiero que ofrecen Donald Trump y Scott Bessent, como lo prueba la designación de Pablo Quirno, uno de Los Picantes de Toto Caputo, como nuevo jefe de la diplomacia nacional.
Los Picantes de Toto Caputo
Pablo Quirno, a cargo de la selfie con Los Picantes de Toto Caputo y, ahora, de la diplomacia del gobierno de Javier Milei.
Volví a acordarme, entonces, como me pasó unas cuantas veces desde el 10 de diciembre de 2023, de la maravillosa escena de El Caballero de la Noche, la segunda entrega de la trilogía Nolan de Batman, en la que El Guasón le explica su naturaleza al fiscal Dent, que yace en una cama de hospital con media cara arruinada.
"¿Parezco un tipo que tiene un plan?", le pregunta y le explica que, en rigor, es un "agente del caos", un perro que persigue autos y no sabe qué hacer cuando los alcanza. "Yo sólo hago cosas", dice y se diferencia de la mafia y de la policía, que sí tienen planes para "controlar sus pequeños mundos".
Embed - Do i really look a guy with a plan? | The Dark Knight [4k, HDR]
Milei es El Guasón. Él sólo hace cosas. Nunca tiene un plan, como tiene la casta. O sí: los ingenieros del caos que le escribieron un guion copiado de los que antes redactaron otros le habían trazado uno para llegar al poder, pero él no sabe qué hacer con eso porque no está en su naturaleza ceñirse a un programa. Él sólo hace cosas.
Javier Milei (no) conducción
Milei no conduce. Siempre renegó de ese rol. No ejerce el poder que le consiguieron ni siquiera para transferírselo a alquien que gestione las tensiones internas lógicas de toda organización para reducirlas a niveles razonables.
El resultado es, como planteó Marcelo Falak en este portal, un gobierno consumido por el caos, que se le ha vuelto un virus letal. Un monstruo de mil cabezas que suben y bajan en el poderómetro según cambian los vientos que lo hamacan -¿la reina Karina perdió la corona?-. Un cuerpo enfermo, controlado por demonios entregados a una rutina de autitos chocadores que deambulan sin rumbo en un loop eterno de avance, retroceso y colisiones.
Las salidas de Werthein y Cúneo Libarona no son capítulos de un plan. Como explicó Pablo Lapuente en Letra P, son, apenas, detonaciones de una guerra de guerrillas; vendettas de las víctimas del juego de poder de Santiago Caputo, uno de los empoderados a medias por un presidente que se abstiene de conducir y acaso no termine de darse cuenta de las consecuencias de su capitulación.
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Mariano Cúneo Libarona.
Otra vez: los ingenieros del caos mileísta no inventaron nada. El modelo de construcción de poder que le diseñaron al economista histriónico y exótico que brillaba en los paneles de la televisión que se hace a los gritos ya estaba inventado.
El caos fue, precisamente, la estrategia que les permitió a las nuevas derechas populistas ofrecer una novedad a quienes se habían hartado de la política profesional, de "los partidos de los abogados", como les llama Giuliano Da Empoli en La hora de los depredadores, su ensayo de reciente publicación, a las fuerzas de la casta socialdemócrata aferradas a las reglas.
El problema de Javier Milei son los resultados
En una columna que escribió esta semana para Letra P, Alejandro Ruiz Balza advierte que "a diferencia de los llamados 'autócratas eficientes' -aquellos que logran traducir su control político en resultados económicos palpables y que, por esa vía, consolidan su legitimidad en las urnas- la experiencia de Milei se mueve en un terreno mucho más incierto".
"Donald Trump en Estados Unidos, Nayib Bukele en El Salvador o incluso líderes asiáticos con fuerte impronta tecnocrática -agrega- han sabido capitalizar mejoras en seguridad o crecimiento para reforzar su poder. Milei, en cambio, apuesta a la disrupción permanente como sustituto de resultados concretos: su capital político se sostiene más en la intensidad emocional de sus seguidores y en la narrativa de la confrontación que en indicadores de bienestar".
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Nayib Bukele con Javier Milei en el balcón de la Casa Rosada.
"El riesgo es evidente: sin logros económicos sostenibles que respalden su liderazgo, la teatralización del poder puede agotarse rápidamente, dejando tras de sí un vacío institucional y social aún más profundo", señala el autor.
Si a esa falta de resultados -la inédita entrega del comando de la economía a un gobierno extranjero produce la percepción de un programa fallido- se suma la exposición impúdica de una interna feroz favorecida por la ausencia total de conducción política, las virtudes originales del caos planificado como señal de un tiempo nuevo terminan inexorablemente volviendo a ser entendidas como lo que caos es: el reino de la confusión y el desorden.
En definitiva, Milei termina siendo El Guasón, un freak asocial que no sabe qué hacer con el poder que lo ayudaron a alcanzar.
Al cabo, lo dijo el propio Milei: el éxito marca la diferencia entre un loco y un genio.