LA DEUDA ETERNA

Guzmán apura el diálogo con el FMI, inquieto por la debilidad de Georgieva

Se reunirá con la directora, que acaba de salvar su cabeza y perdió margen de acción. Sobrecargos: ¿negativa e insistencia nacional? Hacia un verano caliente.

Suele ocurrir con las negociaciones prolongadas, como la que la Argentina mantiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI): los temas de la discusión persisten, pero en el camino se alteran las relaciones de poder a uno y otro lado de la mesa de negociaciones, lo que influye en los plazos para alcanzar los acuerdos y en la letra de los mismos. Esa idea rige, más que nunca, en el caso de marras, cuando el ministro de Economía, Martín Guzmán, pelea por su permanencia más allá de las legislativas del mes que viene y cuando la directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, acaba de salvar su cabeza justo cuando caminaba hacia el patíbulo.

 

El optimismo de la Casa Rosada acerca de la posibilidad de firmar en breve la refinanciación de la deuda dejada en herencia por Mauricio Macri se ha enfriado entre esos cambios de escenario y ahora las expectativas vuelven a manejar los tiempos anteriores a esa euforia: no antes de diciembre y, con mayor probabilidad, en algún momento de un verano que se anticipa caliente. Eso sí, debería haber fumata blanca antes del 22 de marzo, cuando comienzan a operar los vencimientos de capital más grandes: desde septiembre y hasta ese día, las obligaciones suman 8.200 millones de dólares, mientras que en todo 2022 serán más de 19.000 millones y, al año siguiente, otro tanto.

 

Mucho se ha escrito en Letra P sobre la pelea que se ha desatado en el Frente de Todos en torno a Guzmán y su plan económico; la misma, se entiende, encontrará después del 14N una conclusión, con vencedores y vencidos o un nuevo cese del fuego, cuestión que está por verse. Pero si, cuando la crisis política post-PASO arreciaba en Argentina, en el Fondo esperaban a comprobar que aquel seguiría al frente de las negociaciones, le toca ahora a este confirmar que la Georgieva que conoce es la misma de hoy, cuando acaba de zafar de un escándalo que estuvo por ponerle fin a su carrera.

 

La Unión Europea (UE) presionó para que quedara en nada la investigación por la presunta intervención de la economista búlgara en una maniobra para mejorar en 2018, cuando era funcionaria del Banco Mundial, la posición de China en el ranking Doing Business (Haciendo negocios). La ofensiva encontró finalmente eco en Estados Unidos, el país que corta el bacalao en el Fondo y la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dictaminó el lunes que "ante la falta de nueva evidencia directa en relación con el rol de la secretaria general no hay base para un cambio de liderazgo en el FMI". Eso sí, advirtió que "Estados Unidos cree que deben darse pasos proactivos para reforzar la integridad y credibilidad de los datos en el FMI y que la institución y su liderazgo deben renovar su compromiso con la transparencia".

 

Guzmán se reunió el lunes en la embajada argentina en Washington con contrapartes del Fondo junto al presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce; el número dos de este, Jorge Carrera; el subgerente general de Investigaciones Económicas de la autoridad monetaria, Germán Feldman, y el representante ante el organismo, Sergio Chodos. Del otro lado de la mesa se sentaron las máximos autroridades responsables de negociar con el país, la subdirectora del Departamento para el Hemisferio Occidental, Julie Kozack, y el encargado del caso argentino, Luis Cubeddu. Por ahora, registran en el Gobierno, el nuevo jefe de Kozack, quien fuera titular del Banco Central de Brasil en tiempos de Michel Temer, Ilan Goldfajn, un ortodoxo que recién asumirá el 3 de enero, todavía no metió la cuchara ni siquiera informalmente. Dados los plazos que se manejan, sin embargo, ya tendrá ocasión de hacerlo.

 

Este martes a última hora, Guzmán se juntará con Georgieva, pero ¿con qué Georgieva?

 

Sin dudas, con una condicionada. Poco antes de que Yellen emitiera su comunicado ambiguamente absolutorio, una nota de la agencia Bloomberg había indicado que "el FMI rechazó el pedido de la Argentina por un alivio temporario de las sobretasas". La misma indicaba que "el Directorio rechazó el mes pasado en una reunión informal una propuesta para discutir un alivio temporario de las sobretasas, esto es, las comisiones que se cargan a los países que usan líneas de crédito de manera extensiva".

 

En el Palacio de Hacienda estallaron contra ese artículo, su apelación a fuentes off the record y la falta de consulta para hacer constar también una reacción argentina, como es de rigor. "No se toman decisiones en reuniones informales y la cuestión de las sobretasas sigue en discusión. No existe ninguna definición sobre ese asunto", le dijo a Letra P una fuente familiarizada con la cuestión.

 

"Eso es una operación de los halcones del FMI, que buscan condicionar a (Joe) Biden. Es más, en el Directorio ya hay 16 países (N. del R.: sobre un total de 24) que apoyan el pedido argentino. Puede que entre quienes se oponen haya alguien con poder de vetarlo, pero insisto en que las conversaciones están en curso", añadió.

 

Ahora bien, ¿qué país tiene un poder de veto informal, dado su peso en el Directorio? Justamente Estados Unidos. Sea una cuestión finiquitada, como dice Bloomberg, o una en curso, como afirma Economía, el escenario, con una Georgieva golpeada, no es el más favorable para la Argentina.

 

«"La cuestión de las sobretasas no es la única que permanece pendiente. También falta arreglar la "letra chica" de los compromisos fiscales y monetarios, los objetivos cambiarios, de inflación y nivel de reservas, entre otros asuntos".»

Es mucho el dinero que está en juego, con reglas que penalizan con sobrecostos a los países excedidos en monto –con respecto a su cuota– y plazos en sus deudas.

 

Alberto Fernández ha dado señales públicas de que el acuerdo general sobre la deuda está próximo y por eso decidió usar los DEG que emitió en concepto de ayuda adicional en la pandemia para pagar vencimientos mientras se termina de negociar. Sin embargo, la cuestión de las sobretasas no es la única que permanece pendiente. También falta arreglar la "letra chica" de los compromisos fiscales y monetarios, los objetivos cambiarios, de inflación y nivel de reservas, entre otros asuntos, que el FMI requerirá para convertir el Stand-by macrista en un programa de Facilidades Extendidas (EFF) que estire a diez años el repago de la deuda. La buena voluntad de Georgieva con Guzmán, su interlocutor argentino preferido, podría tener ahora, cuando ella aparece debilitada, las patas más cortas.

 

Hay, con todo, un consuelo: como han pedido Cristina Kirchner y el propio ministro, el país quiere estirar los pagos a más de diez años, algo imposible hoy debido a que los estatutos del organismo no lo contemplan. Sin embargo, habrá, prometen en Economía, un asterisco explícito en el EFF para que sea posible negociar un nuevo encuadre, más laxo, ni bien se lleve a cabo una reforma del estatuto.

 

Si la deuda nacional es eterna, eternas serán las gestiones para ponerla en orden cada vez que amenace con salirse de control.

 

La falta de libertad es el destino de los débiles.

 

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