Diego Genoud es uno de los analistas políticos más lúcidos de la Argentina y, entre otros escritos, volcó sus mejores reflexiones sobre el pasado reciente y el futuro de la Argentina en su libro El peronismo de Cristina. A punto de lanzar la tercera edición de este, Letra P lo invitó a ir más allá y repasar, ya no los entretelones que rodearon la creación del Frente de Todos en 2019, sino su futuro después de este año electoral que preparará el escenario de 2023.
En la entrevista -la charla tuvo lugar antes del escándalo por el cumpleaños de la primera dama celebrado en Olivos durante la cuarentena dura, episodio que golpeó al Presidente, como escribió el propio Genoud en su columna de este sábado-, el periodista repasa los vaivenes políticos y económicos del Gobierno que está a punto de cumplir dos años y los entresijos de las relaciones entre Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa, Axel Kicillof, Máximo Kirchner y otros protagonistas del oficialismo. El resultado de los comicios de mitad de mandato y la lectura que se haga del mismo comenzarán a perfilar las chances del Presidente de ir por la reelección, pero los movimientos de Todos no se limitan a esa especulación. ¿Qué tiene en mente Cristina, actriz central de la alianza de gobierno? ¿Axel 2023? ¿Cuál es el juego de Massa? ¿Qué proyecto de país ofrece, más allá de la pandemia y con sus contradicciones, el panperonismo? Pase y lea.
–¿Cómo caracterizaría la evolución del Frente de Todos entre la novedad de su conformación en 2019 y las paradas electorales de septiembre y noviembre próximos?
–Se dio una situación excepcional y no solo por la pandemia. Alberto Fernández no aprovechó los famosos primeros cien días de mandato y recién despertó a la gestión el 20 de marzo de 2020, cuando anunció las primeras restricciones de la pandemia y se convirtió en el comandante de la batalla contra el “enemigo invisible”, el coronavirus. Hasta ese momento, el único que parecía estar en sintonía con el drama de la herencia recibida era (el ministro de Economía Martín) Guzmán, que de entrada empezó a peregrinar dentro y fuera del país por la reestructuración de la deuda. Cuando el Presidente quedó encerrado por su propia cuarentena y se encontró con una situación más grave en todos los sentidos, empezaron los cuestionamientos internos. En un segundo momento, tanto en la vacunación como en los programas de ayuda para la población afectada por la pandemia, el Estado hizo lo que pudo, lo que, por supuesto, no alcanzó. Fernández se fue desdibujando y la economía empezó a pesar. Ahora, con el cierre de listas, veo un tercer momento: un intento del Presidente de recuperar autoridad y dar pelea interna por su sobrevida política. Depende, por supuesto, del resultado de las elecciones, pero, aunque no lo diga, piensa que Cristina y La Cámpora no van a tener forma de reemplazarlo y van a tener que mantener la alianza con él.
–¿Hasta qué punto el predominio del factor cristinista en la alianza, dada la relación inicial de fuerzas, estaba cantado desde el comienzo? O, de otro modo, ¿qué pasó con las pretensiones de los sectores moderados?
–Había mucha gente, tal vez la mayoría, que imaginaba que Fernández iba a tener otro volumen a la hora de gobernar. Él mismo creó expectativas con el discurso que repetía: “Vamos a salir adelante como lo hicimos con Néstor”. No solo el peronismo no kirchnerista creía eso, sino también parte del empresariado, que veía en él un presidente capaz de imponerse pese a que nunca había construido poder propio ni había liderado nada. Sus pergaminos eran haber estado al lado de Néstor Kirchner en el tiempo del kirchnerismo arrollador, cuando muchos le atribuíamos un rol decisivo. Sin embargo, quedó atrapado en un eslogan que no pudo cumplir y ahora incluso el rol del primer Fernández se ve distinto.
«“Mucha gente imaginaba que Fernández iba a tener otro volumen a la hora de gobernar, pero ahora incluso se ve distinto su rol en el primer kirchnerismo”.»
–¿Cómo evalúa la política económica a la luz del juego político que describe?
–Las variantes que ensaya el Gobierno resultan bastante confusas. En el libro cuento el modo en que Fernández cambió de libreto en el medio de la campaña de 2019: había dicho que tendría un ministro fuerte, había prometido un rol central para (Martín) Redrado en las jornadas de Clarín en el Malba y había anunciado una salida “a la uruguaya” para la deuda en un acto en la Fundación Mediterránea. Después, entró Guzmán a su equipo y empezó a plantear la necesidad de una quita con los acreedores privados. Mientras, Cristina, que fue un respaldo esencial para Guzmán en el primer año de gestión, comenzó a poner reparos al esquema de reducción del déficit fiscal en plena pandemia. Guzmán se niega a llamarlo “ajuste”, pero sabemos que el Gobierno redujo al mínimo las restricciones (a la movilidad) en los momentos en que se produjeron más muertes a causa del covid para no tener que tomar medidas como las del IFE y el ATP. Además, con la inflación del primer semestre se licuó el gasto previsional y el salario del personal estatal.
–Eso describe los tropiezos y limitaciones del Gobierno y las desinteligencias entre los factores predominantes de Todos. ¿Pero hay alternativas?
–Tampoco termina de quedar claro cuál es el camino que propone el cristinismo, más allá de no subir tarifas ni recortar los subsidios prorricos de los que habla Guzmán. Se sabe que Cristina tiene como principal asesor económico a Kicillof, pero Massa, que está aliado a Máximo Kirchner, promueve permanentemente a Redrado y hasta Cristina misma recibió a Redrado en el Senado. Si no es con Guzmán, que funciona como el mejor interlocutor ante el Fondo, ¿cuál es la salida que propone Cristina? ¿Sería retomar la experiencia del ministro Kicillof o una salida promercado como la de Redrado? Es como si hubiera un deseo en el cristinismo de volver a repartir las cartas, pero sin saber cómo hacerlo. Por eso, un día Cristina denuncia a Techint y a Clarín y al siguiente pide un gran acuerdo, con los sectores mediáticos incluidos, para resolver la economía bimonetaria. Un día los senadores de Cristina piden usar los DEG (que enviará el Fondo) para afrontar el impacto de la pandemia y al otro día Cristina dice “no vamos a poder usar la plata para lo que queremos”.
–¿Qué evaluación hace de las causas judiciales contra la familia Kirchner en los casi dos años de mandato transcurridos? ¿Qué jerarquía les da en las diferencias entre el Presidente y la vice?
–Es un tema importante, porque es el frente que le impide a Cristina moverse como quisiera en política y la obliga a no descuidarse ni un instante. La derrota del Frente para la Victoria en 2015 mostró que ella no puede perder elecciones, que una derrota no solo la afecta en lo político sino en lo personal y en lo familiar, en su intimidad. Eso explica el pragmatismo que le vemos en estos días, su esfuerzo por conservar las alianzas con quienes ayer votaban a favor de (Claudio) Bonadio y pedían su allanamiento, como (Omar) Perotti. Seguramente Cristina pensó que Fernández podía resolver ese frente y no fue así. Sin embargo, Comodoro Py actúa siempre en auxilio del vencedor y de a poco va virando hacia los intereses de Cristina. Ahora (Mauricio) Macri es el que tiene que cuidarse.
–¿Es posible esbozar alguna tendencia acerca de la sucesión de Fernández en 2023? ¿Habrá margen para un segundo mandato?
–Es temprano para saberlo, aunque la elección de noviembre va a construir los marcos del escenario de 2023. El Presidente y su grupo más cercano creen que están frente a la posibilidad de plebiscitarse y que, si el Frente de Todos gana la elección, el vencedor será Alberto. Por lo que escucho y me dicen, es como si confiaran más en la incapacidad ajena, la de Cristina y La Cámpora, que en la propia. La idea es que no van a tener forma de reemplazar a Fernández y que lo van a necesitar en el mismo rol hacia 2023.
«“¿Cuál es la alternativa económica que propone Cristina? ¿Retomar la experiencia del ministro Kicillof o una salida promercado como la de Martín Redrado?”.»
–¿Y Massa? Él mantiene sus aspiraciones, ¿pero en qué las fundamenta?
–Se ofrece como relevo y lo que tiene a favor es lo que tiene en contra: el conocimiento del Estado, un bloque de poder que lo respalda, una experiencia previa en la construcción de un proyecto político-electoral ambicioso. Con eso desafió a Cristina en 2013, le jugó en contra en tres elecciones y volvió. Tiene mucho poder, pero su problema es que eso hoy vale menos porque tiene menos votos propios debido a sus zigzagueos y a su regreso al cristinismo. Podría venderles a Maximo y a Cristina ese potencial y sellar una sociedad con ellos; imagino que esa es su intención, aunque, por lo que me dicen, Cristina no termina de comprar ese proyecto porque sabe que Massa jugó fuerte en su contra y también con su fuerte influencia en Comodoro Py durante los años de Macri. Mi sensación es que Cristina apuesta por Kicillof como candidato propio y piensa que con él podría tener en 2023 lo que no tuvo en 2015 con Scioli ni en 2019 con Alberto: un representante fiel no solo en cuanto a lealtad sino a pensamiento.