GREMIOS

Un Furlán empoderado se mete de lleno en la normalización de la CGT Córdoba

El nuevo jefe de UOM se volvió un actor clave en el proceso de unidad local que exige la central obrera nacional. Tensión interna y schiarettismo en alerta.

CÓRDOBA (Corresponsalía) Desde que asumió en la secretaría del interior de la CGT, Abel Furlán comenzó un proceso de normalización en las diferentes regionales provinciales que tiene, por estas horas, a Córdoba como uno de sus focos más conflictivos. En ese marco, las sedes locales de la UOM se convierten en centros de atención del gremialismo mediterráneo y sus referentes aparecen como actores centrales en los procesos de recambio que la conducción nacional exige desde hace meses. 

 

A comienzos de esta semana venció el plazo que la CGT le había fijado a la Regional Córdoba para llegar a un esquema de unidad que determinara los nombres para su nueva conducción. Detrás de la falta de acuerdos, en el universo de la conducción sindical se esconden rencillas internas de poder que, en muchos casos, tienen que ver con la dinámica misma de las organizaciones, aunque también con un trasfondo político en el que se discuten los destinos del país.

 

En la administración provincial, por estas horas, empiezan a mirar con preocupación los movimientos cegetistas que parecen tener como principal objetivo dar por concluida la etapa en que el titular del Sindicato de Empleados Públicos (SEP) y a la vez legislador de Hacemos por Córdoba, José Pihen, se hiciera cargo de la conducción local. El pasado 2 de mayo, Horacio Otero, que responde al referente metalúrgico, se reunió con los gremios cordobeses y les pidió avanzar en un armado de unidad. Dio un plazo de 30 días y advirtió sobre la alternativa de la intervención por parte de la central que hoy conduce el trío conformado por Héctor Daer, Pablo Moyano y Carlos Acuña. La conducción quiere a todos los sectores "adentro", sostener a los que ya están y sumar a quienes dicen tener las puertas cerradas.

 

La disputa central identifica dos grandes bandos. Por un lado, se ubican quienes están detrás de la conducción de Pihen, que nuclea a la mayor cantidad de gremios bajo el lema histórico Movimiento Obrero Peronista. Del otro lado, está el Movimiento de Trabajadores de Córdoba, un espacio liderado por el sindicato de los empleados de Comercio, conducido por el exmassista Pablo Chacón, al que se suman los Camioneros encabezados por Edgar Luján y la UOM, liderada por Rubén Urbano, que salió fortalecido de la renovación de autoridades nacionales y logró, por primera vez, una silla cordobesa en la mesa nacional.

 

“En el medio, hay un montón de gremios que hacen el doble juego porque cada uno negocia para adelante”, advierten desde el corazón mismo de la discusión. En ese lote también fue ganando espacio en las últimas semanas el titular de la Asociación Obrera de la Industria del Transporte Automotor (AOITA), Emiliano Gramajo, principalmente por su relación con Pablo Moyano. Su nombre, de hecho, fue mencionado en reiteradas oportunidades como parte de una conducción repartida. De hecho, Edgardo Garmendia, un hombre de AOITA, fue ungido este miércoles como el Secretario General de la CGT Regional Villa María. Fue en la sede de la UOM y Gramajo estuvo ahí.

 

El diferendo interno trató de encauzarse mediante la conformación de una comisión con ocho representantes de diferentes gremios confederados. Desde el 9 de mayo se llevaron adelante tres reuniones. “Chacón vino, informalmente, a las primeras dos. Después, nos clavó”, se quejan en la mesa.

 

Como el panorama estaba lejos de mejorar, Otero volvió a Córdoba este martes. Allí, se encontró con un desplante de la facción de Pihen que, plenario mediante, había decidido ausentarse de la reunión debido a los desencuentros con los sectores que espetan al actual secretario general su condición de “jubilado”, de “empleado público” y, en mucha menor medida, su apego con el gobierno provincial.

 

“Acá estamos todos con Juan”, se sinceró una de las fuentes consultadas por Letra P respecto de la relación entre el gobierno provincial y el sindicalismo cordobés. Claro que no todos tienen el nivel de cercanía que, no sin tensiones, durante años expuso Pihen con el gobernador. Hay quienes han tenido una relación zigzagueante y, en otros casos, quienes directamente podrían ubicarse en el bando contrario a Juan Schiaretti.

 

De ese lado surgió la CGT Rodríguez Peña, una central alternativa que se sostuvo a lo largo de los años gracias al peso específico de tres de los gremios más convocantes y movilizados de la provincia, aunque con un protagonista excluyente en la Capital: el Sindicato Único de Recolectores de Residuos y Barrido de Córdoba (Surrbac), conducido Mauricio Saillén; el lucifuercismo encabezado por Gabriel Suárez; y el SUOEM, liderado por Rubén Daniele. El Surrbac y Luz y Fuerza participaron de la primera reunión con Otero, pero luego se corrieron de las discusiones formales. En el schiarettismo advierten que las relaciones con algunos sectores de la conducción nacional mantiene las acciones en alza y se alarman.

 

En ese lote, también se ubican representantes importantes del sindicalismo cordobés como el líder de la Unión de Educadores de la Provincia (UEPC), Juan Monserrat; la secretaria general de la Unión Obrera Gráfica, exlegisladora oficialista y excandidata a diputada nacional del FdT, Ilda Bustos; o el bancario Raúl Ferro, el único sentado hoy en la mesa de las discusiones internas de la central.

 

Los corrillos políticos de comienzos de junio advierten que Furlán “bajará” a Córdoba para intentar destrabar la encerrona en la que se encuentra el gremialismo cordobés. Por lo pronto, Pihen intentará culminar su segundo mandato al frente de la central, augurando proyectarse como parte de la nueva conducción colegiada, que parece ser la salida más decorosa ante un panorama marcado por las trayectorias personales y las aspiraciones de protagonistas históricos del sindicalismo mediterráneo.

 

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Eduardo Toniolli del Movimiento Evita, Marcelo Lewandowski y Juan Monteverde.

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