PLANO CORTO | ALBERTO FERNÁNDEZ

Empoderadísimo

El 18 de mayo, CFK pateaba el tablero: anunciaba que su ex jefe de Gabinete sería candidato a presidente. Ese día, Letra P publicó este perfil oportuno del hombre que gobernará el país.

Volvió justo, a enojar y a ser denunciado, como cuando administraba el poder. Después de una década larga en la que osciló detrás de candidatos frustrados y estudios de televisión que lo sentaban en la frontera del analista y el sobreviviente, Alberto Fernández acaba de conectar otra vez con la línea de alta tensión de la gran disputa. Dejaron de preguntarle por la psicopatía del kirchnerismo para señalarlo como un lobo con piel de cordero. En el fondo, debe disfrutarlo. Mauricio Macri lo hizo, con su fracaso estruendoso para abrir una nueva etapa y dejar atrás el populismo.

 

 

Aunque casi nunca lo dijo en público y aunque todos se le reían, Alberto Fernández fantaseaba desde hacía mucho tiempo con ser candidato a presidente.

Reuniones con fondos de inversión, encuentros con empresarios, contactos con la embajada de Estados Unidos, diálogo con casi todo el arco peronista, charlas con los postergados de Cambiemos y renovada ascendencia entre miembros de la Corte Suprema. Abogado y profesor de Derecho Penal, ex superintendente de Seguros en la era de Domingo Cavallo y ex jefe de Gabinete, a los 60 años Fernández retornó como una figura central para el armado del Instituto Patria. Hoy es, junto con Máximo Kirchner, la persona que más escucha y más respeta en lo político Cristina Fernández.

 

Así lo piensan los que nunca se fueron y a nadie le quedaron dudas desde que la ex presidenta lo distinguió en la presentación de “Sinceramente” en la Feria del Libro como el gestor del best seller del año. 

 

Que el ex jefe de Gabinete haya regresado a la mesa chica de CFK y sea hoy su delfín electoral puede ser leído en varios planos a la vez. Tal vez dé cuenta de la apertura que, según dice, se puede ver en la mujer política del contrato social. Aunque también es resultado del fracaso de todas las alquimias que abonó Alberto y se evaporaron en el intento de parir el poscristinismo. A la inversa, la ex presidenta no encontró nunca a nadie que pudiera reemplazarlo, ni como parte de su estrategia política, ni como vocero ni como operador todoterreno. Si los Fernández van juntos a la derrota en estas presidenciales, se hablará del extravío de dos políticos que quisieron volver el tiempo atrás, con un enroque inviable. Pero si ganan, la historia del kirchnerismo comenzará a reescribirse otra vez desde el poder y será la prueba de que se necesitaban para el éxito.

 

 

COMO TE VEN TE TRATAN. Aunque casi nunca lo dijo en público y aunque todos se le reían, Alberto fantaseaba desde hacía mucho tiempo con ser candidato a presidente. Viene de cerrar una semana en la que se ganó el rechazo de la Asociación de Magistrados y volvió a ser ubicado en el eje del mal por parte de los medios que lo trataron con guante de seda durante su larga estadía como opositor a la senadora. Las empresas de comunicación que apoyan a Macri y las que prefieren cualquier otra cosa antes que el regreso de CFK acaban de levantar la prolongada veda que rigió para criticarlo, mientras estuvo primero solo, después con Sergio Massa y finalmente con Florencio Randazzo

 

Sin embargo, según dijeron a Letra P fuentes de la Corte, Fernández no intervino en la previa de la decisión de la mayoría peronista que dilataba el inicio del juicio oral contra la senadora. Sí lo hicieron, en cambio, otros enviados de Cristina que pasaron inadvertidos.

 

On line con ella en forma permanente, el ex jefe de Gabinete no sólo le recomienda que vaya el martes próximo a Comodoro Py. Además, le sugiere que pida la televisación del juicio oral para emular un capítulo local y tardío de Perry Mason, el abogado que en películas y series era capaz de demostrar, siempre, la inocencia de los acusados.

 

 

 

Fernández se integró a la mesa chica del poder cristinista junto a Axel Kicillof y Máximo Kirchner, tal vez el gran gestor del reencuentro con su madre. Cambió de parecer sobre algunos aspectos, moderó críticas, archivó el adjetivo “deplorable” para definir al último gobierno de CFK, corrigió su discurso y se anotó también a su manera en la idea que Juan Grabois insinuó: la de una Cristina perseguida que puede volver “sin los corruptos”. Su designación consagra tal vez para siempre el alejamiento y la postergación de una serie de personajes que los medios hoy oficialistas hicieron taquilleros. Son los mismos que se llevaban mal con él y que CFK por su cuenta fue dejando librados a su suerte, a partir de 2015. Algunos están libres y otros no.

 

La ex presidenta le devolvió un protagonismo sin igual y le dio la razón en el libro que bate récords en dos aspectos que pueden resultar centrales, si el “vamos a volver” deja de ser consigna para tornarse realidad: el “error” de la ley de Medios como “la ingenuidad” del memorándum con Irán. Capítulos esenciales para un cristinismo que retorne sedado, en busca de sellar alianzas con otros actores de poder fundamental, desde Estados Unidos hasta el Grupo Clarín.

 

 

 

PASASO, ¿PISADO? Hubo un tiempo en el que Fernández manejaba la relación con los jueces de Comodoro Py y el estudio del Procurador Esteban Righi defendía a los funcionarios que enfrentaban denuncias en los tribunales de Retiro. Fue una epoca en que el holding de Héctor Magnetto acomapañaba los trazos directrices del ex frente para la victoria y sacaba beneficios notorios como la fusión de Multicanal-Cablevisión, empequeñecida ahora por la megafusión de la gran Telecom que Macri le ofrendó a Magnetto. Todo era armonía.

 

Un sinfín de contactos que cultivó el ex jefe de Gabinete se venían reactivando ya y van a explotar ahora.

Más tarde, llegó la ruptura, se desató el conflicto con el campo y al lado de Néstor Kirchner empezaron a ver al entonces jefe de Gabinete como un delegado del multimedios en las aguas del oficialismo. Toda esa arqueología del poder, que llenó tantos libros periodísticos, puede retornar como realidad pura y concreta. Así lo piensan en el Instituto Patria y así lo confirman los soldados del antikirchnerismo que salieron a cuestionar a este Fernández, como si ya estuviera -otra vez- sentado en el primer piso de Balcarce 50.

 

En 2004, hace una vida, fue el ex superintendente de Seguros el que llamó por teléfono a la camarista en lo civil Elena Highton de Nolasco para presentarle a Néstor Kirchner y proponerle ser la primera mujer designada en la Corte. Desde entonces, Highton -también con vínculos en el peronismo- no hizo más que plegarse a la corriente y sobrevivir a todo. La encrucijada del presente los lleva a coincidir en posiciones que pueden cruzarse y coincidir, lo mismo que con Juan Carlos Maqueda. Con Horacio Rosatti, en cambio, la relación es mucho peor. El ex ministro de Justicia de Kirchner se llevaba mal con Fernández en el gabinete y todavía le endilga en privado responsabilidad por una causa judicial que el ahora convaleciente antikirchnerista Claudio Bonadio impulsó en su contra en 2005.

 

Un sinfín de contactos que cultivó el ex jefe de Gabinete se venían reactivando ya y van a explotar ahora. Incluso los que lo critican, empiezan a fatigar un teléfono que pasó años sin sonar demasiado.

 

 

Todavía en segundo plano. El martes, Alberto en la foto con CFK en el PJ.

 

 

DE LA PARTE AL TODO. Como en aquel 2003 con Kirchner, Fernandez era ya el virtual jefe de campaña y vocero de Cristina. Ahora es su socio principal en la aventura del poder. Recorre estudios de televisión, vive entre Puerto Madero y el Instituto Patria y conserva a muchos de los amigos que lo acompañaron en su incursión en Balcarce 50. Con ellos se reúne a comer en forma permanente y cuenta seguro para un eventual gobierno kirchnerista, el cuarto.

 

El ex titular de la Oficina Anticorrupción Julio Vitobello, el ex legislador Claudio Ferreño, el ex auditor Carlos Montero y dos sobrevivientes que atravesaron más o menos indemnes la era cristinista y tienen línea directa con el Vaticano, el ex secretario de Culto Guillermo Oliveri y el ex embajador Eduardo Valdés. Toda una cofradía que se armó en el viejo PJ porteño y ocupó funciones a nivel nacional, pero nunca pudo evitar que el peronismo saliera de perdedor en la Ciudad. Como a Cristina, a este Alberto le interesa mucho lo que diga o deje de decir Jorge Bergoglio.

 

 

 

VUELTA A VUELTA. Fernández recuperó su vínculo personal y político con la ex presidenta en febrero de 2018. Desde entonces, fue virando, a medida que pasaron los meses y se profundizaron los datos del fracaso de Macri en la economía y del crecimiento de Cristina en las encuestas. Primero planteaba que sin ella no se podía construir nada que intente reemplazar a Cambiemos y la ubicaba como parte esencial de cualquier plan de unidad. Hoy piensa que es la figura central de la política, está convencido de que su techo ya no es el que era y los sondeos y focus group que revisa le muestran un crecimiento acelerado. En privado lo remarca: es mérito de Macri y sus satélites, no únicamente de la senadora.

 

Fernández-Fernández es también el intento de sumar los puntos que faltan para ganar en primera vuelta.

Impresionado por las adhesiones que recibe la ex presidenta en el interior del país, Fernández-Fernández es también el intento de sumar los puntos que faltan para ganar en primera vuelta.

 

Desde hace dos meses, una hipótesis circula cada vez más en el Instituto Patria: que el derrumbe del Presidente por debajo del 30 por ciento en intención de voto y el crecimiento de Cristina por arriba del 40 la convirtieran en ganadora en la primera vuelta de octubre. Para eso, se tenían que dar dos movimientos. El primero era que Roberto Lavagna decidiera ser finalmente el candidato de un tercer espacio que le robara votos a Cambiemos. El segundo era y ¿es? el que obsesionaba a Fernández: el regreso de Massa a la casa grande de Cristina. Sumar esos puntos que faltan para la primera o segunda vuelta ahora depende también de Fernández.

 

En el laboratorio kirchnerista, queda todavía una serie de cuestiones que parecen sin resolver. En primer lugar, el postulante en la provincia de Buenos Aires, un lugar que Massa no acepta y Axel Kicillof -acaba de admitir- pretende para él, tal como lo indican sus permanentes recorridas por el interior bonaerense. Si hubiera un acuerdo con el massismo residual, como anticipó Letra P, ese sitio podría ser para Malena Galmarini. Después vendrá la tarea de gobernar. Por eso, el juego de pinzas que despliegan con Kicillof -uno con el que antes no se llevaba bien y ahora sí- para abrir una interlocución permanente con los fondos de inversión, el organismo de Christine Lagarde y los grupos empresarios. Todo, como parte de un cristinismo de centro moderado, un eslogan de campaña que tiene la marca del empoderado.

 

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