Pasan cosas raras en la pandemia. Hace unos días, en una reunión de la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), hubo una queja sorprendente: “No me dejan ni salir a caminar por el barrio, no pueden decidir todo los médicos”, disparó Amancio Onetto, el hombre político de la empresa Molinos. Lo siguieron algunos directivos de bodegas como Luigi Bosca y Catena Zapata, yendo un paso más allá: “El chico que venía a cortar el pasto ahora no puede entrar al barrio. ¡Y tengo que cortar yo el pasto!”.
La anécdota, frívola y extendida, muestra un emergente de un problema que deberá enfrentar de ahora en más el presidente Alberto Fernández: una rebelión del sector corporativo contra la cuarentena extra large, a la que identifican como una creación de la mesa de infectólogos que asesoran al mandatario. La mayoría cree que el confinamiento atenta contra sus libertades personales, lo que se identifica con una posición individual y centralista, pero que ya empezó a salir del núcleo duro de los rompecuarentena del grupo de Whatsapp Nuestra Voz para situarse en dirigentes antes muy alineados con la idea de fondo del Gobierno.
Fernández reunió a una mesa de empresarios, un gesto que algunos leyeron positivo pero que tuvo críticas.
En una charla entre dos altos directivos de la Unión Industrial Argentina (UIA), se comentó que “los médicos quieren el 100% de seguridad y es lógico, pero acá se necesita una instancia superadora”. Curiosamente, esos dos dirigentes pertenecen a sectores que están trabajando al 100% y sus plantas están en las provincias de Santa Fe y Córdoba, dos lugares en los que la actividad industrial y hasta la comercial están empezando a caminar.
Hay un inconveniente que, de algún modo, alimenta la desconfianza. El frente de los médicos no está roto, pero hay varios de ellos que asesoran a empresas privadas y que, en esas charlas, tienen visiones distintas a las que finalmente se imponen en las decisiones de Olivos. Uno de los más mediáticos, por caso, hace una semana les adelantó a algunos clientes que la cuarentena seguirá junio y julio, pero que debe abrirse.
Por ahora, ese modelo se asemeja más al que puso en marcha el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que el lunes activará comercios, habilitará ejercicios y hasta piensa en una vuelta a las clases. Es más, buena parte de los especialistas tampoco está de acuerdo en aislar al 100% villas y barrios de emergencia para apagar los focos de contagio.
Esta apertura de Larreta, naturalmente, genera recelos políticos de los intendentes del conurbano. Hasta los propios del Frente de Todos le exigen al gobernador Axel Kicillof una mirada más aperturista. Son señales de la misma desconfianza.
En este escenario, algunos en el Círculo Rojo se entusiasmaron con la idea de que el Presidente empezó, de un tiempo a esta parte, a mostrar cierta apertura a la cuestión económica. La foto con ceos en Olivos fue uno de esos gestos, que tuvo otros problemas además de la carencia de cupo femenino. El más fuerte: la conformación de esa mesa dejó muchas dudas en sectores productivos sobre qué tipo de modelo quiere Fernández para salir del colapso producido por el COVID.
Los que estuvieron cerca del armado, aseguran que Miguel Acevedo, el jefe de la UIA, llevó a Luis Pagani (Arcor), invitó a Paolo Rocca (Techint), a Molinos, a Toyota y a Javier Madanes( ALUAR). Y que los unicornios como Martin Migoya y los de servicios, como Accenture, llegaron producto del deseo de Gustavo Béliz de calcar las reuniones que hacía en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en las que participaban estas empresas. “Decime una cosa: ¿qué nivel de empleo puede generar (Sergio, de Accenture) Kaufman? Un 1%, como mucho”, dijo un hombre del comercio a este portal. Es que en el mitin no hubo dirigentes del campo ni de los bancos y menos de los constructores, todos los que son empleo-activos. Celos de una transición a una normalidad extraña.
En paralelo, como contó Letra P, el gobierno puso en marcha a su gabinete para activar ideas del día después, pero parece una agenda menos urgente y de más largo plazo, justo cuando a Fernández lo empiezan a presionar los plazos de una cuarentena exitosa y ordenada, con cada vez más detractores entre los que mueven los hilos de la Argentina.