El que avisa no traiciona. El gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, rompió el tono monocorde y sereno de su discurso de apertura de sesiones legislativas cuando le dijo al presidente Javier Milei que “ayudarlo” es igual a darle gobernabilidad o quitársela si el camino atenta contra la economía productiva de las provincias. Este martes, en la Cámara de Diputados, hizo las dos cosas. La tropa dialoguista votó a favor de las emergencias, pero se volvió un verdadero incordio para la inhábil coalición libertaria.
Llaryora demostró que está dispuesto a taparse la nariz si es necesario. Nadie hubiera imaginado al schiarettista paladar negro Carlos Gutiérrez buscando una salida con Máximo Kirchner. Sin embargo, el mandatario provincial ratificó en Twitter que quiere la ley. Con diálogo, como pidió siempre; también, con interlocutores válidos.
El cordobesismo quiere hablar con el dueño del circo, quien por segunda vez se fue al exterior apenas el Congreso empezaba a concentrar calor humano. Quienes trajinan los pasillos del Panal saben que el ministro Guillermo Francos perdió autoridad para Llaryora el mismo día que lo recibió en su despacho, en el temprano diciembre.
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La queja recurrente del heredero del cordobesismo de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti apuntó siempre a la ausencia de equipo de gobierno integral, al temor del funcionariado a tomar decisiones y al rol tuitero de Milei, alejado del perfil de un estadista, ejecutor, con el que Llaryora sí se identifica. "Si te vas, dejá por lo menos a El Jefe", refunfuñaba Llaryora en el amplio y luminoso despacho del Centro Cívico.
“Milei va a entender que tiene que buscar consensos, salir de este boludismode respuestas como si fuera un barrabrava. El que se siente mesiánico y cree que puede todo, cuando no tiene con qué, suele durar poco esa experiencia”, le dijo a Letra P una de las espadas de Llaryora en el recinto, con taza de café en mano para pasar el madrugón.
El preocupado debería ser Milei, según el razonamiento que impera en el centro del poder cordobés. "Córdoba ya sabe cómo vivir con lo nuestro", guapean el músculo ganado durante los trotes con el kirchnerismo.
Dialoguistas o traidores
En la sede del gobierno provincial no se hacen cargo del escrache minarquista que dividió las aguas entre quienes votaron “a favor del pueblo” y quienes lo hicieron “contra el pueblo”.
“Somos coherentes, siempre lo fuimos”, ponderaban una línea de acción que no puede separarse de la ambición personal de Llaryora de irrumpir como actor de relevancia en el debate nacional.
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Como ya se señaló desde este portal, el mejor contexto para que se valorice la figura de un gobernador del interior, sin juego por fuera de los límites provinciales hasta ahora, sería un porrazo de Milei, un triunfo de la pericia política.
La dura derrota que sufrió La Libertad Avanza tuvo a Llaryora como artífice. Lo empezaron a reconocer sus enemigos públicos. El senador y primer opositor al gobernador cordobés, Luis Juez, pidió que revisaran cómo votó la delegación cordobesa en el recinto.
“Juntos por el Cambio apoyó, como lo íbamos a hacer la senadora Carmen Álvarez Rivero y yo cuando llegara el momento”, corrigió el excandidato a la gobernación la lista de “traidores” en Todo Noticias.
Juez había prometido guardarse, escapar de los sets televisivos, hasta que llegara su momento de defender y negociar la ley de bases de Milei. Obligado por las circunstancias, puso en palabras lo que toda la política doméstica murmura.
“Llaryora está pensando en su candidatura presidencial”, disparó Juez en el prime time del martes por la noche, y recordó el vínculo “de vieja data” del cordobesismo con Francos.
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Pichetto, Aresca y Gutiérrez, diputados de Hacemos Coalición Federal.
La asociación no es azarosa. En el tamiz fino de “traidores”, el senador no quiso que pasara desapercibida la tropa de funcionarios cordobeses en el esquema de Milei que llegaron por intermedio de Francos, Guillermo Ferraro y el cartel de exministros de la obra pública que encabeza el exministro delasotista Hugo Testa.
Objetivos cumplidos
Llaryora y sus alfiles se despegaron del desembarco de cordobeses; también lo hacía la vieja guardia schiarettista. “No resuelven nada”, refunfuñaban en altos despachos cordobeses.
Con dos sacudidas, el gobernador depuró sospechas de acuerdos heredados y su compromiso con el gobierno no peronista. Logró meterse en la rosca nacional y obligar a sus detractores, como Juez y Rodrigo de Loredo, a hablar de él en espacios donde el sanfracisqueño no tenía cabida.
La rosca sigue porque Llaryora insiste con la necesidad de la ley, pero busca imponer los términos de su redacción de manera activa. Ya no con los monos, sino con el dueño del circo.