Los bloques opositores que contribuyeron a la aprobación en general del proyecto denominado ley ómnibus no creen que el debate pueda retomarse en comisión, donde debería continuar luego de la decisión tomada este martes por pedido de la bancada oficialista, para evitar que se siguieran cayendo artículos considerados esenciales por el presidente Javier Milei. Fuentes de UCR, Hacemos Coalición Federal (HCF) y de los partidos provinciales no imaginan que la discusión pueda reeditarse en el corto plazo.
En la Libertad Avanza tampoco visualizan un pronto tratamiento y recuerdan que el último párrafo del comunicado de la Oficina de Presidencia infiere que el proyecto quedará cajoneado hasta nuevo aviso: "La ley se debatirá cuando entiendan que es el pueblo quien la necesita, no el Gobierno", cerró esa misiva. En la reunión de bloque que lideró Oscar Zago no se dieron fechas próximas de actividad parlamentaria.
Entre los dialoguistas sobraba indignación por la "mala praxis" de la Casa Rosada. "No hay plafón político para abrir una comisión. Es necesario que el Presidente llame a los gobernadores y haya un acuerdo", sostuvo una fuente de HCF a Letra P. La UCR, conducida por Rodrigo De Loredo, que votó dividida todos los artículos, tuvo una hora de catarsis contra el Gobierno.
Como anticipó Letra P, la semana pasada, durante el tratamiento del proyecto, la aprobación definitiva se complicó cuando los gobernadores que digitan los bloques dialoguistas hicieron saber que no ayudarían si el texto final no contemplaba medidas impositivas que lo favorezcan. Proponían coparticipar del impuesto PAIS (que grava las compras en el exterior), pero estaban dispuestos a escuchar ofertas.
Los más duros eran el cordobés Martín Llaryora; y el radical Maximiliano Pullaro, de Santa Fe. Además de impuestos coparticipables, querían garantizarse el financiamiento a sus cajas previsionales. Milei no atendió sus reclamos y arriesgó los votos que necesitaba para ganar los capítulos más polémicos.
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Para evitar una ruptura, el viernes se acordó aprobar el proyecto en general y pasar a un cuarto intermedio para negociar el articulado. El fin de semana no hubo novedades. Los emisarios de Milei seguían siendo el vicejefe de Gabinete, José Rolandi; y Maximiliano Fariña, empleado de Federico Sturzenegger. Intercambiaron borradores con los referentes de la UCR y HCF para acercar posiciones en los temas centrales, como facultades delegadas y privatizaciones, pero evitaban hablar de dinero. Ignoraban que los gobernadores del campo no estaban dispuestos a darle los votos al Gobierno a cambio de nada.
El lunes, como explicó Letra P, Llaryora bajó la orden de boicotear las facultades delegadas, que de esta manera quedaron cerca de caerse. Para evitarlo, LLA necesitaba la mayor parte del bloque UCR. Su jefe había sido claro: sólo podía asegurar 20 de sus 34 votos para los temas sensibles. Entre sus rebeldes, el grupo cercano a Martín Lousteau diseñó la estrategia para desguazar la ley: aprobar las facultades delegadas pero eliminarle sus bases. Los cordobeses y la Coalición Cívica se sumaron.
Salvatajes fallidos
Sin certezas de cómo sería la votación, en la mañana del martes los dialoguistas hicieron los últimos intentos para salvar la ley. Temprano, De Loredo y el presidente de HCF, Miguel Pichetto, hablaron con el ministro del Interior, Guillermo Francos. Ambos pidieron un compromiso expreso para hacer un pacto fiscal con medidas concretas.
Los gobernadores hicieron una videollamada con las autoridades de sus bloques para ponerse al día de las negociaciones. Se alarmaron cuando supieron que seguía entre las facultades delegadas la posibilidad de eliminar fondos fiduciarios. "¡Llamémoslo a (el ministro de Economía Toto) Caputo!", coincidieron.
El funcionario atendió a varios pero no dio soluciones. La única opción para sortear el problema era eliminar los fragmentos que referían a los fondos fiduciarios del proyecto. De Loredo improvisó una metodología en el recinto: votar por inciso. Nicolás Massot, de HCF, propuso una redacción alternativa y el diputado de LLA, Gabriel Bornoroni, encargado de coordinar la votación en particular, nunca lo entendió.
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Fue el principio del fin. Los radicales díscolos y los partidos provinciales jugaron de memoria con Unión por la Patria y la izquierda para recortar el texto.: cayeron las bases de las delegaciones de seguridad y energía; y la mayoría de las atribuciones que contemplaba la administrativa. Tanto era el caos ese momento que Fariña y el asesor Lule Menem entraron en el recinto para ofrecer alternativas. En UP exigieron que se fueran.
Emilio Monzó, de HCF, con pasado como presidente de la Cámara baja, no salía de su asombro. "Tienen que leer el fragmento que quieren cambiar de cada artículo. ¡Al ritmo que vamos, vamos a tardar diez días!", calculó. No fue una ironía. Bornoroni tampoco lo entendió y siguió leyendo el último borrador que había acercado Francos.
Apareció el Duende
Mientras se caían los incisos de a uno, Pichetto y su compañero Oscar Carreño (uno de los más activos en la negociación) se acercaron a Zago para exigirle un cuarto intermedio y una reunión de jefes de bloque. Se había aprobado el artículo 6, llegaba el momento de debatir privatizaciones y no había una mayoría asegurada. La veintena de radicales que iba a acompañar exigía que se muestren los pliegos en tiempo real en la bicameral de Modernización y Reforma del Estado.
La reunión de autoridades, realizada en el bajo recinto, fue breve y uno de los testigos fue el asesor Santiago Caputo, a quien en el Congreso llaman "El Duende", el emisario más fiel del Presidente. Habló poco y recibió varios reproches de los diputados por acelerar una negociación que no tenía cerrada. Pichetto le pidió a Zago que si quería la vuelta a comisión, debía pedirla él. Observó la escena Martín Menem, el presidente de la Cámara.
El rionegrino habló con el jefe de Unión por la Patria, Germán Martínez, para acordar que no haya discursos. "Es la victoria de ustedes. No es necesario el recinto", lo convenció. También hubo diálogos con Myriam Bregman, de la izquierda. La ley ya estaba caída. Nadie cree que vuelva a tratarse.