APERTURA DE SESIONES | CÓRDOBA

Martín Llaryora levanta la mano y juega a ser la contracara del liberalismo sordo de Javier Milei

El gobernador prometió más Estado y se vendió como un referente atento al pulso de la calle. La apuesta a un futuro grande. Zanahoria para el intendentismo.

Un intendente que se convirtió en gobernador, pero que quiere ser presidente. El pasado, el presente y el futuro tomaron licencia espaciotemporal para coincidir este jueves en el primer discurso de apertura de sesiones ordinarias de Martín Llaryora, el heredero de ese cordobesismo que urdieron José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti durante 24 años.

En un nuevo contexto local y nacional, decidió presentarse como “algo nuevo”, sin que esto suponga tensión con el legado recibido, con lo bueno y lo malo. Con esa apelación a la novedad, a su presente inmediato como conductor de la provincia más importante del interior del país, se presentó al “pueblo cordobés” como el líder que se sabe. Entre líneas, se encargó de dejar en claro que, de su tipo, no abundan, al dedicar buena parte de sus referencias al gobierno de Javier Milei.

Imposibilitado de expiar las culpas de sus antecesores, eligió trazar un sombrío diagnóstico nacional para hilvanar su proyecto de gestión apuntalado en la defensa de la producción, la cultura y el Estado de bienestar, sobre todo, en contextos de ajuste inevitable.

Hizo cordobesismo básico cuando reiteró su apoyo al Presidente, aunque resignificó el concepto de colaboración que le ofrece: se lo respalda con la gobernabilidad necesaria para llevar adelante un plan de gobierno con desventaja en el Congreso; pero también con la supuesta generosidad del consejo bienintencionado de quienes saben gobernar y no convalidarán políticas equivocadas.

El juego de las diferencias

La gestión del libertario que no arranca le ofrece las herramientas justas a Llaryora para mostrar su pericia y visceralidad política, en su pago y en el concierto nacional.

Llaryora convalida la necesidad de reducir el déficit, pero no sin un programa productivo. Una cosa sin la otra es “la paz del cementerio”, suele graficar. Sin embargo, en esa ayuda casi paternalista del cordobés se esconde su opinión sobre el esquema libertario: un presidente que no delega, un gabinete que no decide y desconocimiento garrafal del interior productivo.

Apertura del 146° Período Legislativo

Puede agregarse un dato más que da aire a Llaryora para mostrarse como la contracara de lo que Milei es cuando promete más Estado, más humanidad y más política pública para salir del pozo. Las encuestas marcan que la base de apoyo social se achica, naturalmente; también en la Córdoba que, en estampida, depositó en las urnas el voto color violeta con la palabra “libertad” impresa.

El gobernador dio datos concretos de la gravedad del escenario con una caída de 30 puntos en el consumo y las ventas, más la estanflación. Jugó al fleje cuando trajo a la memoria colectiva lo peor de 2001. Mostró su receta para estos tiempos con la figura de los “convenios colaborativos”.

Gestión ampliada

Como es habitual en sus intervenciones, Llaryora cuenta alguna anécdota de vecinos para reforzar diagnóstico y la respuesta rápida que se espera de un líder de Estado que construye su futuro, pero no es su momento. Contó la decisión cooperativa que tomó el dueño de un restaurante que, en acuerdo con su personal, asumió el compromiso de dividir el dinero que ingrese, con el objetivo de que ninguna fuente de trabajo se pierda. “Esta crisis nos tiene que tener a todos juntos”, resumió Llaryora después de destacar que logró ese tipo de acuerdo con nueve de los diez sindicatos con los que negoció, menos el gremio docente, que protestaba en las inmediaciones de la Legislatura.

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Llaryora buscó mostrar reflejos al tomar decisiones rápidas que, supuestamente, hacen que la coyuntura “no golpee tanto” a la provincia, pero por sobre todo con “sentido social”. Otra vez, la contratacara justicialista, productivista y desarrollista que el corodobesismo dice reencarnar.

En esa construcción que hizo Llaryora de su perfil como gobernante, su presente inmediato, el pasado y el futuro que imagina se colaron cuando apeló al intendentismo para construir una apuesta de gobierno multipartidaria en Córdoba y en el país. “Ojalá que el Partido Cordobés llegue a toda la Argentina”, confesó su sueño grande, que no es secreto.

A titulares de municipios y comunas les habló como ese par que fue, pero que ahora necesita no sólo para gestionar la provincia en lo inmediato, sino para construir poder hacia adelante.

Anclaje territorial

Nombrados permanentemente, casi con número de DNI, Llaryora dejó claro este martes que la consolidación del su proyecto necesita aceitar lazos con esas figuras del territorio. Le metió un tincazo en la oreja a las figuras opositoras que hablan de Partido Único cuando demostró el interés que genera “entre quienes quieren el bien de sus comunidades” la oferta transversal que el nuevo inquilino del Panal les propone.

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El gobernador Martín Llaryora habló durante una hora y media en la Legislatura.

El gobernador Martín Llaryora habló durante una hora y media en la Legislatura.

También hay cierta astucia en la oferta que no puede leerse con el único objetivo de desarmar a la oposición. El contexto no es fácil y buscó socializar la gestión y sus grandes problemas asociados al pensar programas de gobierno conjuntos para acelerar los cambios en seguridad, educación y salud, las grandes deudas pendientes del antecesor adepto al cemento y las obras faraónicas para el despegue productivo. Dedicó casi la totalidad de su discursos a estos rubros, precisamente, los que topean las encuestas y demandas de cordobeses y cordobesas.

Este cogobierno con el municipalismo atiende a la necesidad de construir consensos para sacar leyes en una Legislatura en paridad, dividir costos políticos y pensar en un proyecto político a largo plazo. Acá y en el puerto.

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El gremio docente condicionó el inicio de clases en la provincia de Córdoba.

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