Después de la derrota, las diferencias de la fractura expuesta y la ofensiva sobre Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner respira con cierto alivio, al menos por algún tiempo. La vicepresidenta logró lo que quería, obligar a reaccionar al Presidente ante la catástrofe de las PASO, pero lo hizo pagando ella misma un costo de lo más elevado. No solo por la puesta en escena de las renuncias que no fueron y la carta fulminante con críticas a su propio gobierno por el ajuste que lleva adelante desde hace larguísimos meses: también y sobre todo porque salió del test electoral debilitada -como la mayor parte del Frente de Todos- y tuvo que ceder la dirección del gobierno a una liga de profesionales del poder que tienen peso específico y no nacieron con el kirchnerismo. Al contrario: entre los nombres que ahora se sumaron a los gabinetes de la Nación y la provincia de Buenos Aires, hay varios que fueron enemigos declarados del cristinismo y trabajaron en su contra como nunca entre 2015 y 2019. Ir a buscarlos para que se involucren y no empiecen a pensar otra vez en desligarse del kirchnerismo es una muestra del instinto de autopreservación forzado por la derrota, pero otra vez: solo se entiende a partir de la doble impotencia de Cristina, tanto para gobernar con Alberto como para hacerlo con los propios.
La vicepresidenta tejió los nombres finales del elenco de ministros en la conversación final con Fernández, el viernes 17. Al día siguiente se fue a El Cafalate, donde recibió a Axel Kicillof, y se quedó en el Sur hasta el martes pasado, cuando regresó a Buenos Aires. Esta vez, la expresidenta no propuso a dirigentes de La Cámpora para reemplazar a los caídos del gabinete de Fernández. Tuvo que apelar a Juan Manzur, Julián Domínguez y Aníbal Fernández, todos exministros de ella que en más de una ocasión la cuestionaron. Con los últimos dos mantuvo siempre y pese a todo una buena relación, pero con el gobernador de Tucumán la sorpresa fue grande.
Para explicar la novedad y el viraje, la dirigencia que responde a CFK repite una frase que dice haberle escuchado en las últimas dos semanas, más de una vez: “No podemos seguir con el poroteo de los propios. Lo que nos hace falta es gestión”. Toda una ruptura si se lo compara con el final del Frente para la Victoria en el Gobierno, cuando la entonces presidenta se quedó sola, rodeada de incondicionales y de una feligresía que señalaba traidores, convencida de su pureza.
Según le dijeron al lado del ahora jefe de Gabinete a Letra P, al día siguiente de las PASO, Cristina llamó a Manzur a su provincia para felicitarlo por el triunfo y sugerirle la posibilidad de que asumiera en reemplazo de Santiago Cafiero. Al día siguiente, según lo relató en su carta posderrota, se lo planteó a Fernández en el encuentro en Olivos. Audaz y ambicioso, el entonces gobernador aceptó pese a que en su entorno no eran pocas las voces que le decían que no le convenía hacerse cargo de la brasa caliente del Gobierno. Aunque viene rodeado por una cuadrilla de personajes que nunca cayeron bien en el kirchnerismo, Cristina agradece la predisposición de Manzur, según afirman ahora quienes hablaron con ella en las últimas horas. Si pesó más el pedido de la vicepresidenta, el del Presidente o el de la liga de empresarios que esponsorea al tucumano, solo él lo sabe.
La derrota no sólo forzó a Fernández a cambiar el gabinete: también obligó a Cristina a trastocar una vez más sus planes. “Ella viene cediendo hace rato. Mucho de lo que ella misma decía hace cinco meses que no iba a hacer, ahora lo hace”. La convocatoria a Manzur puede inscribirse en ese giro pero también la decisión de pagar los vencimientos de deuda con el Fondo con los Derechos Especiales de Giro, algo que en el arranque del año la banca del Frente de Todos en el Senado había considerado una herejía que postergaba a los sectores más humildes. Se acaba de hacer: con toda puntualidad: Argentina abonó 1.900 millones de dólares y le queda un monto idéntico para el 22 de diciembre.
Sacrificar a la tropa propia
Según dijeron a Letra P quienes conocen bien sus movimientos, Cristina no volvió a hablar con Alberto desde el viernes pasado, pero los Fernández no dejan de enviarse mensajes a través de distintos canales. Atenta a todo, dicen a su alrededor que ella ve con satisfacción cómo la llegada de Manzur descomprimió la tensión interna y le dio aire al Gobierno.
Aunque sean mayoría quienes prefieran ignorarlo tanto en el Gobierno como en la oposición, el llamado de Cristina al peronismo no kirchnerista no se limitó a cubrir los casilleros del organigrama de Alberto: también significó un cimbronazo para Kicillof, otro de los grandes derrotados de las PASO. El gobernador bonaerense hizo una campaña que se distinguió poco de la nacional, se centró en los logros de la vacunación y en la denuncia a la oposición, pero eludió el ajuste sobre los ingresos que impactó en el Gran Buenos Aires. El resultado fue costoso en términos de ausentismo y de pérdida de votos, pese a que en la Casa Rosada afirman que destinaron fondos adicionales a financiar a la provincia.
Al lado de la vicepresidenta, la coincidencia es absoluta: afirman que después de las PASO Kicillof no quería hacer cambios ni entregar el lugar de su amigo Carlos Bianco. La larga conversación que tuvieron Cristina y su exministro de Economía en El Calafate, el fin de semana pasado, terminó por convencerlo. Pesó la palabra de Máximo Kirchner, el rival interno de Kicillof puertas adentro del cristinismo, que propuso a Martin Insaurralde para reemplazar a Bianco y a Leonardo Nardini como sucesor de Agustín Simone en el Ministerio de Infraestructura.
Quienes reportan a Cristina aprovechan para apuntar contra el gobernador y dicen que le costó ubicarse después de la derrota. Eso explica sus largos días de silencio post PASO, interrumpidos en las últimas horas. El jefe de La Cámpora logró perforar el esquema cerrado de Kicillof, pero tampoco pudo poner a figuras de su propio espacio. ¿Los tiene? Las opiniones se dividen en el oficialismo. Hay quienes afirman que el camporismo ya no tiene cuadros para ubicar en las primeras líneas del gabinete, pero también quienes recuerdan que hace unos meses había circulado para reemplazar a Teresa García el nombre de Santiago Révora, primo de Eduardo de Pedro. Le tocó finalmente a Cristina Álvarez Rodríguez.
Guzmán, Kicillof y el ajuste
La vicepresidenta cuestionó en su carta el ajuste que decidió Martin Guzmán durante los primeros siete meses del año y recibió en las últimas horas una réplica del ministro de Economía. Guzmán le dio un largo reportaje a Víctor Hugo Morales en AM750 y llenó de elogios a CFK, pero no eludió la discusión interna. “Ella es honesta y clara con lo que ha manifestado públicamente, en particular en lo que fue la carta donde manifiesta que ha habido un ajuste fiscal. Ella misma en su carta dice ‘me dicen que no es así’: yo soy uno de los que dice que no es así. Y la realidad es que en la Argentina ha habido una política fiscal expansiva”, afirmó Guzmán. El título “Yo soy uno de los que le dice a Cristina que no hay ajuste” se viralizó en pocos minutos y, según le dijeron a Letra P allegados a la vice, no cayó para nada bien en las cercanías de la expresidenta. Sin embargo, de acuerdo a las mismas fuentes, después de que le enviaron el audio completo de la charla, CFK dejó de lado su enojo inicial o, por lo menos, decidió guardar silencio.
La reducción del déficit fiscal no solo se basó en el aumento de la recaudación y la erradicación del Gasto Covid en un año en el que el Gobierno decidió abrir la economía sin paliativos de ningún tipo y lo pagó con un nivel de mortalidad que puede llegar a triplicar el números de muertos de 2020: también hubo licuación de jubilaciones y salarios estatales, como coinciden en señalar desde las consultoras privadas hasta la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Sin embargo, en la entrevista con AM 750, que se extendió durante casi una hora, Guzmán acordó con Cristina en cuanto a la subjecución presupuestaria. Dijo que coincidía con esa critica y que había que corregirlo. No mencionó en qué áreas del gabinete se subejecutaron partidas, pero por supuesto lo sabe. No sólo la Nación usó menos de lo presupuestado: lo mismo pasó en la provincia de Buenos Aires, según afirman cerca de la vicepresidenta. Duro detractor del recorte de subsidios energéticos que Guzmán pretendía hacer y no pudo -subsidios es una de las partidas que más creció en 2021-, Kicillof quedó al frente de un gabinete que también subjecutó parte de su presupuesto. Son desaveniencias de Cristina con su circulo más cercano y exceden el detalle: confirman que la vice está dispuesta a postergar a los más leales con tal de preservar el poder y no volver a la intemperie.