Martín Llaryora ingresó como una tromba a la oficina de uno de sus ministros de extrema confianza, le tiró la oreja, escuchó la réplica y con un cabeceo pareció darle la razón. Lo escoltaban funcionarios del área de comunicación y protocolo que reflejaban la mirada nerviosa de quienes saben que se está tejiendo algo grande. El redimido compartió unas rápidas observaciones. El remolino encabezado por el gobernador salió por la misma puerta para dirigirse a la sala de situación del Centro Cívico, popularmente conocido como el Panal. Allí, más de 30 industriales de Córdoba aguardaban el inicio de la revuelta productivista del interior, con el sanfrancisqueño a la cabeza.
El mandatario provincial reunió en una larga mesa a pesos pesados del sector agropecuario, industrial y metalmecánico. Repitió la necesidad de pensar un modelo que atienda el déficit como propone Javier Milei a través de su ministro Toto Caputo, pero que le dé la misma relevancia a la producción.
“En los cementerios no crece nada”, fue la frase que Llaryora le dijo al Presidente y a su ministro Guillermo Francos en la temprana reunión con gobernadores. Las retenciones tienen el no rotundo del cordobesismo. La postura no sorprende. La astucia del gobernador para sacar partido nacional de una bandera histórica, sí.
La apuesta de ponerse a la cabeza del pelotón productivista parte de una necesidad de cuidar el motor económico de la provincia. “Cada vez que me toca ponerme al frente, me agarra una crisis”, bromea Llaryora en sus círculos reducidos cuando rememora la herencia radical que recibió en San Francisco y la capital cordobesa; la pandemia o la coyuntura actual.
Lo hace adrede porque, hasta ahora, salió airoso y escaló. En ese juego de contrastes se esconde un diagnóstico sobre el primer mes de gobierno de Milei y de sus posibilidades de emerger, precisamente, como la contracara de todo lo que libertario no es y el país necesita. La versión 5.0 de lo que Juan Schiaretti vendió en su campaña presidencial.
El gobernador cordobés remarca que no es opositor ni oficialista. Se sorprendía de los títulos de dos diarios nacionales que leían con extremos distintos y antagónicos su juego en el Congreso. “Queremos ayudar al Presidente”, aclaró su postura al empresariado.
Sin embargo, Llaryora no observa en Milei la figura de un estadista. Cierto es que la energía que pone el minarquista en sus cruces tuiteros, incluso con cuentas fake, refuerzan un perfil totalmente distinto al que supone un hombre o mujer con vocación de poder y servicio.
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Este detalle no es el único que mira con preocupación el peronista del corazón del país. La “ausencia de un equipo” llama la atención a la cabeza del gobierno cordobés, pero más todavía la ausencia de perfiles productivistas trabajando junto a Caputo.
“Si te vas a Davos, dejá por lo menos a ‘el jefe’”, se escucha en el Panal, en referencia al viaje que incluyó en la comitiva oficial a Karina Milei; el jefe de gabinete, Nicolás Posse; la canciller Diana Mondino y Caputo. Con la ley ómnibus en debate en Diputados y “ministros que tienen miedo”, para el cordobesismo el Gobierno está atrapado en una rueda para hámsteres.
Esa ausencia de interlocutores con legitimidad y capacidad de resolución en el gobierno nacional, combinada con la urgencia de los sectores productivos de generar canales de diálogo por temas urgentes, fue aprovechada por Llaryora para empezar a mostrarse como una contracara, mientras la paciencia social comienza a agotarse. En este canal de mediación encuentra el curso para retomar el proceso de anclaje nacional que no depondrá.
Passerini y Accastello inauguran alianza
Los convenios bilaterales son una buena excusa para empezar a probar sociedades políticas. El proceso de renovación peronista que se abrió con la llegada de Llaryora al poder provincial y el final del ciclo kirchnerista como se lo conoció hasta ahora en el plano nacional sacudió el tablero. La dirigencia justicialista busca su nuevo lugar en el mapa y mueve pensando en un todavía lejano 2027.
Por eso no pasó desapercibida la alianza de gestión que firmaron el intendente de la ciudad de Córdoba, Daniel Passerini, y su par de Villa María, Eduardo Accastello. Se trata de una asesoría que prestará la Municipalidad capitalina para que Villa María pueda crear su Universidad Libre de Ambiente, espacio destinado a la generación de políticas públicas sustentables.
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¿Qué tienen en común? Ambos son dos peronistas con fuerte poder territorial y con el objetivo de picar alto en la nueva etapa del cordobesismo.
Passerini tiene ambiciones provinciales que quedan tácitas en su sociedad con Llaryora y en la apuesta a una sinergia de gobierno entre ambos. Accastello logró “deskirchnerizarse” después de haber sido el alfil de Cristina Fernández de Kirchner en la provincia gracias a su recomposición de las relaciones con Juan Schiaretti y su gestión al frente del Ministerio de Producción. Con el triunfo, volvió a recuperar el control de un bastión territorial que le habilitó el juego político por más de dos décadas.
“Son los intendentes más importantes. Buena fórmula, ¿no?”, alertaban sobre la entretela de la foto altas fuentes del Palacio 6 de Julio.
Bullrich-Quinteros, la sociedad de las buenas noticias
La oposición de Juntos por el Cambio de Córdoba reconoce que está teniendo problemas para marcar la agenda. Se consuelan con la dispersión propia del verano y el polo de atención que concentra el Congreso.
Sin embargo, el gobernador Llaryora se mueve tan rápido que no deja pestañear a una tropa que mira la política en blanco y negro. “Llaryora no es el gringo Schiaretti”, repiten las figuras transversales del Partido Cordobés que ya conocen un poco mejor cómo piensa el nuevo jefe. "Tienen la misma agenda de hace 20 años, la misma forma de plantearla, quedaron en modo analógico", dicen voces expertas en comunicación política.
Para colmo, esas figuras que alguna vez sirvieron de plafón para la dirigencia parecen estar más cómodas con el cordobesismo. Es el caso de la ministra de Seguridad de Javier Milei, Patricia Bullrich, que en menos de dos semanas compartió dos momentos políticos con su par cordobés, Juan Pablo Quinteros.
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Se trata de una necesidad mutua. Bullrich y Quinteros están sentados en el área más caliente de todo organigrama de gobierno y necesitan dar buenas noticias. Como ocurrió al mediodía del viernes cuando juntos, en conferencia de prensa, celebraron la captura de un reconocido narcotraficante en un country de Alta Gracia.
Las lecturas proliferaron durante el fin de semana. El amorío cordobesista y amarillo se consolida, al tiempo que profundiza las distancias con la oposición radical.
Juntos, pero no como antes. El Partido Cordobés y el frente de frentes de Schiaretti trajeron más problemas de los pensados a un JxC que hace malabares para cumplir con su rol opositor en la provincia más transversal de todas.