1935-2025

Pepe Mujica, el último romántico

El expresidente de Uruguay murió este martes a los 89 años. Lo informó el mandatario Yamandú Orsi. Guerrillero, preso, presidente y siempre militante.

“Es el presidente que más se nos parece a lo que somos”, dijo el escritor Eduardo Galeano el 1° de marzo de 2010. Y añadía: José Pepe Mujica es un tipo “sencillo” que encarna “las raíces más hondas de la identidad nacional”. Faltaban apenas horas para que “el Pepe” asumiera como presidente 40 del Uruguay. Fue en una ceremonia atípica, rodeado por una multitud en la Plaza Independencia de Montevideo, a la que llegó en un auto destartalado y sin custodia.

Tres lustros más tarde, y este martes a la hora de su muerte, la observación del autor de Las venas abiertas de América Latina parece más válida que nunca. No sólo la gente sencilla y todo el arco político uruguayo lo lloran. También la izquierda latinoamericana en todas sus vertientes y el progresismo de todo el mundo lo despiden con honores. Como un tipo que vivió intensamente y que, como él mismo dijo, nunca "le sacó el bulto a la jeringa”.

La ola progresista

Con Pepe Mujica se va uno de los últimos protagonistas de la generación que fue sacudida por la Revolución Cubana de 1959 y quiso imitar su ejemplo. De un sobreviviente que se sumó a la ola de gobiernos de centroizquierda -o nac & pop, si se prefiere-, que se instauró en la parte sur del continente a comienzos del siglo XXI.

En esa etapa fue un compañero de ruta del cocalero aymara Evo Morales, del sindicalista metalúrgico Lula da Silva, del militar nacionalista Hugo Chávez –“El presidente más generoso que conozco”- y del economista y académico Rafael Correa.

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También de los pingüinos Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, quienes lograron que el peronismo volviera a su vertiente nacionalista y popular perdida con el menemismo. Y con los que Mujica llegó a polemizar en voz alta.

"Los argentinos tienen que quererse un poco más”, sintetizó en 2022. “Tienen de todo, pero se pegan cada mamporro que Dios me libre. Llevan las diferencias a un grado de antagonismo que se lastiman. Para mí, lo que precisan es un poco de paz y no se la pueden dar". Su reflexión sobre la grieta argenta.

Pepe Mujica, el exguerrillero

“Exguerrillero y político uruguayo”, lo define Wikipedia, pero Mujica le bajaba el precio. “No fuimos una guerrilla, sino un movimiento político armado”, le aseguró al cineasta serbio Emir Kusturica en su documental El Pepe, una vida suprema, estrenado en 2018.

“En el '63 pensábamos que el país iba a la lucha. Soñábamos que los cambios socialistas estaban a la vuelta de la esquina. Hoy es diferente, la juventud no cree en eso. Hoy no hay expectativa de un mundo mejor” por esa vía, aseguraba.

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Mujica y Kusturica

Mujica y Kusturica

Su mirada, ya moldeada por la reflexión que le impusieron los años en prisión, el colapso del “socialismo real” y la propia realidad uruguaya, llevaron a otros horizontes.

“Después de las revoluciones, hay que aprender de los errores, por más que nos haya llevado la vida. Hubo una vuelta y retrocedimos”, constató.

“Pertenecemos a esa generación que quiso cambiar la historia de la humanidad porque no estamos de acuerdo con que un hombre trabaje para otro. Ahora -explicó- vamos por una renovación acumulativa, no un cambio de la noche a la mañana”.

Mujica admite que su propuesta “no es el socialismo, no es una revolución”, pero también que “no se debe sacrificar la vida de una generación por una idea. No se puede imponer una idea de sacrificio. Hay que dar satisfacción a las necesidades de hoy. Ese fue uno de los errores más graves que cometimos”, dijo mirando a su radicalidad pasada.

“La magia comienza con la inversión para multiplicar los panes. Porque la economía tiene que servir a la vida. Y así lucharemos por la equidad y la justicia social”, concluía al fin de su presidencia.

Hacer historia

Cuando Galeano publicó en 1971 Las venas abiertas, el libro que muchos jóvenes tenían en la mesa de luz para saber de injusticias en esta parte del mundo, Mujica ya iba en camino de ser un mito.

Su fuga del penal de Punta Carretas junto a los otros jefes de la guerrilla urbana y un total de 106 presos le dieron fama mundial.

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Pepe Mujica junto a Lula da Silva en el legendario Escarabajo Volskwagen.

Pepe Mujica junto a Lula da Silva en el legendario Escarabajo Volskwagen.

La audacia del operativo, por un túnel, sin ningún derramamiento de sangre y en base a una logística hermética y perfecta, ubicó al MLN-T, los tupamaros, en el cenit de la popularidad entre organizaciones armadas que poblaban la región.

Tras ser recapturado, pasó los siguientes 12 años -de 1973 a 1985- en un régimen de aislamiento carcelario extremo junto a sus compañeros Eleuterio Fernández Huidobro y Mauricio Rosencoff, bajo amenaza de eliminarlos si había nuevas acciones armadas.

“Los milicos dijeron: si no podemos doblegarlos, los vamos a volver locos”, le cuenta a Kusturica y admite que estuvieron a un tris de lograrlo. Esa historia fue volcada en otro film, La noche de 12 años, del director y guionista oriental Álvaro Brechner, también de 2018. Tres años después de que dejara la presidencia.

Construcción política en Uruguay

El Pepe salió de prisión casi con la recuperación democrática en su “paisito”, en 1985. Corrió pareja con la transformación de la “orga” en un grupo político y la incorporación al Frente Amplio (FA). Era un destino casi natural e incluyó la autocrítica.

La coalición de fuerzas de izquierda uruguaya, de muy variado pelaje, había sido creada antes aun de la ola de golpes militares que azotaron la región en los 70 del siglo pasado bajo amparo norteamericano. Por entonces, los tupas aún guerreaban.

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Pepe Mujica al asumir la presidencia de Uruguay junto al mandatario saliente, Tabaré Vázquez.

Pepe Mujica al asumir la presidencia de Uruguay junto al mandatario saliente, Tabaré Vázquez.

Uno de los fundadores del FA y su primer líder fue el general constitucionalista Liber Seregni, preso político durante casi nueve años. En la coalición tienen fuerte peso los sindicalistas de la central PIT-CNT, con alta presencia de comunistas y socialistas. Todas las corrientes internas conservan su identidad y disputan posiciones y candidaturas, pero han constituido y preservado la identidad frenteamplista por más de medio siglo.

La tolerancia, aun con disidencias fuertes, es una característica central del sistema político. Ni la escasez de agua potable que afectó a la capital uruguaya en 2023, por la sequía y la demora en las obras de infraestructura, alteró esta característica. Imaginar un escenario similar en Argentina supone un ejercicio distópico de incendio institucional. Una virtud que las ha preservado, hasta aquí, de un Milei.

Por esta permanencia, el FA administra desde 1990 Montevideo, donde vive la mitad de los 3,5 millones de uruguayos residentes. Un ejercicio que le permitió llegar al gobierno nacional. El intendente capitalino Tabaré Vázquez alcanzó la presidencia en 2005. Este médico socialista, primer presidente frenteamplista, fue sucedido por Mujica en 2010, ante de volver al poder en 2015.

Algunos le reprochan no haber cambiado la matriz productiva, basada en la exportación de productos primarios más allá de la instalación de las pasteras. Y de no alterar el estatus de Punta del Este como un paraíso de los ricos argentos, pero la bandera de la honestidad y la buena gestión garpa.

El Movimiento de Participación Popular (MPP), liderado por Mujica, ha sido un actor activo de las discusiones frenteamplistas y hoy tiene un lugar relevante en la alianza. Uno de los suyos, el exintendente de Canelones Yamandú Orsi, ganó la presidencia en las elecciones de noviembre pasado con el 52%. Antes le había ganado la interna a la jefa comunal capitalina Carolina Cosse, que contaba con apoyo sindical y comunista, pero la unidad del espacio es central y ella lo secundó en la fórmula triunfadora.

Del pozo al podio

“Si alguien que estuvo en prisión, que estuvo en la lucha armada, acá es presidente, es porque hubo un salto cultural en la gente”, balanceó Mujica tras su encumbramiento. Antes había sido senador y ministro de agricultura. Los K le dieron apoyo efectivo en su campaña, especialmente para que viajaran miles de uruguayos residentes en Argentina.

Lo distintivo fue su austeridad y el modo campechano. De los primeros años tras su liberación son las imágenes de El Pepe y su compañera de siempre, Lucía Topolansky, en la chacra del Rincón del Cerro, que ella heredó. Nunca abandonaron el campito, transformándolo en residencia presidencial sin ningún boato.

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Pepe Mujica en su casa junto a su compañera Lucía Topolansky. Invitada, CFK. 

Pepe Mujica en su casa junto a su compañera Lucía Topolansky. Invitada, CFK.

Se los veía cosechando flores, atando los ramos y llevándolos a vender al mercado en un trailer arrastrado por una moto. En un galpón del campito Mujica atesoraba su legendario Escarabajo Volskwagen celeste capaz de andar a 90 kilómetros por hora. “Y para que más”, dijo el Pepe oriental.

Lucía es la misma mujer que conoció en los años de la militancia clandestina, en los que el peligro de la muerte rondaba y con la que “se nos pasó el tiempo de tener hijos”. Como senadora, ella le tomó el juramento de ley. En la película de Kusturica se los ve tomando mate al estilo oriental, con el agua bien caliente, con el termo bajo el brazo y revolviendo la yerba.

Wikipedia llegó a proclamarlo “el jefe de Estado más humilde del mundo". Da cuenta de que donaba alrededor del 90 por ciento de su salario presidencial de 12 mil dólares a organizaciones para construir viviendas populares.

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Sin corbata. Mujica en la Casa Blanca con Obama.

Sin corbata. Mujica en la Casa Blanca con Obama.

“La vida es mi religión”, dijo mirando a la cámara. También quiso que lo recordaran como un chacarero que encontraba la felicidad en cultivar la tierra.

Ni en las fotos con Barack Obama, Angela Merkel o el papa Francisco se lo ve con corbata. Siempre camisa blanca abierta y a lo sumo un saco de vestir, pero en la fajina política local, de jeans y zapatillas.

Un lookeo y gestos que crean cercanía con la gente común. Para algunos, las mañas de un Viejo Vizcacha. Para la enorme mayoría, los modos auténticos del último romántico de la política latinoamericana.

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Martín Menem.

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