La política es un videoclub en la era de Google: está llena de buenas historias, pero la gente vive scrolleando por un sueño y casi nadie sabe qué cosa era un VHS. En ese abismo de perplejidad deambula la dirigencia tradicional tras la irrupción de Javier Milei y el arribo de la ultraderecha al poder a través de las urnas.
La caja de herramientas que operó en estos 40 años de democracia parece haber perdido su utilidad. Los cortes de rutas y de calles no empoderan a quienes protestan. Los paros no parecen reportar respuestas a las demandas reclamadas por la muchachada huelguista. Un panelistapuede ganar una elección nacional sin tener armado territorial.
La política pelotea contra un frontón de goma espuma.
Era en abril
El panperonismo opositor cifró sus esperanzas en el hartazgo social no bien el gobierno libertario asumió y enarboló la motosierra y la licuadora. Según poroteaban, era en abril.
Después de cuatro meses, la hipótesis del derrumbe de Milei en la consideración popular terminó peor que la trágica canción de Jorge Fandermole. Semana Santa ya pasó, Pepe Albistur se comió todos los pochoclos y acá estamos. El cálculo y la (falta de) audacia.
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Para sumar una evidencia empírica, la última encuesta de Proyección Consultores concluyó que sólo una de cada tres personas entrevistadas no está dispuesta a esperar “nada” para ver mejoras en su situación económica. A la vez, un 41% le da entre seis meses y más de un año de changüí a la mileinomía.
A la oposición ya no le responde ni la matemática de la democracia: le habló a la gente con el bolsillo, pero el pueblo libertario le respondió con el corazón.
Javier Milei y los Otros
Si uno de los dueños ganó las elecciones de 2015 y uno de la yegua las de 2019, en las últimas triunfó uno de los Otros, esa legión que se cansó de quemarse con leche y renunció a esperar que la vaca de la política articulara intereses del conjunto para poder salir adelante.
Ese subsuelo de la patria desquiciado por una economía concentrada que profundiza la fractura social y consagra las desigualdades siempre necesita representación. Ahora parece haberla encontrado en Milei. Son esos Otros –la categoría anónima, ninguneada, despreciada, desalmada de las encuestas- con quienes la política no puede conectar y que ven al Presidente como uno de los suyos. Un océano de manos levantadas pidiendo una ayuda que no llega. Un invertebrado en el que crece un (re)sentimiento que va más allá de los trucos del marketing electoral y se hace remera: la casta son los incluidos.
Hay de todo en esa mayoría, sí: antiperonismo, desencanto, totalitarismo, esperanza, intolerancia, misoginia, marginalidad, decepción… y siguen las firmas, pero el factor común es la antipolítica. A veces como militancia, a veces como mecanismo de defensa, en otros casos como indiferencia. Un país de gente rota que devuelve un cri cri monumental ante los llamados repetidos de la dirigencia tradicional.
Ficciones
“¿Son ideas mías o cada vez está peor allá afuera?”, le pregunta Arthur Fleck en Joker (2019) a su asistente social, en medio de la huelga de basureros que transformó Ciudad Gótica en un caos. La radio anoticia que la situación es grave y “afecta a todos por igual, sin importar quién sea y a dónde viva”. “Es un desastre. He vivido en este país durante 50 años y nunca había visto algo así. ¿Hacia dónde vamos?”, le dice una mujer a un movilero. “La idea de que intervenga la Guardia Nacional y lo limpie es buena”, opina un hombre. Sacá del medio, La Nación +.
Como si viviera una ficción y en medio del desconcierto, en la Argentina la clase dirigente está en otra película. Se parece justamente a Los otros, aquella en la que Nicole Kidman y sus hijos se pasan una hora y media asustados por espectros que los acechan en una casa misteriosa y en penumbras, hasta que descubren que en realidad están muertos: los fantasmas son ellos.
“Todos ustedes, el sistema que sabe tanto, deciden qué está bien y qué no”, dice la voz del outsider. Joker empieza a descubrir cómo las calles se van llenando de gente con careta de clown mucho antes de que él le estampe un tiro en la cara a Robert de Niro en vivo por TV, antes de los disturbios y los saqueos que se desatan en la ciudad, antes de volverse un símbolo de las protestas. Por eso, se pregunta sin doble intención: “¿Parezco la clase de payaso que comenzaría un movimiento?”.
El caldo venía cocinándose desde hace años a la luz del día. Como le confesó el líder del gremio aceitero a Letra P esta semana, “hace años digo que cuando alguno se animara a hacernos daño no íbamos a estar organizados para frenarlo”. Daniel Yofra la vio.
Hay que apurar el expediente. Mientras la generación de la democracia no le encuentra la vuelta a la era libertaria en el país del Joker, Warner ya lanzó el trailer de la segunda parte y Karina Milei, que ya dio vuelta las cartas del tarot 2025, construye la estructura política que la ultraderecha no tuvo en 2023. Del caos al plan. Un caos planificado, diría Cristina Fernández de Kirchner, mientras moja los scones en el té que comparte con Rita Cortese, espantadas las dos.
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