Pocos lo esperaban, su presencia sorprendió. El fin de semana, Luis Pérez Companc, uno de los dueños de Molinos Río de la Plata, se sentó a solas con el presidente Alberto Fernández y el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo. Presidencia les tomó una foto y difundió un mensaje en el que se contaba uno de los temas de conversación: el plan oficial para, luego del escándalo de las licitaciones de comida con sobreprecios del Grupo L, establecer un nuevo protocolo para compras directas a proveedores. Sorprendió incluso a más de uno en la Coordinadora de Productores de Alimentos (COPAL), la cámara que venía llevando ese diálogo.
El encuentro fue armado por los mil intermediarios que hoy ofrecen reuniones con el Gobierno. De hecho, Pérez Companc, hijo de Gregorio, el fundador de la compañía, no era hasta el momento el hombre de la rosca política del holding de la harina y sus derivados. Los que lo conocen lo describen como “un dirigente que continúa la línea familiar, pero sin experiencia ni piné para el relacionamiento”. Tanto, que está en proceso de coucheo para transformarlo en una especie de renovación dirigencial en la empresa. Los que más lo frecuentan dicen que “quiere ser el nuevo líder joven de una compañía que no tiene un liderazgo fuerte desde los años de Goyo”.
Las paradojas hicieron que Fernández se sentara a hablar de sobreprecios y licitaciones con el representante de la empresa que se hizo conocida por estar al tope de los aumentos en alimentos, justo en tiempos en los que el Presidente pide moderación a los pícaros.
La anécdota más curiosa ocurrió durante el gobierno de Mauricio Macri. El entonces presidente había convocado a Olivos a líderes de alimenticias. Por Molinos fue Amancio Oneto, un histórico con 30 años en la compañía y el verdadero artífice de la construcción de relaciones en el holding PECOM. Debilitado ya en su poder, el ingeniero les pidió que ayudaran a no aumentar, con la inflación ya disparada. Se comprometió, como otros tantos, a no subir. Pero, 15 días antes, la firma había remarcado un 20%, dato que se omitió en el encuentro. Luego vinieron subas del 10%, todas escudadas en la devaluación. La empresa es habitué de las listas con remarcaciones que tienen los grandes supermercados.
Pérez Companc el fin de semana, con Fernández y Arroyo.
Cuando Macri se enteró, se sorprendió e incrementó su ira contra los empresarios. Ese mismo año, su gobierno había salvado a la compañía de pagar 70 millones de dólares por gravámenes a las exportaciones. Un tiempo después, Molinos prestó su planta para un anuncio de inversiones de Macri. Allí estuvo Pérez Companc hijo.
Ex corredor de rally y tester del monoplaza de Fórmula Uno de Ferrari cuando lo trajeron a la Ciudad, llegó a la mesa de Olivos gracias a una gestión de dos funcionarios de peso: el secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, Gustavo Béliz; y la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. “El Gobierno quiere sentar a los dueños”, contaron fuentes de la Casa Rosada, en una explicación de por qué no convocaron a la COPAL al encuentro.
Molinos Río de la Plata es, además, un símbolo del poder en las góndolas: vende harina con su marca, que la produce el otro gigante del sector, Molino Cañuelas, pero también es fuerte en fideos ( Matarazzo, Don Vicente y Luchetti), postres (Exquisita), tapas (La Salteña), arroz y snacks (Gallo), aceites (Cocinero, Lira), y yerbas (Cruz Malta y Nobleza Gaucha).
Como en general las grandes firmas, Molinos jugó fuerte en apoyo a Cambiemos, pero no le escapó a la lógica de números rojos del negocio: perdió 5.000 millones de pesos entre 2017 y 2019. En este escenario, el joven heredero tiene la tarea del reencuentro de Molinos con el peronismo más capital friendly. Y coincide, además, con una intención oficial de cerrar, en el marco de la pandemia, cualquier atisbo de confrontación con la cúpula del poder económico. Más una foto que un avance, en una reunión que duró poco y tuvo, también, pocas definiciones.