NI MEJOR NI MUJER | EL DÍA DESPUÉS

Alberto Fernández, el Fabiola-gate y el desafío opositor de salvar lo que queda

El progresismo siente que perdió y la ultraderecha, que ya ganó. La relatividad de la batalla cultural y la pelea de fondo por los fierros: es 2025.

Por obra y gracia de Alberto Fernández, los millones de personas que comulgan con los postulados centrales del proyecto político que reunió a un mosaico de fuerzas progresistas bajo el paraguas de la etiqueta kirchnerismo, pero que trascienden largamente a la organicidad K, despertaron este miércoles con una resaca horrible; una sensación amarga de derrota y de derrumbe; de que de lo bueno no queda nada.

Del otro lado de la grieta, la porción de la sociedad que defiende ideas contrarias a aquel plexo ideológico, agrupada -puntos más, puntos menos- en el 56% del electorado que llevó a Javier Milei a la Casa Rosada, se levantó exultante, convencida de que ya ganó; de que el kirchnerismo, como proyecto político pero más que nada como movimiento social y cultural, ya fue.

Son sentimientos comprensibles, uno y otro.

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En un clima de época marcado por la emergencia de una ultraderecha violenta, xenófoba, homofóbica, misógina, antidemocrática y negacionista, es gigante el daño perpetrado por la denuncia por violencia de género realizada por Fabiola Yañez contra el presidente del gobierno más feminista de la historia; el que creó el primer ministerio dedicado exclusivamente a desarrollar políticas de género, el que le dio marco institucional a la marea verde que empujó la sanción de la ley de aborto legal.

Hoy, el bando contrario, liderado por el volcánico presidente Javier Milei, gana por goleada su batalla cultural.

Lo que sobrevive a Alberto Fernández

No todo está tan perdido y no todo está tan ganado: a las batallas culturales, tan permeables a climas sociales y políticos gaseosos, las subyacen las instituciones y sus leyes. Pasan los relatos, pero siempre queda un sustrato jurídico que, gracias a los anticuerpos constitucionales que protegen a la sociedad de los estados de ánimo circunstancialmente dominantes, no puede ser desmontado por los gobiernos de turno sin mayorías parlamentarias que expresen la complejidad de la voluntad popular.

Hoy, el 56% puede sentir que ya ganó, pero deberá seguir soportando una realidad que perdura.

- Hoy, las mujeres que decidan interrumpir su embarazo podrán hacerlo de forma legal, segura y gratuita en cualquier hospital público.

- Hoy, cualquier persona podrá sacar turno en el Registro Civil para casarse con su pareja, no importa el género de una ni de la otra.

- Hoy, cualquier persona podrá tramitar su DNI en consonancia con su identidad de género.

- Hoy, Alfredo Astiz y otros 133 genocidas condenados por los crímenes de lesa humanidad que cometieron durante la última dictadura se despertaron en una celda de una cárcel común. De hecho, las tres diputadas y los dos diputados de La Libertad Avanza que quisieron visitar al siniestro ángel rubio y a otros represores no pudieron reunirse con ellos en un restaurante; ni siquiera en una casa particular: debieron ir hasta el penal de Ezeiza. Con todo, la inmensa mayoría (medio millar) de los responsables del terrorismo de Estado sentenciados gozan de regímenes de prisión domicliaria.

La obsesión de Javier Milei

Por ahora, Javier Milei tiene capacidad limitada para desmontar toda esa estructura jurídica y para construir una propia, a su medida: le costó seis meses aprobar su ley Bases y, para lograrlo, tuvo que jibarizar la iniciativa, sometida a las reglas del nido de ratas. Por eso la obsesión 2025 de Karina Milei, arquitecta del sueño mileísta del Congreso propio, ese que le permitiría cambiar el suelo jurídico sobre el que la ultraderecha libra sus batallas culturales.

Que lo consiga depende, en muy buena medida, de sí mismo y, particularmente, de que su plan económico, estructurado a partir de un ajuste brutal, consiga resultados que detengan la degradación de la paciencia social, por ahora sostenida por aquellas épicas culturales gaseosas.

Sin embargo, la oposición -las fuerzas que se autoperciben gendarmes del campo nacional y popular- no pueden confiar en el fracaso ajeno, como parece estar haciendo un peronismo perdido en su laberinto de pequeñas miserias y a la UCR escondiendo su colaboracionismo bajo la alfombra de la culpa republicana.

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En su columna de este domingo, Gabriela Pepe contó que "en la Ciudad de Buenos Aires germina un frente transversal que sueña con ponerle fin al reinado macrista en 2027", pero "también funciona como el laboratorio de un futuro espacio anti-Milei" del que participan diferentes sectores del peronismo, el radicalismo y dirigentes ligados a Horacio Rodríguez Larreta".

Ver para creer. Las avenidas del medio, siempre afectadas por el síndrome de la bolsa de gatos, suelen ser inviables y no despiertan pasiones, pero acaso sean el único antídoto contra el virus de la polarización, la síntesis de una dialéctica que no consigue superar la fase de las contradicciones y la plataforma para el alumbramiento de categorías nuevas en un sistema político detonado.

Alberto Fernández, denunciado por violencia de género.
Alberto Fernández.

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