El gobernador de La Pampa, Sergio Ziliotto, se ríe poco, viste de traje y corbata, dice lo justo, trabaja desde temprano. Un clásico a la pampeana. Su eslogan de campaña para la reelección fue “La seriedad” y mandó a los suyos a poner “cara de culo”. Milita: “Se ha comprobado científicamente que la seriedad es un valor y sé que es una de mis marcas registradas. Tendré que lograr alguna sonrisa más, pero no es que soy repugnante, sino que respeto”.
En este primer mes de su nuevo gobierno, actúa en espejo de su primer tiempo, pero con un par de novedades forzadas: picanteó su discurso porque ahora es uno de los voceros principales de la oposición al gobierno nacional de Javier Milei y empezó una etapa de más rosca política, una actividad que durante los cuatro años previos había estado relegada.
Plantado contra la motosierra
Cuando llegó a la gobernación en 2019, Ziliotto era una suerte de ejemplo concreto de trasvasamiento generacional, después de sucesivos mandatos de los caciques locales. Ahora, con 61 años, y con algunos golpes de la gestión sobre el lomo, está abriendo algunas puertas que antes parecían cerradas: en este mes ya se juntó a consultar, escuchar y bajar línea con los sectores internos, con el bloque legislativo, con las intendencias y con la oposición.
En campaña había advertido que tenía pensados dos presupuestos: uno para crecer y producir, si ganaba Sergio Massa; otro para “resistir”, que es el que está vigente. Eso abre una ventana a conflictos con los gremios estatales, con quienes tuvo una larga luna de miel en estos cuatro años, a caballo de salarios que se actualizaron mes a mes siguiendo la inflación.
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Lo que viene, sabe el gobernador, no será nada fácil, no sólo por el efecto derrame del ajuste, sino porque fronteras adentro también tendrá cuestas empinadas, empezando por el hecho de que le quedó una Legislatura empardada y no tiene reelección a mano. Tarde o temprano, esa situación agitará las aguas de su sucesión. Un objetivo es el equilibrio: fomentar un “ziliottismo” participativo que le permita meter el dedo en 2027, sin pasarse de largo en el desafío a Carlos Verna, que es su padrino, mentor y enemigo íntimo, con el que cada tanto avivan el fuego amigo.
Equipo que gana no se toca
Ziliotto se crió en el fútbol y nunca abandonó esos códigos. Cultiva para siempre aquello de que equipo que gana no se toca: las piezas que funcionan en su lugar, ahí se quedan. Por eso rearmó su gabinete con retoques mínimos, y se nutrió de soldados más propios que nunca, sin demasiados espacios para otros sectores internos.
El gabinete de Ziliotto se caracteriza por su bajo perfil. Nunca en la primera gestión encontró una figura que le hiciera de vocero, que explicara el gobierno o que atajara penales. Ese déficit sigue vigente. Una de las críticas internas al gobernador fue la “falta de política”. “El Ruso” siempre respondió que la mejor política era mostrar gestión. No conformó a todos: “somos un gobierno, no una empresa”, define Espartaco Marín, del sector interno Convergencia, a quien se le respetó para este segundo mandato el compromiso de ser el jefe de un bloque legislativo con pesos pesados.
Para su segundo tiempo, Ziliotto decidió, sobre todo, empoderar a intendentes que le fueron leales y jugaron a fondo con él. Eso derivó en una práctica literalmente extraordinaria para La Pampa: jefes comunales electos en mayo dejaron sus cargos locales para calzarse el traje ejecutivo provincial. El salto más importante, sin dudas, fue el de Pascual Fernández, que tras lograr la reelección sin rivales en Uriburu fue designado ministro de Gobierno y Asuntos Municipales, una cartera clave para entablar vínculos políticos con propios, ajenos e intendencias. A poco de asumir, abrió las puertas de su despacho a la oposición legislativa: recibió a la UCR, al PRO y a Comunidad Organizada.
Otro intendente que dejó su pago chico es Saúl Echeveste, elegido tres veces en su pueblo oesteño de Telén, siempre con más del 65%. Figura visible de La Cámpora, quiso nacionalizarse como candidato a diputado, pero se bajó a pedido de Ziliotto para garantizar la unidad. Ahora es secretario de Turismo, un área que La Pampa pretende potenciar. A la Secretaría de la Mujer, Géneros y Diversidad fue a parar Gabriela Labourié, que viene de la intendencia de la sureña Jacinto Aráuz.
La otra cara nueva importante del gabinete fue la de Marcela Feuerschvenger, ministra de Educación con una larga trayectoria en la cartera. Viene de la subsecretaría y subió de rango porque el cuestionado Pablo Macchione dio un paso al costado.
Es una forma de continuidad, también en el estilo “ziliottista”, tal como ocurre en otros ministerios: un vernista de toda la vida como Diego Álvarez sigue en el área de Desarrollo Social; Antonio Curciarello, que se pasó del marinismo a la Plural, conserva Conectividad y Modernización; Julio Rojo con su perfil ultratécnico se mantiene en Obras Públicas; Horacio di Nápoli, que viene más del palo judicial que del político, prolonga su gestión en Seguridad; Fernanda González, quien tampoco luce con aspiraciones políticas personales, prorroga su desempeño en Producción; y Mario Kohan, que alguna vez estuvo en el PRO, fue médico personal del exgobernador Verna y es más referencia sanitaria que rosquera, se quedó en Salud.
Los números y el agite
Los números los maneja desde fines de la gestión anterior Guido Bisterfeld, un economista no ortodoxo en su mirada y también en su recorrido: se formó en la Escuela Hogar de la sureña localidad de Abramo y entró a la administración pública para repartir expedientes. Hizo su trayectoria siguiendo la escuela de los ministros de economía pampeanos, como Oscar Mario Jorge, Osvaldo Dadone o su antecesor Ernesto Franco, fanáticos de presupuestos equilibrados, buena administración y poca deuda (en dólares, ni hablar).
Uno de los hombres más políticos en la agitación del ziliottismo garantizó su continuidad: Marcelo Pedehontaá, secretario de Trabajo. Otro dejó la gestión: Jorge Lezcano, secretario general de UPCN y con línea interna propia, Identidad Peronista, se alejó del Instituto de Vivienda cuando olió que la cuesta sería empinadísima en el área, con escaso presupuesto. Dejó a una de las suyas: Érica Riboyra.
Más desde las sombras, sin exposición pública y jugando a veces a ser un monje negro que se vincula con factores de poder y extiende su incidencia hacia el Poder Judicial, José Vanini es el secretario general de la Gobernación.
Una secretaría clave, por las expectativas que puso el ziliottismo y el volumen de las inversiones previstas en energías “verdes” es la de Energía, a cargo de Matías Toso, otro que sigue. También creó la flamante Secretaría de Cambio Climático, a cargo de Vanina Basso. En Cultura hubo un cambio, pero tenue: Adriana Maggio, que se jubiló, le dejó su lugar a Pablo Lucero, que dirigía el Museo.