Gerardo Morales no quiere ser presidente de la UCR. Quiere ser El Jefe. Lo subrayan quienes lo conocen mejor y plantean que lo que está en juego no es un cargo institucional. Está convencido de que tiene que asumir para conducir al radicalismo con objetivos claros y firmeza. A él no le cabe la famosa culpa radical ni el temor al mando. Lo prueba su gestión en Jujuy, donde resiste desde hace seis años la peregrinación K al sitio de detención de Milagro Sala. En lo partidario, subyace una queja con la gestión actual de Alfredo Cornejo y su antecesor, José Corral. El último que ocupó la presidencia del Comité Nacional con alto protagonismo, sostienen, fue Ernesto Sanz, responsable de la conformación de Cambiemos. Morales quiere pasar a la posteridad como quien movilice las bases en todo el país, convoque a diseñar un programa de gobierno y obligue al PRO a sentarse a discutirlo. Está dispuesto a sumar a Martín Lousteau, a pesar de la tan contada pelea a los gritos, para que la UCR tenga un solo precandidato en 2023 y con chances de ganar.
"El radicalismo necesita una jefatura, no un presidente", indican quienes buscan aprovechar el envión de la última elección y piden terminar con las rencillas internas. No quieren repetir la aventura de 2015 con candidatos testimoniales frente a Mauricio Macri, que, fortalecido y sobre la estructura radical, gobernó repitiendo que no era una coalición. "Fueron los años del gobierno del PRO, no de Cambiemos", certifican en Jujuy y definen como un "fracaso" la gestión que comparan con el presente del Frente de Todos, donde no hay un programa unificado, un funcionamiento acordado ni una mesa de discusión de todos los aliados.
Los sucesivos fracasos igualan. "Ya sabemos que todos gobernamos mal", admiten. Si la UCR fracasó con la Alianza de Fernando de la Rúa, luego el PRO fracasó con Macri en la Casa Rosada. Si nadie aprobó el examen presidencial, no hay candidato 'natural' que deba surgir del PRO.
Por eso, la obsesión de Morales es construir un programa radical con una visión productivista que evite a futuro discusiones como las que se dieron con las tarifas energéticas entre 2015 y 2019. Los primeros seis meses de 2022 movilizarán al partido, promoverán consultas con sectores productivos y debates de políticas provincia por provincia. Mucha liturgia radical deliberativa con congresos provinciales para plasmar en papel las ideas recogidas. Ese insumo confluirá en un congreso nacional que elabore un documento para presentar en sociedad y, luego, a socios y aliados.
Ese programa debería ser, además, la base para un acuerdo económico, político y social sobre los valores históricos del partido de Hipólito Yrigoyen, Leandro Alem, Ricardo Balbín y Raúl Alfonsín: libertad e igualdad. "Ellos solo proponen libertad, pero nosotros debemos cuidar el costado social", repiten quienes contabilizan los triunfos de Gustavo Valdés (reelecto en Corrientes) y en las legislativas de la UCR de Jujuy, Mendoza, Carolina Losada en Santa Fe y la buena performance de Facundo Manes en Buenos Aires, en la larga lista de postulantes que pintaron de rojo el país (no de amarillo, dicen).
En ese marco, Morales les pedirá a las figuras más "taquilleras" de la dirigencia que recorran el país. Con él incluido, cuenta a Valdés, Manes, Losada, Mario Negri e incluso Lousteau. Ante la repregunta, repiten el nombre del economista porteño a pesar de sus profundas diferencias. "Hay que darle visibilidad a la dirigencia radical y mover mucho el partido desde abajo", agregan.
Esa idea se completa con una invitación a la totalidad de quienes tienen aspiraciones presidenciales para que se autopostulen ya mismo. A diferencia de Horacio Rodríguez Larreta, que promete concentrarse en su gestión como vidriera nacional y no hablar de precandidaturas en los próximos seis meses, Morales cree que deben picar en punta y salir a caminar el país para potenciar a los posibles aspirantes para 2023. La fecha para definir sería fines del próximo año. El mecanismo deberá discutirse: quien esté mejor posicionado en las encuestas (en masculino, porque no aparecen nombres radicales de mujer) o quien surja de una primaria propia a realizarse antes de las PASO. Después, el partido debe encolumnarse detrás del mejor candidato. Más de un precandidato en las PASO con el PRO y otros aliados sería dañino, insisten. Una fractura le daría ventaja al PRO, como ocurre en estos días en Diputados, donde Cristian Ritondo quedó comandando el bloque más grande de la oposición después de la división entre Mario Negri y Rodrigo de Loredo. Es la base del enojo de Morales con Rodríguez Larreta, a quien culpa del separatismo que nuclea a Lousteau, De Loredo y a Emiliano Yacobitti.
El comando de Morales funciona habitualmente en la Casa de Corrientes en Buenos Aires y no en la de Jujuy, solo por cuestiones de tamaño. Por eso, Valdés suele ser el anfitrión, aunque este miércoles por la tarde toda la actividad se concentró en la sede jujeña. Allí hubo charlas, punteo de delegados al Comité Nacional y saludos a Morales por su aniversario de bodas. Varios lo animaron, convencidos de que la UCR necesita a alguien que ejerza el mando con mano firme, sin temor al poder y pagando los costos de tomar decisiones que no siempre sean populares o que cuestionen dirigentes de peso en la UCR.
Mesa grande
La mesa chica no es toda propia. Aunque está el equipo 100% jujeño, Morales se apoya en el mandatario correntino, con quien afianzó su amistad y sumó kilómetros todo el año. Conversa con Manes y con Maximiliano Abad, de la UCR bonaerense; con el exgobernador chaqueño Angel Rozas y con el senador formoseño Luis Naidenoff.
En el ala cordobesa tiene más diálogo con Negri y con Ramón Mestre; en Santa Fe, con la ahora senadora Losada y con Mario Barletta; además de una lista que incluye referentes de todo el país, de Tierra del Fuego a su propia provincia. Con la dirigencia mendocina, que media entre Lousteau y Morales, se miran más de reojo. Para limar asperezas, una vez que resulte electo, como esperan, convocará a las principales figuras de la UCR, luego se verá con cada presidente de los partidos aliados y para el miércoles próximo ya se agendó la cumbre de la mesa nacional de Juntos por el Cambio.
En el mientras tanto, Morales también es gobernador y tiene que negociar con el Gobierno. No evita protocolos y le pone el cuerpo al reunionismo con el peronismo. Se lo vio cómodo el fin de semana pasado en el encuentro de provincias del Norte, donde fue el único gobernador que no pertenece al Frente de Todos.