El 9 de junio de 2025 (este lunes), en el aniversario 69 de los fusilamientos de José León Suárez a civiles y militares rebelados contra la dictadura de Aramburu, fue el Día de la Resistencia de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) a recoger el espíritu de Evita y escribir una nueva épica del renunciamiento.
También, el Día de la Resistencia del peronismo a soltar anclas para embarcarse en su tercera renovación, 40 años después de la que lideró Antonio Cafiero y 22 después de la que empujó Néstor Kirchner. Todos unidos perderemos, puede haber sido la consigna del acto que volvió a encolumnar al pejota ambacéntrico detrás de La Jefa que acaso se haya creído el eslogan mistico de la eternidad.
Pastel: "¡Suéltame, CFK!"
"Ahí está la vieja Kirchner, en Argentina, al frente del peronismo. En lugar de ponerse en vieja consejera y dejar a las nuevas generaciones, no, está jodiendo ahí. ¡Cómo les cuesta largar el pastel! ¡Qué lo parió!", se lamentó Pepe Mujica el 29 de noviembre de 2024.
Embed - Pepe Mujica cuestionó a Cristina Kirchner por conducir el peronismo: “Está jodiendo ahí”
Tiene razón el expresidente uruguayo, último romántico del progresismo latinoamericano: Cristina no ha querido largar el pastel y acaso por eso nunca ayudó a la construcción de liderazgos alternativos. Cada parada electoral después de los 12 años de ejercicio pleno del poder, primero compartido con su esposo y en soledad después del fallecimiento del expresidente, fue la misma historia: sin ella no se podía, porque debajo de ella no había florecido ni una flor.
En 2015, consagró a Daniel Scioli, pero le intervino la fórmula con el kirchnerismo duro del Chino Carlos Zannini y después lo diluyó en un eslogan invisibilzador: el candidato era el proyecto -ella, al cabo-.
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Daniel Scioli, el muleto 2015 de CFK.
En 2017, resistió los embates jubilatorios de algunos sectores internos y armó Unidad Ciudadana para demostrar que sin ella no se podía. Lo logró, pero el resultado de las legislativas de ese año revelaron que con ella tampoco alcanzaba. CFK perdió la pulseada personal con Esteban Bullrich, una figura incomparable a su estatura política: el candidato era el proyecto de Cambiemos.
En 2019, sacó de la galera a Alberto Fernández, autor del eslogan ajustado a las evidencias 2017: Sin Cristina no se puede, pero con ella no alcanza.
Embed - En la Semana de Mayo, reflexiones y decisiones.
Después, el muleto designado se confundió y quiso gobernar. Aferrada al pastel, La Jefa lo torpedeó (su hijo Máximo llegó a comandar una rebelión en el Congreso contra su propio gobierno, del que el cristinismo terminaría abjurando) hasta que le torció el brazo y el Presidente debió cederle la botonera de la administración al nuevo muleto designado, Sergio Massa.
CFK y el juego del bastón
Entre 2022 y 2023 montó una parodia de renunciamiento y llamó a un casting de mariscales, aunque mantuvo en simultáneo un operativo clamor por su regreso a la cancha electoral que convertía a cualquiera que reclamara el bastón que ella ofrecía en un desubicado, poco menos que un traidor.
Terminó eligiendo al más outsider de sus muletos -Massa hasta tenía un partido propio-, pero lo primero que hizo fue apurar la bendición pública en una ceremonia realizada el primer día hábil después de la revelación de la fórmula final de Unión por la Patria. Un mes después, CFK se sacaría una foto con Massa en el simulador de un Boing 737. "Alguien debería inventar un simulador de presidentes", fantaseó Cristina ese día. No más preguntas, señora vicepresidenta.
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CFK y Sergio Massa. Simulacros.
CFK vs. Axel Kicillof, una disputa por el liderazgo
En 2024, Axel Kicillof, montado en el 45% que en 2023 lo había convertido en el único héroe en el lío peronista, convocó al peronismo a componer una nueva canción: en el mismo acto, pidió el bastón de mariscal que Cristina había ofrecido y lanzó el poskirchnerismo. Hereje.
Lejos de alentar a su discípulo más popular -al que ella misma había empujado a librar la madre de todas las batallas; al que custodiaba el fuerte de la resistencia frente al avance arrasador de la derecha autoritaria y cruel de Milei-, se aferró más al pastel y cavó una profunda grieta interna que puso a la principal fuerza de la oposición al borde de la ruptura.
Cristina Kirchner encabezó la reunión del Consejo Nacional del PJ
Cristina Fernández de Kirchner, al frente del Consejo Nacional del PJ.
Primero fue por la presidencia del PJ para "ordenar el peronismo". Resultado, al menos parcial: el Partido Justicialista es un archipiélago de electrones sueltos que naufragan entre la ambigüedad cordobesista, el colaboracionismo de los Jaldos y los Jalil, pejotas intervenidos que padecen derrotas indignas y expresiones marginales que no cortan ni pinchan en sus distritos. Ni al kirchnerismo bonaerense pudo ordenar, sino más bien todo lo contrario: lo partió en dos.
Después, hace diez días, se autoproclamó candidata, aparentemente con la esperanza -inaceptablemente naíf- de condicionar a la Corte para que se abstuviera de apurar la confirmación por omisión de su condena en la caua Vialidad y, de esa manera, evitara interferir en el proceso electoral.
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Si su condena es política; si es el resultado de una conspiración tan rocosa que nació en la primera instancia de su proceso de juzgamiento y terminará en la cabeza misma del sistema de Justicia; si, como ella sostiene, el Poder Judicial es el Partido Judicial, el problema central es ese: la república es un chiste.
Con todo, La Jefa, plantados sus pies en esa tierra movediza, podría haber optado por responder con política a la política y hacerse a un lado, porque el problema central del peronismo cristinista, que volvió a llegar al pie de las urnas con la maldita certeza de que sin Cristina no se puede, aunque con ella alcance cada vez para menos, es que una inmensa mayoría se reparte entre quienes no le creen -no compran lo que entienden como el cuento de la "fusilada que vive"- y quienes tienen a la política, a las elecciones y a la democracia en el fondo de su lista de intereses, fenómeno que confirma cada parada del calendario electoral que se desarrolla este año con cifras irrisorias de asistencia a las urnas.
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Axel Kicillof, primera fila del Día de la Resistencia de CFK.
Se sabe: el Gobierno quiere a Cristina, su villana favorita, vivita y coleando en la cancha electoral: como un yudoca, se alimenta de su fuerza para consolidarse en la consideración de un electorado que compró su relato anticasta. Con todo, acaso esté viendo el medio vaso lleno: como en La Libertad Avanza todos son Milei, en el peronismo, reunido otra vez a los pies de CFK, todos son "la chorra". Hasta Kicillof: incómodo pero, al cabo, sentado en la primera fila de la misa cristinista, el gobernador, aspirante a autor de la nueva canción, lució más parecido a un intérprete, en el mejor de los casos designado, de la melodía que aquella inmensa mayoría está harta de escuchar.