Horacio Rodríguez Larreta tiene una obsesión por el control del tiempo. Una contingencia que altera la agenda se convierte en un castigo. Pero la urgencia tocó la puerta de su despacho el miércoles por la noche, cuando Alberto Fernández anunció el recorte de la coparticipación de la Ciudad. Esa decisión implica un desacomodamiento de su plan de gobierno, pero fundamentalmente una variación en su camino proselitista: el jefe de Gobierno salió a defender los recursos porteños y desnudó forzadamente su aspiración presidencial. Respondió como gobernante y como candidato, aunque hubiese hecho lo imposible por retrasar ese posicionamiento.
El jefe de Gobierno temía que se adelante el escenario electoral y el temor se hizo realidad. Sin embargo, trabajará para que la foto del jueves por la noche, flanqueado por sus aliados y aliadas de Juntos por el Cambio (JxC), quede reducida a eso. Una imagen fugaz, de respuesta obligada por su rol y no un disparador para la disputa nacional. No entrará en una dinámica de golpe por golpe con Fernández y el Frente de Todos (FdT) ni buscará mayor gravitación en la interna opositora.
“El primero que diga que quiera liderar JxC pierde y atenta contra la unidad”, reconoce ante sus íntimos. El discurso de Rodríguez Larreta ante la “intempestiva” quita de fondos se diseñó bajo la puesta en escena que más cómoda le resulta: sin nombres, mensaje breve y críticas a las formas. A diferencia de otras alocuciones, en esta agregó una dosis nacional, al considerar que “no vamos a sacar el país adelante dividiendo a los argentinos”.
Para el léxico larretista, enfocado en no herir susceptibilidades, esa frase es todo un pronunciamiento. En otro contexto se hubiese catalogado como un “desliz”, pero esa parte fue estudiada y celebrada puertas adentro de Parque Patricios. Un párrafo con mensaje doble. Hacia adentro de la interna de JxC, para quienes le exigen romper puentes con la Casa Rosada; y hacia fuera, para blanquear tímidamente su aspiración presidencial.
Entre la noche del miércoles y el anuncio del jueves, Rodríguez Larreta recibió llamados y mensajes de todas las tribus de JxC. Atendió cada llamada. Antes de su conferencia de prensa, convocó a las figuras aliadas en la Ciudad de la Unión Cívica Radical (UCR), la Coalición Cívica, Confianza Pública y el socialismo porteño a un almuerzo en la planta baja de la sede gubernamental. Algunos esperaban a un hombre enérgico y dispuesto a confrontar sin concesiones con el oficialismo, pero el jefe de Gobierno solo escuchó y anotó sugerencias.
Ese método lo lleva al extremo: cruza conversaciones con todo el arco político opositor, desde Emilio Monzó hasta Patricia Bullrich. Escucha a quienes le recomiendan asumir mayor protagonismo y enterrar la grieta, como a quienes lo califican como "blando" e imploran un regreso definitivo de Mauricio Macri para batallar con el kirchnerismo. Lo justifica con una frase que el ala moderada opositora empieza a corear, pero que el se adjudica: "Si mantenemos lo que está, ganamos, pero no gobernamos". Bajo esa línea, teje su recorrido, regado por las encuestas que registran un incremento de conocimiento y valoración positiva, incluso en otras geografías. Admite que la presencia junto a Fernández en el prime time de la cuarentena le dio una proyección federal gratis, pero no la exagera: "Ahora hay que llenarlo de política", aclara.
Rodríguez Larreta hace un culto a la moderación y quiere mantener ese perfil para su carrera presidencial, pero sin descuidar la coexistencia de las aldeas que conviven en JxC. Parafraseando la campaña de Fernández de 2019, un asesor del alcalde repite sonriente: “Es con todos”.