Sergio Massa sigue afirmando, en sus conversaciones privadas, que no se ve como candidato presidencial este año. Sin embargo, quien lee desPertar, el newsletter de Letra P, sabe que el sí o el no llegarán cuando se conozcan los números de la inflación de abril y de mayo, a más tardar a mediados de junio. El 24 de ese mes vence el plazo para la presentación de las listas electorales; hasta entonces, suspenso… Sin embargo, para que prospere el plan "Massa 2023", que no es solo ni necesariamente suyo en un panperonismo que no tiene postulantes con proyección, el ministro de Economía necesita imperiosamente que el otoño venga fresco en materia de precios.
- Que la inflación de abril y mayo baje a menos del 4%, como él mismo se impuso. Asimismo, que si la economía se ralentiza, al menos no se frene, lo mismo que la creación de empleo.
- Que su eventual candidatura sea una de consenso, sin PASO competitivas y sin que la misma sea por mero descarte, por la mencionada falta de opciones. Massa, cabe pensar, accedería si percibiera que el panperonismo va a buscarlo, lo que equivale a decir que, tal como pidió para hacerse cargo del Ministerio de Hacienda, le otorgaría los resortes necesarios, en este caso para fijar lineamientos de campaña.
- De la mano de lo anterior, que la mesa nacional que el Presidente convocó para el jueves 16 sirva para ordenar políticamente al Frente de Todos y le ponga un freno a la guerra fratricida. Esa es una condición indispensable para que la alianza tenga alguna chance en las urnas, sobre todo cuando la economía de los últimos tres años le juega tan en contra.
- Que su familia le dé permiso -esta cuarta condición incluye una sonrisa con algo de sorna-.
Verano caliente
Según proyecciones del Gobierno, el IPC de enero, que el INDEC divulgará el martes próximo, sería algo inferior al 6%, mientras que el de febrero –complicado por lo que ha ocurrido y lo que ocurriría en los próximos días con la carne–, con suerte, no se escaparía mucho más allá del 5%. Los precios evolucionan más velozmente que lo deseado y acecha el fantasma de cierto estancamiento de la actividad.
Para peor, marzo es un mes estacionalmente complejo por el comienzo de las clases. Por eso, el ministro de Economía puso manos a la obra. A la introducción de los útiles escolares en el plan Precios Justos 2.0, que vencerán –¡oh, casualidad!– el 30 de junio, se suma ahora un acuerdo con las escuelas privadas, que, mayores subsidios mediante, limitará al 16,8% el aumento de las cuotas un en marzo y a apenas 3,35% en abril, mayo y junio, parámetros que se alinean, justamente, con el "3 y pico" buscado por el funcionario. El Gobierno hace todo lo que puede para regalarse un otoño fresco en lo que hace a la inflación.
Temperaturas invertidas
Mientras, la lógica es diferente en lo que respecta al gasto público: verano frío, otoño e invierno más calientes. A tono con la campaña que se avecina –sea quien sea el candidato de Todos–, el Gobierno apretará el acelerador en la contención del gasto público en el primer trimestre, de modo de hacerse de un colchón de dinero que le permita estimular la demanda en sintonía con el calendario electoral, aunque sin poner en peligro la meta de déficit fiscal de 1,9% del PBI que establece el Stand by con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto se traduce, por ejemplo, en la disposición que reforzará el control de las cajas oficiales por parte del Palacio de Hacienda, que obligará a cada componente del gabinete a consultar antes de hacer cambios en su presupuesto.
Alguna vez Letra P hizo una analogía entre política y astronomía, que llamó "teoría de los agujeros negros" –que quien lee pierda tiempo en buscarla; es un invento–. A ver:
Los agujeros negros son concentraciones ultradensas de masa que atraen todos los objetos celestes que se mueven a su alrededor y que incluso absorben toda la luz, de lo que surge su carácter invisible. La comprobación de su existencia es, entonces, indirecta y se produce por las alteraciones de la trayectoria de esos cuerpos vecinos que sí se pueden ver. Bueno, en política pasa lo mismo.
Por ahora, la candidatura de Massa es invisible, pero el modo en que otros actores y actrices se mueven a su alrededor comprueba que es la principal de sus hipótesis. Por caso, la decisión de Juntos por el Cambio (JxC) de poner en el foco de la discusión la política económica en curso es un gesto que se destina a un competidor directo. He ahí una demostración del agujero negro –invisible, pero existente– que es el plan "Massa 2023".
El problema es que el modo elegido por la oposición para diferenciarse es controvertido y se ubica al filo del reglamento. Al hablar de una "bomba" en referencia a la deuda en pesos y cuestionar el uso de instrumentos como los títulos en moneda nacional dollar linked –atados en su vencimiento a la cotización de la divisa estadounidense–, JxC podría hacerle entender al mercado que, en caso de llegar al poder, podría "reperfilarla"… algo que, hay que recordar, hizo efectivamente Mauricio Macri, una de las decisiones más criticadas, con razón, de su su momento. ¿Por qué la vieja crítica y por qué la irritación actual? Porque aquella sugerencia, que no sería otra cosa que un incumplimiento –un default–, dinamita la única fuente de financiamiento del Tesoro, privado como está de acceder a los mercados internacionales y limitado –por el FMI y la necesidad de frenar la inflación– en el uso de la maquinita de emitir pesos.
Lo anterior explica la dura respuesta que el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, les dio a los economistas del antiperonismo.
Alineando el discurso, Alberto Fernández también cuestionó a fondo al neomacrismo.
La mesa nacional del Frente de Todos convocada por Fernández para el jueves de la semana que viene –una que, para disgusto de Cristina, que enviará emisarios, se anuncia muy, muy amplia– debería comenzar a ordenar la interna caótica; esa es una precondición de una campaña mínimamente viable. Sin embargo, la pelea es tan fuerte que no puede ocultarse.
El jefe de Estado reconoció ese desorden por segunda vez en 24 horas, algo que, lejos de ser casualidad, ya es una decisión política de defender su legado y de denunciar el fuego amigo.
Mientras, en el otro rincón, el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, quien se sueña presidenciable apoyado por CFK en unas PASO, instó a sus compañeros y compañeras a "apagar la discusión interna por un rato". Sin embargo, acaso aún rumiando su enojo por no haber sido invitado a una reunión con Luiz Inácio Lula da Silva, no pudo con su genio: “Voy a seguir militando le pese a quien le pese". ¿En qué quedamos?
¿Clamor en construcción?
Mientras, el clamor que subyace a la idea de una candidatura de Massa comienza a levantarse. Pablo Moyano pidió, igual que el ministro, bajar el ruido y, a la hora de mencionar precandidatos, subió al ring al hombre que, por ahora, dice no querer subirse. "No voy a descubrir nada nuevo si digo que uno de los candidatos va a ser Massa", definió lo que se supone obvio.
En tanto, Jorge Capitanich pidió "dar pasos fuertes con el objeto de garantizar que nuestros candidatos sean lo suficientemente representativos para ganar en primera vuelta", antes de toparse con la unificación del voto de Juntos y el de la ultraderecha. ¿Qué nombre podría satisfacer tal requisito? Hoy, ninguno, ¿pero cuál podría anotarse en clave de proyección? ¡Bingo!