SEGUNDO TIEMPO

El mercado se desmorona y (de no creer) clama por una palabra de CFK

El riesgo país vuela; ¿vuela el país hacia otro default? El desvelo por lo que ella piensa. FMI y sospecha de pacto light con más impuestos. Más ruido en Todos.

La cotización de los títulos públicos entró en un tobogán y el riesgo país –medida de la confianza de los inversores sobre su solvencia– tocó el miércoles los 1.816 puntos básicos –18,16 porcentuales– un récord en 14 meses y resultado de una suba de más de 32% en el año. Así, desde el acuerdo por la deuda en manos de tenedores privados, ese indicador –en rigor, el diferencial entre el rendimiento de los bonos argentinos y los del Tesoro de Estados Unidos a diez años, considerados riesgo cero– subió más de 700 puntos básicos. Si el país quisiera hoy salir a tomar deuda en el mercado voluntario –un ejercicio solo hipotético a estos niveles– debería pagar un imposible 20% anual en dólares, valores propios de un Estado en cesación de pagos.

 

Mientras, aun pasados ya los comicios legislativos y sus tensiones, los dólares paralelos siguen a valores nominales récord y la marca de 200 pesos que tanto asustó en su momento ya ha quedado totalmente asimilada. La pelea, así, se libra cada vez más claramente entre operadores que apuestan a una megadevaluación y un Banco Central que intenta evitar ese desenlace ruinoso.

 

Por último, el mercado accionario no deja de caer desde el 8 de noviembre, cuando había tocado los 96.044,88 unidades; desde ese día, el índice S&P Merval perdió 13%.

 

¿Qué ocurre? ¿Será que los operadores "compraron" las caras largas del bando triunfador del 14N y los festejos de la coalición derrotada? ¿Será que se dejan llevar por las dudas acerca de un pronto acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI)? ¿Será, simplemente, que no les gusta el peronismo? No. Según surge de una ronda de consultas realizada por Letra P entre managers de primera línea, la respuesta parece radicar en el silencio de la vicepresidenta Cristina Fernández Kirchner. Llamativamente, los actores de la economía que probablemente sean más adversos a su figura esperan y desesperan por una palabra de ella para entrever un futuro que los inquieta.

 

"Opiniones aparte, no hay dudas de que la figura más inteligente del país es Cristina Kirchner. Además, es quien tiene mayor poder. Los inversores del exterior con los que hablo me preguntan cuándo va a decir algo", le contó a este medio uno de los consultados.

 

La sospecha no es tanto que en cualquier momento ella estalle con una carta que ponga en vilo al país, aunque eso no se descarta. Más bien, creen que calla porque está logrando que el presidente Alberto Fernández le imprima a la negociación con el FMI el curso que ella pretende, uno que lleve, en el mejor de los casos, a un entendimiento light, sin reducciones significativas del gasto público y con metas fiscales que cuadren en los papeles base a aumentos de impuestos y retenciones a las exportaciones. "De esa forma, los números nunca les van a cerrar", opinó, de modo representativo, la fuente.

 

Por un lado, el ministro de Economía, Martín Guzmán dijo el miércoles, en las Jornadas Monetarias del Banco Central, que son necesarias "acciones de los Estados desde la política tributaria para que haya mayor progresividad, tanto para que los Estados cuenten con mayor capacidad para hacer las políticas económicas que necesitan para la recuperación económica, para la reducción de la desigualdad, como de forma directa lograr que no pase lo que viene pasando en el mundo, que los ricos se han hecho más ricos y los pobres se han hecho más pobres". Hablaba del reciente entendimiento en el G20 para la aplicación de una tasa global mínima del 15% del impuesto a las grandes corporaciones, pero el mercado tomó sus dichos en clave local y como anticipo del futuro inmediato.

 

En segundo lugar, tomó registro de las declaraciones del fin de semana del secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, quien reaccionó al aumento del 25% de la hacienda registrado en la semana previa señalando que, "si queremos asegurar carne, pollo, pan y leche, tenemos que desvincular los precios internos de los internacionales". "Tenemos que pensar un mecanismo para compatibilizar exportaciones, rentabilidades y abastecimiento del mercado interno", añadió, en diálogo con Página/12. Es más, anticipó que piensa en aumentar las retenciones a las exportaciones de esos productos o en crear fideicomisos con subsidios cruzados. De poco sirvió que su superior jerárquico, el ministro de Desarrollo Productivo,  Matías Kulfas, saliera recién tres días después a aclarar que "no hay ninguna decisión tomada" al respecto y que Feletti "pensó en voz alta y eso no es lo más apropiado siendo funcionario. Fue en un reportaje en el que habló de las opciones que estaba analizando y teorizando". La desmentida, de hecho, no fue tal, sino que pareció amonestar la divulgación temprana de ideas que parecen estar en plena cocción. ¿Se viene una remake de la mala película que filmaron en mayo último sobre las tarifas de servicios públicos Guzmán y su supuesto subordinado, el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo?

 

En tercer término, el titular del Central, Miguel Pesce, habló en las jornadas que organizó la entidad que dirige de la necesidad de que el Fondo prolongue los plazos y reduzca las tasas de interés que cobra a los países deudores, lo que supondría una reforma profunda de sus estatutos. Una insistencia en ese sentido solo empantanaría en el corto plazo la posibilidad de un consenso. Más tarde, debió aclarar que se manifestó en general y no sobre la negociación que lleva adelante Guzmán.

 

La conducción económica del Frente de Todos sigue sin entregar un mensaje unificado y, en el medio, sufre la sociedad.

 

Se engaña quien supone que dólar, acciones y riesgo país son cuestiones que ocurren en un plano diferente al del común de la ciudadanía: lo que allí pasa se vincula estrechamente con la estabilidad de la economía y con la existencia o falta de crédito para que las empresas lleven a cabo proyectos de inversión. Para peor, amenaza en el mediano plazo con recrear el fantasma del default que el Gobierno ha tratado de evitar desde su asunción, el 10 de diciembre de 2019, algo expresado primero en las negociaciones con los acreedores privados y ahora con el FMI.

 

El año que viene ya habrá que abonar algo más de 1.000 millones de dólares en concepto de intereses, 1.600 millones en el electoral 2023 y unos 2.200 millones al año siguiente. De 2025 a 2030, tocará realizar pagos del orden de los 2.400 millones de dólares por año.

 

En lo que hace al capital, en 2025 vencen 5.000 millones de dólares más, cifra que sube a 6.000 millones en 2027 y a más de 7.000 millones entre 2028 y 2035. A eso, claro, habrá que sumar lo que haya que ir devolviéndole al Fondo, 44.000 millones de dólares en diez años. Sin acceso al crédito, el fantasma de la cesación de pagos estaría pronto, otra vez, a la vuelta de la esquina.

 

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